La paciencia

Cuento zen con moraleja

No seas impaciente. La existencia necesita de inmensa paciencia. Los supremos misterios solo se abren, solo para aquellos que tienen una inmensa paciencia.

Imagen del cuento: La paciencia

Cuento zen sobre la paciencia

Muso, uno de los más ilustres Maestros de su tiempo, viajaba en compañía de un discípulo. Llegaron a un río y embarcaron en un Ferry. Cuando este estaba a punto de desatracar, llegó corriendo un Samurái borracho y saltó dentro de la sobrecargada embarcación, que a punto estuvo de zozobrar. Luego empezó a tambalearse violentamente, poniendo en peligro la estabilidad del frágil navío, por lo que el barquero le suplicó que se estuviera quieto.

¡No hay derecho a que nos tengan aquí como sardinas en canasta!, protestó estridentemente el Samurái. De pronto, vio a Muso y gritó: ¡Mira quién está ahí! ¡Vamos a arrojar por la borda a ese santón!

Ten paciencia, por favor, dijo Muso. No tardaremos en llegar al otro lado.

¿Cómo dices? ¿Que tenga yo paciencia?, gritó el Samurái fuera de sí. ¡Qué te parece...! ¡Si no saltas antes de un minuto, yo mismo te echaré por la borda!

La sensación de calma que reflejaba el rostro del Maestro ante aquella amenaza enfureció de tal manera al Samurái que se acercó a Muso y le arreó un par de bofetones en la cara, haciéndole sangrar. El discípulo, que era un hombre corpulento, ya no aguantó más y le dijo a su Maestro: Después de lo que ha hecho, ya no merece vivir.

¿Por qué alterarse tanto por una tontería?, dijo Muso con una sonrisa. Es en ocasiones como esta cuando se pone a prueba nuestro adiestramiento. Debes recordar que la paciencia es algo más que una palabra.

MORALEJA

El que golpea y el golpeado son simples actores de un drama tan efímero como un sueño.

No seas impaciente. La existencia necesita de una inmensa paciencia. Los supremos misterios se abren solo para aquellos que tienen una inmensa paciencia.

Así que, si crees que hay algún problema, por favor no metas tus narices en ello. Siéntate y espera. No permitas que la mente se entrometa, dile a la mente que espere. Y es muy difícil para la mente el esperar, es la encarnación de la impaciencia.

Toda meditación es espera. Toda oración es infinita paciencia. El meollo de la religión consiste en no permitir a la mente que te cree más problemas. Tantas cosas, cosas simples con las que incluso los animales disfrutan, con las cuales incluso los árboles disfrutan, el hombre no es capaz de disfrutarlas, porque inmediatamente se tornan en problemas y ahí es donde surge la impaciencia, y ¿cómo puedes disfrutar de la vida con impaciencia?