La iluminación espiritual

Los cuatro cuerpos del hombre y la inmortalidad

POR: OUSPENSKY

Imagen; Los cuatro cuerpos del hombre y la inmortalidad; Ouspensky

LA INMORTALIDAD

La conciencia logra la inmortalidad

Por supuesto, algunas personas intentan demostrar su falsedad. Solo por su miedo a la muerte, la gente cree en la inmortalidad del alma: por puro miedo. No saben: se limitan a creer. Todas las mañanas, algunas personas se sientan en un templo o en una mezquita y repiten: Nadie muere: el alma es inmortal. Se equivocan al creer que el alma se hará inmortal por el mero hecho de repetir las palabras el alma es inmortal. La muerte nunca se vuelve falsa por estas repeticiones: solo conociendo la muerte es posible demostrar su falsedad.

La actitud zen hacia la muerte es exactamente la misma actitud zen hacia la vida: la de la risa, el gozo, la celebración.

Y si puedes reírte de la muerte, en la muerte, estás libre de todo. Entonces eres libertad. Si no puedes reírte al morir, no serás capaz de reírte en vida tampoco, porque la muerte siempre está viniendo. Cada acto de la vida, cada movimiento de la vida, trae la muerte más cerca. Cada momento que vives te acerca más a la muerte. Si no puedes reírte con la muerte, ¿cómo puedes reírte con la vida y en la vida?

La muerte es la puerta tras la vida superficial, la así llamada vida, lo trivial. Hay una puerta. Si atraviesas la puerta consigues otra vida, más profunda, eterna, sin muerte, inmortal. Entonces de la así llamada vida que realmente no es nada sino morir, uno tiene que atravesar la puerta de la muerte, solo entonces uno alcanza una vida que es realmente existencial y activa, sin muerte en ella.

No es posible negar la muerte a base de repetir que la muerte no existe. Tendremos que conocer la muerte, tendremos que encontrarnos con ella, tendremos que vivirla. Tendréis que familiarizaros con ella. Pero, en vez de ello, no dejamos de huir de la muerte. ¿Cómo podemos verla? Si cuando vemos la muerte, cerramos los ojos.

Si una persona dice, por una parte, que el alma es inmortal, pero por otra parte le parece de mal agüero hablar de la muerte, entonces está confundiéndolo todo. No debe encontrar nada temible, ningún mal augurio, nada malo, en hablar de la muerte: pues, para él, no hay muerte.

Todos hacemos lo mismo: damos la espalda a la muerte y huimos de ella.

Veamos que nos enseña Ouspensky sobre la inmortalidad...

LA INMORTALIDAD SEGÚN OUSPENSKY

¿Se puede decir que el hombre posee la inmortalidad?

La inmortalidad, es una de esas cualidades que el hombre se atribuye sin tener una comprensión suficiente de lo que quiere decir. Otras cualidades de este género son la individualidad, en el sentido de una unidad interior, el Yo permanente e inmutable, la conciencia y la voluntad. Todas estas cualidades pueden pertenecer al hombre —puso acento sobre la palabra pueden— pero por cierto que esto no significa que le pertenecen ya efectivamente o que pueden pertenecer a cualquiera.

Para comprender qué es el hombre hoy en día, es decir al nivel actual de su desarrollo, es indispensable poder representarse hasta un cierto punto lo que puede ser, es decir lo que puede alcanzar.

Porque es solo en la medida en que un hombre llega a comprender la secuencia correcta de su posible desarrollo como puede dejar de atribuirse lo que todavía no posee, y que no podrá alcanzar, quizás, sino tras grandes esfuerzos y grandes labores.

LOS CUERPOS DE LA INMORTALIDAD

Según una antigua enseñanza, de la que subsisten trazas en numerosos sistemas de ayer y de hoy, cuando un hombre alcanza el desarrollo más completo que en general le es posible, se compone de cuatro cuerpos. Estos cuatro cuerpos están constituidos por substancias que se hacen cada vez más y más finas, interpenetrándose y formando cuatro organismos que tienen entre sí una relación bien definida sin dejar de ser independientes, y que son capaces de actuar independientemente.

Lo que permite la existencia de cuatro cuerpos es que el organismo humano, es decir el cuerpo físico, tiene una organización tan compleja que, bajo ciertas condiciones, se puede desarrollar en él un organismo nuevo e independiente que ofrezca a la actividad de la conciencia un instrumento mucho más adecuado y más sensible que el cuerpo físico. La conciencia que se manifiesta en este nuevo cuerpo es capaz de gobernarlo, y tiene pleno poder y pleno control sobre el cuerpo físico. Bajo ciertas condiciones en este segundo cuerpo se puede formar un tercero que tiene también sus características propias. La conciencia manifestada en este tercer cuerpo tiene pleno poder y pleno control sobre los dos primeros; y el tercer cuerpo puede adquirir conocimientos inaccesibles tanto al segundo como al primero.

En el tercer cuerpo, bajo ciertas condiciones puede crecer un cuarto, que difiere tanto del tercero como éste del segundo, y el segundo del primero. La conciencia que se manifiesta en el cuarto cuerpo tiene completo control sobre su propio cuerpo y sobre los tres primeros.

Los cuatro cuerpos son definidos así:

1º CUERPO - Cuerpo Carnal

Carruaje - Cuerpo - Cuerpo físico

2º CUERPO - Cuerpo Natural

Caballo - Sentimientos - Cuerpo astral

3º CUERPO - Cuerpo Espiritual

Cochero - Pensamiento - Cuerpo mental

4º CUERPO - Cuerpo Divino

Amo - Conciencia - Cuerpo causal

Y tan solo el hombre que posea cuatro cuerpos total y completamente desarrollados puede llamarse un hombre en el más amplio sentido de la palabra. Este hombre tiene muchas propiedades que el hombre ordinario no posee. Una de éstas es la inmortalidad.

La inmortalidad no es una propiedad con la que nace el hombre. Pero el hombre puede hacerse inmortal.

El camino que conduce al desarrollo de las posibilidades ocultas en el hombre es un camino que va contra la naturaleza, contra Dios mismo.

Los caminos conducen, o deberían conducir, a la inmortalidad. La vida corriente, la vida de todos los días, aún en sus mejores aspectos, lleva al hombre a la muerte y no puede llevarlo a ninguna otra cosa. Las religiones occidentales han degenerado a tal extremo que no queda ya nada vivo en ellas.

Se encuentran paralelos o comparaciones de este género en la mayoría de los sistemas que reconocen algo más en el hombre que el cuerpo físico. Pero casi todos estos sistemas, aun cuando repiten bajo una forma más o menos familiar las definiciones y las divisiones de la antigua enseñanza, han olvidado u omitido su característica más importante, a saber que el hombre no nace con los cuerpos sutiles, y que éstos requieren ser cultivados artificialmente, lo que es posible solo bajo ciertas condiciones favorables exteriores e interiores.

Esta situación sería verdaderamente desesperada si no existiese la posibilidad de un cuerpo divino, un Amo - (Yo, conciencia, voluntad) - un Cuerpo causal.

El cuerpo divino no tiene formas definidas como las tienen los Fakir, el monje y el yogui. Y, por sobre todas las cosas, el hombre tiene que ser capaz de hallar el cuerpo divino, tiene que encontrarlo. Esta es la primera prueba. No se la conoce tan bien como la de los otros tres cuerpos. Hay mucha gente que jamás ha oído hablar de un cuerpo divino, y hay quienes hasta niegan su existencia o sus posibilidades.

Sin embargo, existen a la vez posibilidades de evolución, y pueden desarrollarse en individuos aislados con ayuda de conocimientos y métodos adecuados. Semejante desarrollo puede ocurrir solamente para beneficio del individuo, y va, por así decirlo, contra los intereses y beneficios del mundo planetario. Esto es lo que el hombre tiene que entender: su evolución no es necesaria sino para él mismo. Su evolución no le puede interesar a nadie más. Y nadie está obligado a ayudarle ni hay quién tenga la intención de ayudarle.

El hombre no tiene un YO individual. Pero, en cambio, tiene cientos y miles de pequeños yo, separados los unos de los otros; a menudo se desconocen los unos a los otros, no toman nunca contacto entre sí, o, por el contrario, son hostiles, exclusivistas e incomprensibles entre sí. Cada minuto, cada momento, el hombre dice o piensa en términos de yo. Y cada vez se trata de un yo diferente. Ahora es un pensamiento, luego es un deseo; ahora una sensación, en seguida un nuevo pensamiento. Así sigue la ronda eternamente. El hombre es una pluralidad. Y su nombre es Legión.

En el hombre no hay una verdadera individualidad. El hombre no tiene un Gran YO, un YO singular. El hombre está dividido en una multitud de pequeños yo.

Ni aún el más claro entendimiento de sus posibilidades llevará al hombre a su realización. A fin de poder realizar todo cuanto prometen estas posibilidades, el hombre tiene que sentir un poderoso deseo de liberación y estar dispuesto a sacrificarlo todo, a arriesgarlo todo, con tal de obtenerla.

El hombre moderno nace dormido, dormido vive, y dormido muere.

Por ahora dedíquense a pensar una sola cosa: ¿Qué conocimiento puede tener un hombre dormido? Si sobre esto se piensa, recordando a la vez que el sueño es nuestro principal rasgo, no tardará uno en advertir que si el hombre quiere obtener conocimiento, tiene, antes que nada, que pensar en cómo despertar, en cómo poder cambiar su ser.

Seria mucho mejor sustituir la palabra inmortalidad por las palabras existencia después de la muerte. Entonces el hombre tiene posibilidad de existencia después de la muerte. Pero la posibilidad es una cosa, y la realización de la posibilidad es otra.

Ouspensky


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