Metas imposibles u hombres incapaces
A palabras necias oídos sordos. Analicémoslas con buen criterio: que quienes han fracasado no consigan convencerte de que tú tampoco podrás lograrlo.
JBN LIE
ESCALADA IMPOSIBLE
Hace mucho, mucho tiempo, en un lejano país, se organizó un concurso para demostrar la fuerza, inteligencia y habilidad de todos y cada uno de sus ciudadanos menores de 33 años. El objetivo consistía en escalar –sin más ayuda que el propio cuerpo- hasta lo alto de una torre de mármol blanco que ocupaba la parte central de la plaza de encuentro de la ciudad.
¿Has visto alguna vez una pared de mármol? ¿La has tocado? En ese caso, comprenderás que el concurso comenzará a ser llamado, entre susurros, la competición de la escalada imposible.
A tres semanas de la competición, los jóvenes comenzaron con severos entrenamientos para desarrollar sus capacidades: fuerza, coordinación, armonía, gracia… etc. Todos llegaron profundamente transformados a la fecha de la cita, todos habían desarrollado lo mejor de sí mismos.
Comenzó la competición, y los jóvenes empezaron a intentar escalar la torre. Sus paredes estaban tan pulidas que no se encontraban hendiduras donde afianzar los dedos y, resbalaban tanto sus muros, que nadie conseguía ascender más de un par de metros…
El público estaba perplejo, y empezó a asumir que realmente se trataba de una escalada imposible, así que se desataron los susurros: no van a poder lograrlo, es imposible. Y el susurro se hizo voz, y la voz se alzó hasta convertirse en grito, en queja… Y llegó a los oídos de los participantes. Éstos flaquearon en su voluntad y, poco a poco, fueron abandonando el concurso y uniéndose a los coros de sus amigos conciudadanos: no se puede lograr, es imposible… Uno tras otro, todos fueron abandonando.
Solo quedaba un joven que hacía lo imposible por ascender. Parecía que le ganaba unos metros a la torre pero, de repente, resbalaba por su superficie y volvía a caer al suelo. Entonces, quienes ya se habían retirado le aconsejaban: no seas terco, no se puede hacer… Déjalo ya y vayámonos a la taberna a tomar unas cervezas. Ni caso, él seguía a lo suyo, haciendo esfuerzos desesperados por subir… Ascendiendo, resbalando y cayendo de nuevo al suelo.
Pero finalmente lo logró, en uno de sus cientos de intentos no resbaló y alcanzó la cumbre. Conmocionados, todos se acercaron a él para felicitarle por su victoria y preguntarle por su método, por cómo lo había hecho para conseguirlo… No tardaron en descubrir su secreto… ¡Era sordo!
Cuántas veces, pese a nuestra competencia, pese a nuestra preparación, pese a nuestra capacidad y pese a nuestro anhelo, renunciamos a nuestros objetivos porque nos convencemos –o nos convencen- de que son imposibles de alcanzar.
¡Cuidado con el efecto Pigmalión! Tanto quien cree que es posible como quien cree que no lo es tienen razón, porque su convencimiento determina su capacidad.
Hagamos oídos sordos a quienes no nos aporten más que pesimismo y desolación, prestemos solo atención a aquellos que nos ofrezcan experiencias y consejos que nos ayuden y enriquezcan. Del mismo modo que no nos comemos todo aquello que llega a nuestras manos, tampoco debemos alimentar nuestra mente o nuestro espíritu con todo aquello que llega a nuestros oídos.
No todas las voces tienen el mismo valor, aprendamos a discriminarlas con buen criterio: que quienes han fracasado no consigan convencerte de que tú tampoco podrás lograrlo… ¿Acaso ellos son como tú?
Prepárate, aplícate, esfuérzate y no prestes oídos a los portavoces del pesimismo y el fracaso. Verás como eres capaz de operar auténticos milagros.