LA ILUMINACIÓN ESPIRITUAL

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LOS OJOS DEL HERMANO ETERNO

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Muchos años antes de que el sublime Maestro Buda viviese sobre la Tierra difundiendo la sabiduria entre sus discipulos. Los ojos del hermano eterno.

Imagen LOS OJOS DEL HERMANO ETERNO

EL HERMANO ETERNO

Breve es la vida en el eterno mudar de las cosas.

Muchos años antes de que el sublime Buda viviese sobre la Tierra difundiendo la sabiduria entre sus discipulos, vivia en la comarca de Birwag, regida por el rey Rajouta, un noble llamado Virata, pero conocido por todos con el sobrenombre de El Rayo de la Espada. Era el mas atrevido de todos los guerreros y un cazador cuyas flechas no fallaban nunca. Su lanza no habia permanecido jamas ociosa, y, cuando sus brazos levantaban la espada, se oia zumbar la hoja como un trueno en la tempestad.

I

Virata tenia la frente despejada, sus ojos serenos miraban con tranquila firmeza a los hombres, sus poderosos puños no se cerraban jamas con injusta violencia y nunca su voz vibro estremecida por la ira. Servia como un fiel vasallo a su rey y sus esclavos le servian con temeroso respeto, considerandole como al hombre mas justo de todos los hombres que habitaban entre las cinco corrientes del rio.

Acontecio que un dia cayo sobre el rey a quien servia Virata una gran desgracia. El cuñado del soberano, que gobernaba como administrador la mitad del Imperio, ambicionaba apoderarse del trono y con este proposito habia ido seduciendo a los mejores guerreros del rey, haciendoles ricos presentes. Su elocuencia habia conseguido atraerse a los sacerdotes encargados de la custodia de las sagradas garzas reales, simbolo del poderio del monarca, enseña milenaria de la raza de los Birwager. Una vez en poder de las sagradas garzas y de los grandes elefantes, reunio a los guerreros, a todos los descontentos de las montañas y, formando con ellos un gran ejercito, se dispuso a marchar contra la capital.

Enterado el rey Rajouta de los traidores propositos del hermano de su mujer, llamo a sus hombres a la guerra. Desde la aurora hasta la puesta del Sol resonaban por todas partes los grandes cimbalos de cobre y los blancos cuernos de marfil. Por las noches ardian las hogueras en las altas torres de la ciudad, arrojando sobre las humildes chozas de los pescadores del rio una lluvia de ardientes chispas que resplandecian con una triste luz amarilla, bajo la claridad serena de las estrellas, como signos de desgracia.

A la llamada del rey acudieron muy pocos. La noticia del robo de las simbolicas garzas habia causado un gran desconcierto en el corazon de los caudillos, y los principales jefes y los conductores de los elefantes habian huido casi todos al campo enemigo. El rey miraba en vano en torno suyo en busca de amigos. Habia sido siempre un monarca implacable, severo en sus sentencias, rapaz en la recaudacion de los impuestos y cruel en la exigencia del servicio personal. No quedaba ya en su palacio ninguno de los famosos guerreros ni de los valientes capitanes; en torno suyo pululaba tan solo una desaconsejada tropa de esclavos y siervos.

En esta miserable situacion el rey se acordo de Virata. A las primeras llamadas del cuerno guerrero, ordeno a sus siervos que tomasen la silla de mano de ebano y, acompañado de un fiel mensajero, fuese en busca de Virata para llevarsele a su palacio. Cuando Virata vio aparecer el cortejo real, se inclino hasta el suelo; pero el rey se dirigio hacia el no como un monarca, sino humildemente como un suplicante, y le rogo que condujese a su ejercito contra el enemigo.

Virata se inclino de nuevo profundamente y le dijo:

Obedecere tu mandato, señor. No volvere a mi casa hasta que la hoguera de la insurreccion quede apagada bajo los pies de este tu esclavo. Virata reunio entonces a sus hijos, a sus parientes y esclavos y, poniendose al frente de sus hombres leales, salio en busca de los rebeldes.

Durante todo el dia caminaron a traves de las espesuras del bosque, en direccion al rio, en cuya opuesta orilla el numeroso ejercito enemigo habia establecido su campamento. Al comprobar que eran en tan gran numero, los rebeldes se sentian seguros de la victoria y se hallaban ocupados en derribar grandes arboles con objeto de construir un puente sobre el rio y poder pasar, a la mañana siguiente, a la otra ribera para inundar la tierra como una gran marea y regarla con sangre.

Virata, famoso y astuto cazador de tigres, conocia un vado mas arriba del lugar donde los rebeldes querian construir el puente, y durante la noche hizo que sus hombres, uno a uno, fuesen pasando el rio. Cuando los tuvo a todos reunidos, cayeron invisibles sobre el enemigo, que dormia tranquilamente. Una vez dentro del campamento, los hombres de Virata comenzaron a agitar encendidos hachones, con lo cual los elefantes y los bufalos huyeron espantados, las tiendas de campaña comenzaron a arder y los durmientes despertaron poseidos de panico.

Virata entro el primero, como una tempestad, en la tienda del enemigo del rey y, antes de que el durmiente tuviese tiempo de alzarse sobresaltado, le habia ya hundido por dos veces la hoja de la espada en el pecho. El enemigo en masa salto entonces en torno suyo. En la profunda oscuridad, Virata no dio descanso a su espada: heria a un hombre en la frente, a otro en el pecho todavia desnudo, a los que estaban tras el y a los que le arremetian de frente. De pronto se hizo el silencio en torno suyo; se hallaba como una sombra entre las sombras, firme en la entrada de la tienda, en cuyo interior se hallaba el signo del dios, la simbolica blanca garza que queria rescatar.

Luego ya no aparecieron mas enemigos; todos yacian en torno suyo muertos o mudos de espanto. Lejos oia Virata los gritos de jubilo de los vencedores, de sus fieles guerreros y siervos. Despues comenzo la persecucion y se alejaron todos rapidamente.

Entonces Virata cayo de rodillas, silenciosamente, delante de la tienda, con la ensangrentada espada en la mano, e inmovil espero que sus camaradas regresasen de su ardiente caceria.

Pronto llego la madrugada. Detras del bosque se despertaba el dia. Las palmeras se nimbaron con el oro de la aurora, reflejandose en la corriente mansa del rio como ardientes antorchas. Al Este habia nacido el Sol teñido de sangre.

Virata se puso entonces de pie. Abandono el campo de batalla y, con las manos elevadas en alto, se acerco a la corriente del rio. Alli, con los ojos resplandecientes de chispas de luz, se inclino en accion de gracias. Despues metio las manos en el agua para hacer desaparecer la sangre que las teñia.

Sintio su cabeza turbada por la rapida vision de la corriente del rio; se aparto entonces del agua y, envolviendose en su ropaje, con el rostro iluminado, se dirigio de nuevo a la tienda de campaña con objeto de hacerse cargo de lo que durante la noche habia sucedido.

Los muertos yacian innumerables en torno de la tienda, rigidos, con los ojos desorbitados, con los miembros rotos. El enemigo del rey tenia la frente destrozada y a su alrededor aparecian abiertos los desleales pechos de los que habian sido capitanes en la tierra de Birwager.

Virata cerro los ojos y se aparto para contemplar a los demas que habian caido en el campo de batalla. La mayoria yacian, medio cubiertos con sus esteras y sus rostros le eran desconocidos. Eran esclavos de las regiones del Sur, de rizados cabellos y negro rostro.

Cuando Virata se aproximo al ultimo cadaver, sintio que su mirada se oscurecia. Sabia que era una de sus victimas, uno de los que habia herido con su espada. Acerco su rostro al del muerto y reconocio a su hermano mayor, Belangur, principe de las montañas, que habia acudido en su ayuda. Virata se agacho y puso su cabeza en el pecho del hermano. El corazon habia dejado de latir, los ojos estaban abiertos, y las negras pupilas le miraban y parecian clavarsele en el corazon.

Entonces Virata sintio que su espiritu se empequeñecia, se aniquilaba completamente, y, como un agonizante, se sento entre los muertos. Las negras pupilas de aquel hermano que habia nacido de su madre antes que el, continuaban mirandole fijamente y parecian acusarle.

De pronto sonaron gritos en torno suyo. Despues de la persecucion, como salvajes pajaros acudian sus siervos, llenos de alegria, en busca del botin. Su contento fue inmenso cuando encontraron al enemigo del rey tendido en la tienda y salvada la garza sagrada.

Comenzaron todos a saltar freneticamente en torno a la tienda y acudieron luego a besar a Virata, sin preocuparse de los muertos que les rodeaban y aclamandole con entusiasmo como al Rayo de la Espada.

Luego fueron llegando mas y mas y todos juntos comenzaron a recoger el botin, cargando tanto los carros que sus ruedas se hundian profundamente en el barro y las barcas del rio casi zozobraban a su peso.

Un mensajero se lanzo al rio, nadando presurosamente para ir a dar la buena noticia al rey. Los demas no se apartaron del botin y continuaron celebrando la victoria.

Virata, silencioso, como hundido en un profundo sueño, continuaba sentado en el mismo sitio. Solo una vez levanto el rostro: cuando sus vasallos quisieron despojar a los muertos de sus vestiduras. Entonces Virata se puso rapidamente en pie y ordeno a los suyos que reuniesen maderos, pusiesen sobre ellos los cadaveres y encendiesen una gran hoguera con objeto de que las almas de los muertos pudiesen entrar purificadas en la eternidad.

Los vasallos quedaron maravillados ante aquella orden. Los traidores debian ser devorados por los chacales del bosque y sus osamentas calcinadas por el sol. Tal era la ley que debia regir para los infieles.

Pero la orden fue cumplida, y, cuando las llamas se elevaron sobre los muertos, Virata arrojo perfumes y sandalo en la hoguera. Luego desvio el rostro y permanecio silencioso hasta que la hoguera se hubo convertido en brasas y las brasas en cenizas esparcidas por el suelo.

Entre tanto, los esclavos habian terminado de construir el puente que el dia antes habian comenzado los partidarios del rival del rey. Primero pasaron por el los guerreros, coronados con hojas de laurel; luego siguieron los vasallos y la caballeria de los principes.

Virata dejo que se adelantasen, pues sus cantos y alegria le oprimian el corazon. Luego se acerco a ellos y habia un gran contraste entre aquella alegria y su tristeza. Cuando Virata se hallo a la mitad del puente, se detuvo y contemplo largo tiempo el agua que corria a uno y otro lado. Todos los que se hallaban a una y otra orilla le miraban sorprendidos. Entonces Virata desenvaino su espada, la elevo sobre su cabeza como si quisiese dirigirla contra el cielo, despues bajo su brazo como muerto y, soltando la espada, la dejo caer al rio.

Inmediatamente de ambas orillas se lanzaron al agua desnudos guerreros que, hundiendose en la corriente, intentaron rescatar el arma. Virata permanecio indiferente y comenzo a andar, con rostro sombrio, entre las filas de sus maravillados vasallos. Ninguna palabra salio ya de sus labios cuando, despues, durante largas horas, la hueste vencedora fue avanzando lentamente por los amarillos caminos de la patria.

Estaban todavia lejos las puertas de jaspe y las almenadas torres de Birwag, cuando aparecio a lo lejos una blanca nube de polvo que levantaba un cortejo de jinetes que se iba aproximando.

Cuando los jinetes divisaron al ejercito vencedor, se detuvieron inmediatamente y los vasallos tendieron sobre el camino grandes alfombras, pues el rey que con ellos iba no debia jamas pisar el irisado polvo desde su nacimiento hasta que la llama de su vida se apagase.

Entonces el rey se aproximo encima de su anciano elefante, rodeado de sus hijos. El elefante, obedeciendo a la aguijada, doblo las rodillas y el rey descendio sobre el amplio tapiz.

Virata avanzo hacia el monarca y quiso inclinarse delante de su señor, pero el rey corrio hacia el y le abrazo estrechamente. Jamas en las cronicas mas antiguas se habia consignado tal honor a un vasallo.

Virata mando traer las garzas sagradas y, cuando las blancas alas comenzaron a aletear, estallo un entusiasmo tan grande que los corceles, asustados, se encabritaron y los conductores tuvieron que aplacar a los elefantes con las aguijadas.

Cuando el rey contemplo los simbolos de la victoria abrazo a Virata otra vez y este doblo una rodilla.

El rey tomo entonces en sus manos la espada del heroico padre de Rajputah, guardada hacia siete veces setecientos años en la camara del tesoro real, la espada cuyo blanco puño era de marfil y en cuya hoja, con ideogramas de oro, estaban escritas las misteriosas palabras de la victoria, palabras que ya no podian descifrar los sabios ni los sacerdotes de los grandes templos.

El rey presento a Virata la espada del heroe milenario como prenda de su agradecimiento y como simbolo de que el era desde aquel momento el mas alto de sus guerreros y el supremo jefe de su ejercito.

Pero Virata inclino su rostro y dijo:

Seame permitido suplicar benevolencia y hacer una peticion al mas valeroso de los reyes.

El rey le miro fijamente y dijo:

Tenla por concedida. Levanta tu rostro. Si quieres incluso la mitad de mis garzas reales no tienes mas que pedirlo.

Entonces Virata dijo:

Si es asi, te ruego dispongas que la espada sea devuelta a la camara del tesoro. En lo mas intimo de mi corazon he hecho voto de no coger jamas una espada. He matado a mi hermano, al que nacio en el mismo regazo que yo, al que jugaba conmigo en los brazos de mi madre.

El rey le miro sorprendido, permanecio un momento silencioso y luego le dijo:

No importa. Sin espada seras el mas alto de mis guerreros; contigo mi Imperio se sentira seguro contra todos los enemigos; jamas ningun guerrero ha podido conducir como tu un ejercito a la victoria. Toma mi cinturon como enseña de tu poder y ese mi caballo para que todos te reconozcan como a su jefe.

Virata inclino el rostro hacia el suelo y respondio:

Un misterioso ser ha hablado a mi corazon y yo le he comprendido. He matado a mi hermano y ahora se que todo hombre que mata a otro hombre mata a un hermano suyo. Yo no puedo ser caudillo en la guerra, pues en la espada esta la fuerza y la fuerza es enemiga del derecho. Quien tiene parte en el pecado de asesinato es el mismo un asesino. Yo no quiero inspirar temor, prefiero conocer la injusticia que se hace contra los debiles y comer el pan de los mendigos. Breve es la vida en el eterno mudar de las cosas. Deja que la parte que me queda de vida pueda vivirla como un justo.

Por un instante el rostro del rey se oscurecio. El silencio reinaba en torno de ellos contrastando con el anterior alboroto. Todos estaban sorprendidos, pues jamas en las mas antiguas paginas de la historia se habia registrado que un guerrero rechazase una ofrenda de su rey.

El rey miro entonces las sagradas garzas, signo de la victoria, rescatadas por Virata, y su rostro se aclaro de nuevo. Luego dijo:

Has sido el mas poderoso, Virata, contra mis enemigos. Y ya que ahora no puedo contar contigo para la guerra, quiero, a pesar de todo, tenerte a mi servicio. Como un justo conoces la culpa y la repruebas. Se entonces el mas alto de mis jueces y dicta tus sentencias en la escalinata de mi palacio; de esta manera la verdad sera enaltecida en mi mansion y el derecho reinara sobre mi pais.

Virata doblo la rodilla ante el rey en señal de agradecimiento. El rey le hizo subir a uno de los elefantes de su sequito y se encaminaron todos a la ciudad de las veintiseis torres, cuyo jubilo llego hasta ellos como un tempestuoso mar.

II

Desde la salida hasta la puesta del Sol administro Virata justicia en nombre del rey, en lo alto de la escalinata de marmol rosado, a la sombra del palacio. Sus palabras, como una balanza, fluctuaban largo tiempo hasta que se les ponia un peso. Su mirada penetraba clarividente en el alma de los culpables, y sus preguntas se hundian muy adentro, en lo mas profundo de la maldad, como un tejon en la oscuridad de la tierra.

Sus palabras eran rudas y jamas dejaba caer la sentencia en el mismo dia. Siempre ponia el frio espacio de la noche entre el interrogatorio y el fallo. Durante largas horas, hasta la salida del Sol, sus familiares le oian ir y venir intranquilo por la terraza de la casa, meditando sobre la justicia y la injusticia.

Antes de decidirse a dictar una sentencia hundia su frente y sus manos en el agua clara y fresca, para que sus palabras estuviesen limpias del calor de la pasion. Y, cuando habia hablado, preguntaba siempre a los condenados si les parecia que se habia cometido algun error. Ellos besaban entonces el escalon de marmol rosado y se alejaban con la cabeza inclinada, como si hubiesen oido la palabra de Dios.

Y es que Virata jamas hablo como un mensajero de la muerte, no impuso jamas esta pena ni aun a los mas culpables. Recordaba su involuntario crimen y aborrecia la sangre.

La lluvia acabo, pues, lavando las negras piedras que habian goteado sangre, los pilones que se hallaban en torno de la fuente milenaria de Rajputah y sobre los cuales el verdugo hacia inclinar las cabezas de los reos para cercenarlas. Virata mandaba encerrar a los miserables condenados a prision en las lobregas carceles de piedra, o los enviaba al campo a cortar piedras para las paredes de los jardines, o a los molinos de arroz, junto al rio, donde debian empujar las muelas en compañia de los viejos elefantes.

De este modo honraba la vida y los hombres le honraban a el, pues jamas se veia injusticia en sus sentencias, negligencia en sus preguntas ni ira en sus palabras.

Desde muy lejos del pais acudian los campesinos, en carros tirados por bufalos, con objeto de que el allanase sus diferencias. Los sacerdotes temian sus discursos y el rey sus consejos. Su fama crecia como el joven bambu en el agua, recto y gracil, en una noche. Los hombres habian olvidado aquel sobrenombre que le dieran de Rayo de la Espada, y en todas las comarcas era conocido con el nombre de Rajputah, el de la Fuente de la Justicia.

Al sexto año de administrar justicia en la escalinata de marmol rosado del palacio real, comparecio ante Virata un joven delincuente que pertenecia a la raza de los Kazar, raza salvaje que adoraba a los idolos de piedra. Sus pies estaban ensangrentados a causa de largos dias de caminata, y fuertes cuerdas ligaban estrechamente sus brazos. Los que le llevaban prisionero, dando muestras de gran furor, con los ojos brillantes de colera bajo las oscuras cejas, le hicieron avanzar hacia la escalinata y le obligaron a ponerse de rodillas delante del juez. Luego todos se inclinaron a su vez con las manos en alto, pidiendo justicia.

Virata miro sorprendido a los extranjeros.

¿Quienes sois, hermanos les pregunto y quien es ese que comparece atado ante mi? Parece que venis de muy lejos.

El mas anciano de ellos se inclino entonces profundamente y dijo:

Somos campesinos, señor, pacificos habitantes del Oeste. Y este que comparece atado es un monstruo que dio muerte a mas hombres que dedos tiene en las manos. Pretendia a la hija de un honrado vecino de nuestro pueblo; pero como es un devorador de perros y un asesino de vacas, el padre se nego a concedersela como mujer, dandola en cambio como esposa a un honrado comerciante. Entonces este monstruo, lleno de ira, se metio como un lobo en nuestro rebaño y por la noche asesino al padre y a sus tres hijos y, no satisfecha su ira con esto, siempre que uno de los pastores de su victima salia por la noche para conducir el ganado a los pastos de la montaña, le asesinaba tambien. De esta manera ha dado muerte a once hombres de nuestro pueblo, hasta que todos nosotros nos reunimos y salimos a cazarle como una fiera. Y aqui le traemos para que tu hagas justicia y nos libres de ese monstruo.

Virata clavo la mirada en el hombre que permanecia inmovil, arrodillado a sus pies, con los miembros fuertemente atados con cuerdas.

¿Es verdad lo que esos me dicen? le pregunto.

¿Quien eres? pregunto a la vez el acusado ¿Eres el Rey?

Soy Virata, su siervo, y el siervo de la ley. Para expiar mis culpas cuido de las culpa y me esfuerzo en distinguir lo verdadero de lo falso.

El acusado permanecio un espacio silencioso. Luego le miro con angustiosa mirada y le dijo:

¿Como puedes tu saber, por lo que te dicen, lo que es verdad y lo que es falso? ¿Como puedes ser sabio si tu sabiduria se fia tan solo en las palabras de los hombres?

De tus palabras puedo yo sacar mi respuesta, por tus palabras puedo yo conocer la verdad.

El acusado le lanzo una mirada despreciativa.

Yo no tengo nada que ver con esos. Y tu, ¿como puedes pretender saber lo que he hecho, si yo mismo no se lo que mis manos hacen cuando se apodera de mi alma la ira? Yo he hecho justicia al hombre que ha vendido una mujer por dinero, he hecho justicia a sus hijos y a sus siervos. Ellos reclaman contra mi. Yo les desprecio y desprecio tambien sus palabras.

Al oir esto, la ira se apodero de todos los que le acompañaban y comenzaron a gritar reclamando justicia contra aquel que, incluso, injuriaba al juez. Uno de ellos, lleno de furia, levanto el baston para asestarle un golpe, pero Virata domino con un gesto su furia y con voz tranquila volvio a interrogar a todos. Cuando recibia una contestacion de los demandantes, se dirigia al prisionero y le interrogaba a su vez sobre aquella declaracion.

Entonces el acusado apretaba los dientes. sonreia con malvada sonrisa y repetia:

¿Como intentas saber la verdad valiendote de las palabras de los demas?

El sol del mediodia brillaba ya sobre sus cabezas cuando Virata dio por terminado el interrogatorio. Se puso en pie y, segun su costumbre, manifesto que no dictaria la sentencia hasta el dia siguiente. Al oir esto, los demandantes elevaron las manos sobre sus cabezas.

Señor dijeron, hemos viajado durante siete dias en busca de tu dictado y necesitamos otros siete dias para regresar a nuestro pais. No podemos esperar hasta mañana. Nuestro ganado estara ya sediento, sin nadie que le conduzca a los abrevaderos, y los campos exigen nuestra labor. Señor, esperamos ahora tu sentencia.

Entonces Virata se volvio a sentar en el escalon y permanecio meditando largo rato. Su rostro reflejaba un gran cansancio, su espalda se inclinaba como abrumada por un enorme peso. Jamas le habia acontecido el tener que dictar una sentencia en el mismo dia, sin haber meditado antes profundamente sus palabras. Durante largo rato permanecio inmovil, en silencio. Las sombras de la noche iban ya llegando lentamente.

Al fin se puso en pie y se dirigio a la fuente para refrescar en ella su rostro y sus manos, para que de esta manera su palabra estuviese limpia del calor de la pasion.

Luego dijo:

¡Que mis palabras esten inspiradas por el unico deseo de la justicia! Sobre este hombre pesa la pena de muerte, puesto que ha arrancado violentamente la vida a once hombres. Durante un año madura la vida de un hombre encerrada en el regazo de la madre, asi este estara encerrado un año en la oscuridad de la tierra por cada hombre que el ha matado. Y, como ha derramado once veces la sangre de los hombres, once veces al año sera azotado hasta que la sangre salte de su piel, para que de esta manera pague la cuenta de su maldad. Pero no quiero que se le quite la vida, pues la vida es de los dioses y el hombre no puede disponer de lo que es de los dioses. Si mi sentencia es justa, esta justicia sera mi mayor recompensa.

Despues de estas palabras, Virata se sento pesadamente en el escalon y los demandantes besaron el peldaño rosado en señal de respeto.

El condenado clavo entonces su negra mirada en el juez.

Virata le dijo:

Te pedi con dulzura que me ayudases contra tus acusadores, pero tus labios han permanecido cerrados. Si hay un error en mi sentencia, reclama ahora ante el eterno Dios, no ante mi, reclama ante tu silencio. Yo queria ser benigno contigo.

El condenado exclamo, entonces:

Yo no quiero tu dulzura ni creo en ella. ¿Que clase de benignidad es la tuya que me arranca de un golpe la vida?

Yo no te he condenado a muerte.

Tu haces mas que quitarme la vida, me privas de ella con ferocidad. ¿Por que no me condenas a muerte? He matado hombre tras hombre y tu, en cambio, me dejas abandonado como una carroña en la oscuridad de la tierra, porque tu corazon es cobarde ante la sangre y en tu espiritu no hay fuerza. Tu ley es arbitraria. Tu sentencia no es sentencia, es tortura. Matame, puesto que he matado.

Ya te he juzgado y sentenciado.

¿Donde esta la medida de tu sentencia? ¿Que medida tienes, juez, para medir? ¿Quien te ha azotado a ti para que sepas lo que significa el latigo? ¿Como puedes contar los años como si lo mismo fuesen tus horas pasadas a la luz que las horas pasadas en la oscuridad de la tierra? ¿Has estado alguna vez en la carcel para que puedas darte cuenta de las primaveras que arrancas a mi vida? ¡Eres un ignorante, no un juez! Solamente aquel que interviene en la batalla sabe de ella, no aquel que la dirige desde lejos. unicamente quien ha experimentado el sufrimiento puede medir el sufrimiento. Solo el culpable puede medir tu orgullo para castigarle. Tu eres el mas culpable de todos. Yo me he visto cegado y arrebatado por la pasion de mi vida, por la angustia de mi miseria; pero tu dispones a sangre fria de mi vida, me mides con una medida que tu mano no tiene y con un peso que tu mano no ha sostenido nunca. Estas en la silla de la justicia, pero no puedes sentarte en ella como un juez. ¡Mides con la medida de la arbitrariedad! ¡Marchate de la silla de la justicia, ignorante juez, y no juzgues a los hombres vivos con la muerte de tus palabras!

Los labios del condenado estaban palidos de odio, y los demas, al oirle, cayeron furiosamente sobre el. Pero Virata los separo con su autoridad, se inclino hacia el condenado y le dijo en voz baja:

No puedo romper la sentencia que ha sido dictada en este escalon. Es muy posible que tu hayas sido tambien un juez.

Despues de esto, Virata se alejo a toda prisa, y los demas se apresuraron a cargar con cadenas al sentenciado. Virata volvio la vista atras y vio los ojos del condenado fijos en el, llenos de una malvada luz, y sintio entonces que aquella mirada se hundia profundamente en su corazon; le parecio, en aquel momento, que eran los ojos de su hermano muerto los que le miraban, de aquel hermano que habia dejado tendido ante la tienda de campaña del rival del rey.

Durante la noche, Virata permanecio sin decir palabra alguna. La mirada de aquel extranjero permanecia clavada en su alma, como una ardiente brasa.

Sus familiares le oyeron durante la noche, hora tras hora, ir y venir por la terraza de su casa, hasta que la aurora resplandecio rosada entre las palmas.

III

Al amanecer se baño Virata en el sagrado estanque del templo, hizo despues sus plegarias vuelto hacia el Oeste y luego entro en su casa para ponerse la amarilla veste de gala. Los suyos se sorprendieron al verle vestido con el traje de ceremonia, pero no se atrevieron a preguntarle nada.

Virata se encamino al palacio del rey, que estaba siempre abierto para el a cualquier hora del dia o de la noche. Virata se inclino profundamente ante el monarca y toco el borde de su vestido en señal de que deseaba hacerle una peticion.

El rey le miro con ojos tranquilos y dijo:

Tu deseo ha tocado el borde de mi vestido. Antes de que la formules en palabras, tu peticion ya esta concedida.

Virata volvio a inclinarse profundamente y dijo las siguientes palabras:

Tu me pusiste en el sitio del mas alto de tus jueces. Durante siete años he administrado justicia en tu nombre, y despues de todo ese tiempo aun no he conseguido saber con certeza si la administro bien. Te ruego que me concedas una luna de completo descanso para que, durante este tiempo, pueda buscar el camino de la verdad. Concedeme que siga ese camino lejos de ti y de los demas. Mi unico deseo es obrar sin injusticia y vivir sin culpa.

El rey respondio, sorprendido:

Falto de justicia quedara mi reino hasta que vuelva a nacer la luna nueva. No quiero preguntarte el camino que quieres seguir. Que el pueda conducirte a la verdad.

Virata beso el suelo en señal de agradecimiento, hizo una nueva inclinacion y se marcho.

IV

Al anochecer, entro Virata en su casa y llamo a su mujer y a sus hijos.

Por espacio de una luna les dijo no me vereis. Despedios de mi y no me pregunteis nada.

La mujer le miro llena de zozobra, los hijos le miraron dulcemente.

Virata los beso en la frente y les dijo:

Recluios ahora en vuestras habitaciones. Que nadie me siga ni intente saber adonde voy cuando haya salido de casa. No intenteis saber nada de mi hasta que aparezca en el cielo la luna nueva.

La mujer y los hijos inclinaron la cabeza y se fueron en silencio.

Virata se quito el vestido de gala y se puso una negra veste. Rezo algun tiempo ante la milenaria imagen de Dios, cogio unos manuscritos de hoja de palmera y los arrollo y cerro como una carta. Luego abandono la casa, sumida en la oscuridad, y, saliendo a las afueras de la ciudad. se encamino hacia las rocas donde se hallaban abiertas las profundas cuevas que servian de carcel a los condenados.

Al llegar alli llamo con recios golpes a la puerta, hasta que el carcelero, dormido sobre una estera, se desperto sobresaltado y acudio a ver quien era el que asi llamaba.

Entonces Virata le dijo:

Soy Virata, el supremo juez. Vengo a ver al prisionero que fue encerrado ayer en la cueva.

Esta encerrado en la mas profundo, señor manifesto el carcelero, en lo mas hondo de la oscuridad de la cueva. ¿He de conducirte hasta alli, señor?

Conozco el camino. Dame la llave y vuelvete a descansar. Por la mañana encontraras la llave junto a la puerta. No digas a nadie que me has visto.

El carcelero se inclino ante Virata, le entrego la llave y le ofrecio una luz. Luego, como se le habia ordenado, fue a tenderse de nuevo sobre la estera.

Virata abrio la puerta de cobre que cerraba la oquedad de la roca y se hundio en las profundidades de la carcel.

Hacia ya mas de cien años que los reyes Rajputabs habian comenzado a encerrar alli a sus prisioneros. Los condenados debian trabajar hendiendo, dia por dia, nuevos agujeros en la entraña de la tierra, abrir nuevas guaridas en el frio y duro granito para que sirviesen de cubil a los nuevos condenados que iban llegando a la carcel.

Antes de cerrar de nuevo la puerta, Virata lanzo una ultima mirada al espacio celeste, cuajado de blancas y temblorosas estrellas; luego cerro la puerta y quedo sumido en la mas profunda y temerosa oscuridad. Al golpetazo de la puerta la llama de su lampara se estremecio como un animal moribundo. A traves de la puerta se oia aun el blando susurro del viento en los arboles y la alegre griteria de los monos.

En la primera cueva se oia todavia ese rumor perdido a lo lejos. En la segunda cueva reinaba ya el terrible silencio, como en el fondo del mar debajo del inmovil y frio espejo del agua. Por las rocosas paredes resbalaban lagrimas de humedad, no se respiraba ya el puro aire de la superficie y, a medida que Virata iba andando, sus pasos resonaban en la inmensa frialdad del silencio.

En el quinto agujero, el mas profundo bajo la tierra, muy por debajo de la superficie donde las cimbreantes palmeras elevaban su gracia hacia el cielo, se hallaba la celda del condenado. Virata entro en aquel antro y elevo la lampara sobre su cabeza. Oscuras masas de sombras se confundian al incierto resplandor de la luz.

Se oyo el rechinar de una cadena. Virata se inclino sobre el ser que yacia en el suelo.

¿Me reconoces ? le pregunto.

Te conozco. Tu eres aquel que, sentado entre los grandes señores, decidiste mi suerte.

Yo no soy ningun señor. Solo soy un servidor del rey y de la Justicia. He venido para servir a esta.

El prisionero elevo sus sombrios ojos y los clavo en el rostro del juez.

¿Que quieres de mi?

Virata permanecio largo tiempo silencioso. Luego dijo:

Yo te hice daño con mis palabras, pero tu tambien me hiciste daño con las tuyas. Yo no se si mi sentencia ha sido justa, pero si se que en tus palabras estaba la verdad. No se puede medir con una medida que uno no conoce. Yo he sido un ignorante y quiero convertirme en un sabio. He condenado a muchos cientos de hombres a esta pavorosa carcel y no se nada de la carcel. Quiero orientarme y aprender a ser justo. Quiero que, al morirme, no haya culpa en mi alma.

El condenado le miraba sorprendido y, de cuando en cuando, sus cadenas sonaban suavemente.

Quiero saber lo que es la pena que tu sufres; quiero que mi cuerpo conozca la mordedura del latigo, lo que son las horas de prision para el alma de un prisionero. Por espacio de una luna quiero permanecer en tu lugar; quiero saber y pagar con esa experiencia mi culpa. Despues podre dictar mis sentencias con pleno conocimiento de su peso y de su crueldad. Entre tanto permaneceras libre. Te dare la llave que te conducira a la luz, seras libre durante el espacio de una luna. Prometeme que luego volveras a buscarme a esta oscuridad donde se habra hecho la luz en mi sabiduria.

El prisionero se puso vivamente en pie, las cadenas pendian a lo largo de su cuerpo.

Jurame continuo diciendo Virata, por la despiadada diosa de la venganza, que volveras. Si lo juras te dare la llave y mis propios vestidos. Dejaras la llave cerca de la yacija del carcelero y podras marcharte libremente. Tu juramento te ligara al dios milenario y, cuando la Luna este a punto de terminar su circulo, iras a ver al rey y le entregaras este manuscrito para que el quede informado de lo ocurrido y disponga segun sea de justicia. ¿Juras ante el dios multiforme cumplir lo que te ordeno?

Lo juro respondio el prisionero, con voz que el temor hacia temblorosa.

Virata le quito las cadenas y le puso su propio vestido sobre los hombros.

Aqui esta mi vestido. Dame el tuyo. Cubrete el rostro para que ningun guardian pueda reconocerte. Toma ahora estas tijeras y cortame el cabello y la barba para que yo tampoco pueda ser reconocido por nadie.

El prisionero tomo las tijeras y, temblando, las metio entre los cabellos del juez. Su mirada era suplicante, pero comenzo a cortar como se le habia ordenado. De pronto arrojo las tijeras al suelo y exclamo con voz estridente:

Señor, no puedo soportar que tu sufras por mi. Yo he matado, he derramado sangre con mi despiadada mano. Tu sentencia era justa.

No puedes volverte atras, puesto que has jurado. Ni yo tampoco, pues dentro de mi ha nacido la luz. Marchate como has prometido, y el dia de la luna nueva presentate al rey, que el me liberara. Entonces habra nacido en mi la sabiduria, sabre lo que debo hacer con respecto a ti y mi palabra estara libre de injusticia. Marchate.

El prisionero se inclino y beso la tierra.

Pesadamente chirrio la puerta en la oscuridad. Una vez mas salto la llama de la lampara como un animal moribundo. Luego la noche se precipito sobre el tiempo.

V

Al dia siguiente, por la mañana, Virata fue conducido por los carceleros al campo que se hallaba situado delante de la puerta de la ciudad y alli le azotaron, en cumplimiento de la sentencia dictada por el juez. Nadie le habia reconocido.

Cuando el latigo mordio por primera vez su espalda desnuda, Virata lanzo un grito; luego apreto fuertemente los dientes. Pero cuando hubo recibido veintisiete golpes sintio que se le nublaba la vista y perdio el sentido. Entonces se le llevaron otra vez al calabozo, como si fuese un animal muerto.

Al volver en si, Virata se encontro de nuevo encerrado en la oscuridad. Las heridas abiertas en su espalda le quemaban como fuego. Sintio, sin embargo, en su frente una dulce frescura y respiro un suave perfume de hierbas silvestres. Una mano se habia posado sobre sus cabellos y aquella caricia parecia que aliviaba sus sufrimientos. Lentamente abrio los ojos y miro en torno. La mujer del carcelero estaba junto a el y humedecia su frente. Virata la contemplo sorprendido y vio que la estrella de la compasion brillaba en los ojos de la mujer. A traves de las torturas de su cuerpo, Virata comprendio entonces el sentido del sufrimiento y el inmenso poderio del bien. Dulcemente florecio en sus labios una sonrisa y ya no se dio cuenta de sus padecimientos.

Al dia siguiente Virata pudo levantarse de su yacija y tocar con sus manos las paredes del calabozo. Sentia como si un mundo nuevo hubiese nacido en el, y cuando, al tercer dia, se cicatrizaron sus heridas, sintio que la fuerza volvia a su espiritu y a su cuerpo. Entonces permanecia largas horas sentado, lleno de tranquilidad. Por las negras paredes resbalaban las gotas de agua, lentamente, a lo largo del tiempo, rompiendo de cuando en cuando el profundo silencio al caer sobre el suelo, como marcando pequeñas particulas de aquel tiempo infinito que estaba compuesto de miles y miles de dias, que resbalaba dia y noche, impasible, desde los mas remotos tiempos de la humanidad antigua.

Dentro de el reinaba tambien el silencio, una profunda oscuridad reinaba en su sangre; pero la sangre circulaba emanando recuerdos, corriendo como una fuente mansa alimentando el tranquilo estanque del pasado, sin oleajes, lleno de una infinita claridad, donde se reflejaban limpidas imagenes a cuya contemplacion su corazon permanecia suspenso. Jamas habia sentido su espiritu tan clarividente como en aquella contemplacion del espectaculo de las lejanias hundidas en el pasado.

En aquella oscuridad, la mirada de Virata era de clarividente, los recuerdos se alzaban ante el y precisaban sus formas. El suave placer de la contemplacion limpia de deseos se cernia sobre el resplandor de los recuerdos, que se transfiguraban en mil formas, que se entremezclaban, como los dispersos guijarros de la prision bajo las manos acariciadoras del prisionero.

Entonces Virata evocaba la milenaria imagen del dios de la fuerza y se sentia liberado de la servidumbre de la voluntad, muerto entre los vivos y vivo en la muerte. Toda la angustia del pasado habia desaparecido y se sumergia en el suave deseo de la liberacion de su cuerpo. Le parecia que a cada momento se hundia mas profundamente en la oscuridad, como una negra raiz, como una piedra tan solo, reposando friamente impasible en la ignorancia del ser.

Durante dieciocho noches permanecio Virata sumido en su contemplacion, libre de las espinas de la vida. La bienaventuranza resplandecia en torno suyo, comprendia que habia cumplido su expiacion; su culpa y su fatalidad eran solo como un sueño en el despertar de la sabiduria eterna.

A la decimonona noche se sintio de pronto conmovido por un repentino pensamiento, le parecio como si una ardiente aguja le traspasase el cerebro. El espanto sacudio entonces su cuerpo y sus dedos comenzaron a temblar en sus manos como las hojas en una rama. El hombre al que habia condenado podia ser infiel a su juramento, olvidarle, y el entonces tendria que permanecer alli miles y miles de dias hasta que su carne se desprendiese de sus huesos y cayese al suelo y la lengua se le secase en el eterno silencio.

La voluntad, el ansia de vivir, salto entonces dentro de el como una pantera; se desencadeno en su espiritu una tempestad de angustia, de confusion y de esperanzas. Ya no podia pensar en el milenario dios de las mil formas, sino unicamente en si mismo. Sus ojos se sentian hambrientos de luz; sus piernas chocaban contra las duras piedras, querian andar, ir lejos, saltar y correr. Con toda el ansia desesperada de sus sentidos pensaba en su mujer, en sus hijos, en las riquezas del mundo, y su sangre hervia.

Desde este dia, sus recuerdos se ensombrecieron, se alzaron como enemigos contra el, fueron como una tempestad que le envolvia. Y el los buscaba, deseaba que los recuerdos le arrebatasen como una hoja muerta hacia las resplandecientes horas pasadas en la libertad; que el tiempo corriese y le acercase a la ansiada hora de la liberacion. Pero en torno suyo reinaba tan solo el silencio, y en el gran naufragio era como un nadador que luchaba y luchaba horas enteras. Las gotas de agua que resbalaban por las paredes le parecia que iban cayendo en un tiempo eterno, sin fin. Desesperado, se alzaba de su yacija y saltaba de un lado a otro, en la cueva llena de silencio; alocadamente giraba como una peonza entre las paredes. Insultaba a las piedras, maldecia a los dioses y al rey, con sus ensangrentadas uñas arañaba las rocas, y daba golpes con el craneo contra la puerta hasta que caia sin sentido al suelo. Luego volvia en si, despertaba, y como una rata rabiosa corria por todos los angulos de su celda.

Desde este dia hasta la luna nueva se consumio Virata en su encierro. Rechazaba la comida miserable que le llevaba el carcelero. No pensaba en nada; sus labios iban contando mecanicamente las gotas de agua que caian en el tiempo sin fin, intentando distinguir un dia de otro dia, hasta que de pronto la cabeza se inclinaba sobre su pecho pajo el pesado martillazo del sueño.

A los veintitres dias Virata oyo ruido mas alla de la puerta de su calabozo. Luego volvio a reinar el silencio. Despues se oyeron pasos, la puerta se abrio, una luz resplandeciente cego sus ojos. Delante de aquel ser enterrado en la oscuridad se hallaba el rey.

El rey abrazo amorosamente a Virata y le dijo:

Me he enterado de tu accion, que es la mas grande de todas las que se rememoran en los escritos de los antepasados. Como una estrella, resplandece muy alta sobre la mezquindad de nuestra existencia. Sal afuera para que el fuego de Dios te ilumine y los ojos puros del pueblo puedan contemplar a un hombre justo.

Virata aparto sus manos de los ojos, pues la luz le habia herido como un aguijon, dejandole tan solo ver la purpura de su sangre. Se puso en pie como un beodo y los siervos tuvieron que sostenerle. Luego, una vez mas sereno, dijo al rey:

Tu, rey, me has dado el nombre de justo; pero yo se que todo aquel que habla de justicia, que quiere hacer justicia, obra injustamente y se llena de culpa. En estas profundidades hay multitud de hombres que sufren con injusticia a causa de mi palabra. Se ahora lo que les he hecho sufrir y se que no podre pagar sus sufrimientos. Te ruego que los mandes poner en libertad antes de que yo salga.

El rey ordeno que se liberase a los prisioneros. Luego dijo a Virata:

Te sentabas en la escalinata de mi palacio para administrar justicia como el mas alto juez. Ahora eres un sabio, un caballero aleccionado en la caballeria de los sufrimientos; ahora, por lo tanto, debes sentarte a mi lado para que yo pueda oir tus palabras y yo mismo llegue a ser sabio con tus conocimientos sobre justicia.

Virata abrazo las rodillas del rey en deseo de hacerle una peticion:

Dejame libre de mis cargas; yo ya no puedo administrar justicia, pues se que nadie puede ser juez, que es a Dios a quien corresponde castigar y no a los hombres. El hombre que señala el destino a los otros hombres cae en pecado y yo quiero vivir sin culpa.

Sea asi respondio el rey; no seras juez, sino consejero mio. Me aconsejaras en la guerra y en la paz, sobre la justicia de los impuestos y gabelas, y asi no me equivocare en mis resoluciones.

Otra vez Virata abrazo las rodillas del rey:

No me des poder, pues el poder excita a la accion y cualquier accion puede ser justa o no serlo respecto a su fin. Si te aconsejase la guerra, sembraria entonces la muerte. Solamente puede ser justo aquel que no tiene parte en ninguna obra y vive solo. Jamas he estado mas cerca de la sabiduria que ahora que he vivido aislado, sin la palabra de los hombres. Dejame vivir pacificamente en mi casa, sin mas obligacion que la del sacrificio a los dioses. De este modo estare limpio de culpa.

El rey le dijo entonces, contrariado:

¿Como es posible contradecir a un sabio? No esta permitido torcer la voluntad de un justo. Vive, pues, segun tu voluntad. Sera una honra para mi Imperio el que dentro de sus limites viva un ser liberado de toda culpa.

Una vez fuera de la carcel, Virata se despidio del rey. Sentia su espiritu liberado, regresaba a su hogar tranquilo, sin preocupaciones de una pesada obligacion.

Detras de si oyo Virata un rumor de pasos de pies desnudos. Se volvio y pudo ver al condenado cuyo suplicio habia sufrido el. Aquel hombre iba besando las huellas que dejaban en el polvo las sandalias de Virata. Luego desaparecio.

Entonces florecio una sonrisa en los labios de Virata, una sonrisa que no habia vuelto a nacer en sus labios desde aquel dia en que los aterrados ojos del hermano muerto se habian clavado en el.

Virata entro lleno de alegria en su casa.


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