Del miedo al amor y a la madurez existencial
El miedo es en realidad la ausencia del amor. Podemos pasar del miedo al amor y a la madurez existencial porque en cada corazón está el poder para hacerlo.
MARIANNE WILLIAMSON
LA LUZ DEL AMOR
La oscuridad es simplemente la ausencia de luz, y el miedo no es más que la ausencia de amor.
El miedo es parte de la mente. La mente es cobarde, y tiene que ser cobarde porque no tiene ninguna base. Está vacía y hueca, y está asustada por todo. Y básicamente está tan asustada que un día te puedes hacer consciente. ¡Ése realmente será el fin del mundo! No el fin del mundo sino que llegues a estar consciente, que llegues a un estado de meditación donde la mente tiene que desaparecer.
Da la espalda al miedo y avanza hacia el amor.
El miedo es en realidad la ausencia del amor. Y si el miedo es un problema para ti, eso indica que los estás mirando desde el lado equivocado. El amor debería ser el problema, no el miedo. Si el miedo es el problema, en realidad el problema es que deberías ser más amoroso de forma que alguien pudiera amarte más. Deberías estar más abierto hacia el amor.
Amando avanzas a la madurez cósmica.
Espera en silencio por lo que sea, y descubrirás un nuevo fenómeno que siempre ha estado presente, pero del cual no has estado atento, no has estado consciente. Tu mente se volverá completamente silenciosa a medida que sientas la presencia de la existencia siempre viva. Dios existe en la eternidad. El único punto en donde la eternidad se encuentra con el tiempo es en el presente. El presente es el único momento que existe.
Veamos a Marianne Williamson exponer algunas reflexiones del miedo, el amor y la madurez cósmica...
MIEDO Y AMOR
Hay un profundo terror a no ser amados por quienes somos. Sin más. Por SER.
Sentimos que si realmente nos vieran como somos, si vieran esta verdad, dejarían de amarnos. Y así el tesoro tan precioso que está dentro de nosotros permanece oculto, en una gruta oscura, húmeda y profunda. Y hay un eterno anhelo de vida, el de esperar ser descubiertos. Vistos. Reconocidos. Esperando en silencio que este tesoro sea visto por otros ojos, pero manteniendo en secreto su existencia… ¿Cómo puede nadie descubrirlo?
¿De dónde viene este miedo?
Hay muchísimos factores que han influido en su origen y en cómo se ha ido alimentando a lo largo de nuestra vida. Nuestras heridas más profundas derivan de nuestra necesidad insatisfecha de amor incondicional por parte de nuestros padres o las figuras que estuvieron a nuestro cargo cuando éramos niños.
De la necesidad de haber sido vistos y reconocidos. Que cada una de nuestras partes fueran acogidas. Que todos los rinconcitos de nuestro Ser fueran honrados. De su incapacidad para esto. Su incapacidad que afectó a la nuestra. Crecimos internalizando la idea de que no somos dignos de amor. Que hay algo profundamente mal en nosotros.
Tememos que la verdad de lo que somos no sea aceptable. Así nos anestesiamos desarrollando mecanismos de defensa, estructuras y corazas que nos desconectan de nuestro cuerpo, y de la vida misma. Si no estamos en nuestro cuerpo, no estamos aquí.
El amor es aquello con lo que nacimos. El miedo es lo que hemos aprendido aquí. El viaje espiritual es la renuncia al miedo y la nueva aceptación del amor en nuestro corazón. El amor es el hecho existencial esencial. Es nuestra realidad última y nuestro propósito sobre la tierra. Tener plena conciencia de él, tener la vivencia del amor en nosotros y en los demás, es el sentido de la vida.
NUESTRO MIEDO MÁS PROFUNDO
El amor expulsa el miedo de la misma manera que la luz expulsa la oscuridad.
Nuestro miedo más profundo no es el de ser inapropiados. Nuestro miedo más profundo es el de ser poderosos más allá de toda medida. Es nuestra luz, no nuestra oscuridad, lo que nos asusta. Nos preguntamos: ¿Quién soy yo para ser brillante, precioso, talentoso y fabuloso? Más bien, la pregunta es: ¿Quién eres tú para no serlo? Eres hijo del universo.
No hay nada iluminador en encogerte para que otras personas cerca de ti no se sientan inseguras. Nacemos para poner de manifiesto la gloria del universo que está dentro de nosotros, como lo hacen los niños. Has nacido para manifestar la gloria divina que existe en nuestro interior.
No está solamente en algunos de nosotros: Está dentro de todos y cada uno. Y mientras dejamos lucir nuestra propia luz, inconscientemente damos permiso a otras personas para hacer lo mismo. Y al liberarnos de nuestro miedo, nuestra presencia automáticamente libera a los demás.
Cada uno de nosotros tiene una recamara interior que podemos visitar para ser purificados de sentimientos y pensamientos basados en el miedo. Esta recamara, el sanctasanctórum, es un santuario de luz. Como dejamos que nuestra luz brille, inconscientemente damos permiso a otros para hacer lo mismo. A medida que nos liberamos de nuestro propio miedo, nuestra presencia libera a otros en realidad.
A menudo tenemos miedo de mirar nuestra sombra porque queremos evitar la vergüenza o el bochorno que viene junto con admitir errores. El miedo es una ilusión, un delirio. Nuestra locura, nuestra paranoia, nuestra angustia y nuestros traumas son imaginarios. Tenemos miedo de morirnos jóvenes y también de envejecer. Tenemos más miedo de la vida que de la muerte.
La oscuridad es simplemente la ausencia de luz, y el miedo no es más que la ausencia de amor. Por eso siempre es el amor es con lo que hemos nacido. El miedo es lo que hemos aprendido aquí. Utilicemos el amor para expulsar el miedo de la misma manera que la luz expulsa la oscuridad.
VOLVER AL AMOR
No estamos retenidos por el amor que no recibimos, sino por el amor que no ofrecemos.
Cuando somos verdaderamente sinceros con nosotros mismos, nuestro problema no es que las oportunidades de éxito no hayan aparecido. Dios siempre está expandiendo nuestras posibilidades. Se nos dan multitud de oportunidades, pero tendemos a sabotearlas. Nuestras energías conflictivas lo echan todo a perder. Pedir otra relación u otro trabajo no nos sirve de mucho si en la nueva situación nos vamos a mostrar exactamente tal como nos mostramos en la anterior. Mientras no nos sanemos de nuestros demonios internos, de nuestros hábitos mentales atemorizantes, convertiremos cada situación en la misma dolorosa tragedia que la anterior. Todo lo que hacemos está impregnado de la energía con que lo hacemos. Si estamos frenéticos, nuestra vida será frenética. Si estamos en paz, nuestra vida será pacífica. Así, en cualquier situación, nuestro objetivo es la paz interior. Nuestro estado interno determina las experiencias de nuestra vida, y no nuestras experiencias las que determinan nuestro estado interno.
El término crucifixión alude a la pauta energética del miedo. Representa el sentimiento limitado y negativo del ego, y la forma en que éste siempre intenta limitar, contradecir o invalidar al amor. El término resurrección alude a la pauta energética del amor, que reemplaza al miedo y lo trasciende. La función de un obrador de milagros es el perdón. Al realizar nuestra función, nos convertimos en canales para la resurrección.
Dios y el ser humano son el equipo creativo fundamental. Dios es como la electricidad. Una casa puede disponer de instalación eléctrica, pero si no hay ningún aparato eléctrico, ¿de qué servirá? Si vemos a Dios como la electricidad, nosotros somos Sus lámparas. No importa el tamaño de la lámpara, ni su forma ni su diseño. Lo único que importa es que esté conectada. No importa quiénes somos, ni cuáles son nuestros dones. Lo único que importa es que estemos dispuestos a que Él nos use a Su servicio. Nuestra disposición, nuestra convicción, nos dan un poder milagroso. Los servidores de Dios llevan la impronta de su Maestro.
Las lámparas sin electricidad no dan luz, y la electricidad sin lámparas, tampoco. Juntas, sin embargo, eliminan toda oscuridad.
LA MADUREZ CÓSMICA
Criatura de Dios, fuiste creado para crear lo bueno, lo hermoso y lo santo.
A medida que nos convertimos en canales más puros para la luz de Dios, se intensifica nuestro apetito de la dulzura que es posible lograr en este mundo. La meta de un obrador de milagros no es pelear con el mundo tal como es, sino crear el mundo que podría ser.
Limitarse a tratar el síntoma de un problema no es en realidad tratarlo. Tomemos las bombas nucleares, por ejemplo. Si todos nos empeñamos mucho, firmamos suficientes peticiones y elegimos funcionarios nuevos, podremos erradicarlas. Pero, ¿de qué nos servirá eso, en última instancia, si no nos liberamos del odio que hay en nuestro corazón? Nuestros hijos o los hijos de nuestros hijos fabricarán una fuerza destructiva más poderosa que esas bombas, si aún siguen albergando dentro de sí el miedo y el conflicto.
Todo en el universo físico forma parte del viaje que nos adentra en el miedo o del que nos devuelve al amor, según de qué manera lo use la mente. Lo que dedicamos al amor se usa con fines de amor. De este modo, trabajamos dentro de este ilusorio mundo, en el nivel político, social, ambiental o en lo que sea, pero reconocemos que la verdadera transformación del mundo no proviene de lo que estemos haciendo, sino de la conciencia con que lo hagamos. De hecho, lo único que hacemos es ganar tiempo hasta que la verdadera transformación de las energías globales tenga oportunidad de abrirse paso.
Recuerden: El mundo es un universo holográfico, en el que cada pieza contiene el todo. El universo conspira en cada instante para traer paz y felicidad. En cada comunidad hay trabajo por hacer. En cada nación hay heridas que sanar. En cada corazón está el poder para hacerlo.