La madurez espiritual reeduca el ego infantil
La madurez espiritual reeduca el ego infantil para ser un testigo objetivo y eficiente, que observe la dualidad y encuentre una síntesis que la trascienda.
LAURA FOLETTO
LA MADUREZ ESPIRITUAL
La madurez espiritual no tiene nada que ver con tus experiencias vitales.
Tiene que ver con tu viaje interior, con tus experiencias interiores. Cuanto más profundiza en sí misma una persona, más madura es. Cuando alcanza el centro de su ser es totalmente madura. Pero, entonces, desaparece la persona y solo queda la presencia. El ser desaparece y solo queda el silencio. Desaparece el conocimiento y solo queda la inocencia.
Para mí, madurez espiritual es otra forma de decir realización: has llegado a satisfacer todo tu potencial, se vuelve real. La semilla ha realizado un largo viaje y ha florecido.
La madurez espiritual tiene una fragancia. Le da una enorme belleza al individuo. Le da inteligencia, la inteligencia más penetrante. Lo convierte en amor. Sus actos son amor, su ausencia de actos es amor; su vida es amor, su muerte es amor, Es una flor de amor.
En Occidente, las definiciones de madurez son muy infantiles. En Occidente, madurez significa que ya no eres inocente, que has madurado a través de las experiencias de la vida, que no te pueden engañar fácilmente, que no pueden abusar de ti, que dentro de ti tienes algo parecido a una roca firme, una protección, una seguridad. Esta definición es muy simple, muy mundana. Sí, en el mundo encontrarás a personas maduras de este tipo. Pero mi manera de entender la madurez es completamente distinta, es diametralmente opuesta a esta definición.
La madurez espiritual no te volverá como una piedra; te hará vulnerable, delicado, sencillo...
Veamos que nos dice Laura Foletto al respecto...
EL EGO INFANTIL
Pasando del Ego infantil a la Madurez Espiritual.
Yo sé que esto es una reacción infantil, pero no sé cómo ser madura, me dice una consultante, luego de contarme cómo estuvo llorando sin parar por una situación que no puede manejar de otra forma.
La palabra YO nos da la ilusión de que hay UNO en medio de una gran multitud. Pero esa gran multitud es la cantidad enorme de aspectos conviven en nosotros: el miedoso, el soberbio, el generoso, el sádico, la víctima, el trabajador, el vago, el iluminado, el orgulloso y podría seguir hasta llenar páginas. Las voces de todos ellos nos hablan constantemente y nos confunden, nos limitan, nos enloquecen, nos aclaran, nos ayudan, nos constituyen.
Basta que queramos tomar una decisión para que aparezcan: No puedo, dice el Miedoso; ¡Qué fantástico!, dice el Arriesgado; Sería un buen aprendizaje, dice el Sabio; Es muy complicado, dice el Lógico y así cada uno de nuestros personajes se presenta con su punto de vista y, más de una vez, terminamos tan aturdidos que no hacemos nada.
Para complicarla, la mayoría de estos aspectos se han quedado en la niñez. Fueron moldeados a través de las experiencias acumuladas hasta los ocho años y reaccionan de una manera infantil, con las mismas emociones de cuando teníamos cuatro. Aquí observamos otra ilusión: la de que somos adultos, que somos niños en cuerpos grandes.
Esto sucede porque dejamos de crecer. Nos llenamos de información, de carreras universitarias, de teorías, de modelos externos, de deber ser, tener, hacer, pero no hemos evolucionado como individuos interiormente, en la realidad, seguimos atados a lo que nuestros Niños Internos todavía no pudieron sanar ni elaborar.
REEDUCANDO EL EGO
¿Es malo tener un Ego lleno de Aspectos? ¿Hay que negarlo, destruirlo, ensalzarlo?
No, hay que reeducarlo. Cuando un consultante me cuenta que sus voces internas lo vuelven loco, de miedo, de posibilidades, de rabia, le pregunto qué hace y normalmente me dice que nada, que no puede con eso, que es más grande que él, que no se le ocurre cómo soltarse, que es así, que siempre fue así…
En el fondo, está diciendo que es un niño impotente. Y, en cierto forma, lo es, porque nunca lo ayudó a crecer, no lo confortó, no lo contuvo, no le mostró otras variables, solamente le siguió la corriente. Le pregunto: Si fuera tu hijo y comenzara a correr por la habitación, gritando y rompiendo todo, lleno de miedo, ¿solo lo mirarías, sin hacer nada?, me dice: Por supuesto que no, lo detendría y le hablaría hasta calmarlo, lo abrazaría. Entonces; ¿Por qué no haces lo mismo con tus Aspectos? Ellos quieren ayudarnos pero no saben cómo porque lo que aprendieron no nos sirve ahora.
El Ego es un instrumento del Alma que nos permite aprender a ser creadores responsables. Cuando no lo usamos de esa forma y casi nadie lo hace, es un amo destructivo y temeroso, exigente e impotente, sometido por la familia y la sociedad. Se cree el dueño y es en realidad una multitud de sirvientes. Para reeducar el Ego podríamos comenzar por establecer un Mayordomo, que ponga orden y sepa su lugar.
La mente es el dominio del Ego y debe ser reeducada para ser un Testigo objetivo y eficiente, que observe la dualidad y encuentre una síntesis que la trascienda. Las emociones son una enorme fuente de energía y motivación que deben ser sanadas y reconducidas. Gastamos grandes sumas de dinero en tonterías y perdemos el tiempo en cosas que no nos dejan nada más que insatisfacción, confusión, vacío, frustración. Seguimos un modelo que es básicamente destructivo y obstructor de nuestras capacidades.
Si realmente deseamos ser felices, plenos, abundantes, luminosos, es necesario que lo prioricemos, que toda nuestra vida se reconduzca hacia la consciencia, el cuerpo, el presente, la reeducación, la sanación, el amor. El Ego le debe servir al Alma. Nuestro diseño original tiene ese propósito. Comencemos.
La mente es el dominio del Ego y debe ser reeducada para ser un Testigo objetivo y eficiente. Laura Foletto