Mahoma y el carácter - Personajes
La musulmana es una religión más, y al mismo tiempo es un compendio de sabiduría ancestral que cada pueblo de oriente y del norte de África adopta.
MAHOMA
RELIGIÓN MUSULMANA
La musulmana es una religión más, y al mismo tiempo es un compendio de sabiduría ancestral que cada pueblo de oriente y del norte de África ha sabido conjugar en un mismo principio espiritual, madre de las más hermosas formas artísticas, únicas e increíblemente armoniosas, donde el artista busca reconocer a su creador. A Mahoma se debe la unión espiritual de todos estos pueblos que lograron durante toda la oscura edad media Europea, convertirse en la civilización más culta, amasando una sabiduría ingente y magnífica, sobresaliente en todos los campos del conocimiento. Su profunda admiración y estudio por la sabiduría filosófica griega, especialmente Aristóteles, los convirtió en herederos de su conocimiento, acumulando la mayor cantidad de escritores, poetas, médicos, astrónomos, científicos, y toda suerte de eruditos, más reconocidos de todos los tiempos. Todo ello, bajo la guía religiosa del Corán de Mahoma, el más importante de los 124,000 profetas que reconoce el Islam. Para los musulmanes, los profetas, como mensajeros de los dioses, son los verdaderos maestros de la humanidad.
Carácter del Santo Profeta mahoma
Su estatura, aunque poco más que la media era noble e imponente. La intensidad del sentimiento en sus ojos negros y la expresión abierta así como la amplia sonrisa dibujada en su hermoso rostro, ganaron la confianza y el amor de desconocidos incluso a primera vista. Era, como dijo un fiel seguidor, el ser más agraciado y valiente, el más simpático y generoso de entre todos los hombres. Era como si la luz del sol brillase de su cara. Su modo de andar se comparó con el paso airoso de una persona que desciende rápidamente una pendiente. Cuando tenía prisa, los demás tenían dificultades en seguirle. Nunca se giraba, ni si quiera si su manto se enganchaba en un arbusto espinoso, así que los que le atendían podían hablar o reír a sus espaldas sin temor de ser observados.
Era minucioso en todas sus acciones y nunca emprendió una actividad sin llevarla a buen término. La misma costumbre se ponía de manifiesto en su manera de relacionarse con los demás. Si se giraba para entablar conversación con un amigo no lo hacía parcialmente sino con todo su cuerpo. Cuando daba la mano nunca era el primero en retirarla, tampoco solía ser el primero en terminar una conversación o dejar de escuchar a una persona recién conocida. Su costumbre era hacer todo personalmente sin delegar en otros. Si daba limosna él mismo ponía el dinero en la mano de quien se lo pedía. Ayudaba a sus mujeres en las tareas domésticas, remendaba su ropa, ataba las cabras, incluso arreglaba sus sandalias. Su ropa era habitualmente de una tela sencilla de algodón blanco, igual que la de sus vecinos. Nunca se recostaba durante las comidas. mahoma y sus mujeres vivieron, como hemos visto, en unas sencillas casas adosadas hechas de ladrillos sin cocer. Las estancias estaban divididas por unos tabiques hechos de ramas de palmera toscamente lucidos con barro y unas cortinas de trozos de cuero o de arpillera hacían la función de puertas y ventanas. A todos permitía el acceso a su persona al igual que un río ofrece a todos sus aguas. Recibía a los embajadores y a los representantes con gran cortesía. La redacción de documentos y acuerdos resultantes de estas reuniones y de otros asuntos de estado, se hizo con la gran sabiduría y habilidad de un estadista experimentado. Un hecho aún más sorprendente cuando se tiene en cuenta que mahoma no sabía ni leer ni escribir.
En el carácter de mahoma destacaba la cortesía y la consideración con que siempre trataba incluso al más humilde de sus seguidores. La modestia, la bondad, la paciencia, la abnegación y la generosidad impregnaban su conducta y ganaban el cariño de todos los que le rodeaban. No le gustaba dar una negativa por respuesta. Si no podía contestar afirmativamente a una súplica, prefería guardar silencio. Nunca rechazó una invitación a casa de alguien ni si quiera del más pobre, ni rechazar un regalo por pequeño que fuese. Poseía el don, nada habitual, de hacer sentir a cada persona como si fuera su invitado predilecto. Si encontraba a una persona celebrando algún éxito enseguida solía darle un cordial apretón de manos. Con los afligidos o los que añoraban alguna perdida, expresaba su comprensión con sinceridad y ternura. Con los niños era amable y afable, y nunca dudaba en dirigirse a un grupo de ellos con un saludo de paz. Compartía su comida con los demás, incluso en tiempos de escasez y asiduamente procuraba la comodidad de los que le rodeaban. En todos estos ejemplos destaca su carácter benévolo y bondadoso. mahoma era un amigo siempre fiel. Quería a Abu Bakr cómo se quiere a un hermano, a Alí con la ternura de un padre; Zaid, el hombre que fue liberado, se sintió tan profundamente conmovido por la bondad del Profeta, que prefirió quedarse en la Meca en lugar de volverse a casa con su propio padre. "No te abandonaré nunca," dijo abrazándose a su benefactor, "¡porque has sido un padre y una madre para mí!" Su amistad perduró más allá de la muerte de Zaid, y su hijo, Usama, recibió un trato especial en honor de su padre. Uthman y Umar también recibieron muestras de especial cariño, y el entusiasmo con el que, durante el tratado de Hudaibiyya, el Profeta juró la promesa del árbol, afirmando que defendería a su cuñado hasta la muerte, fue una notable muestra de su fiel amistad. Se pueden citar más ejemplos de su sincera y sólida fidelidad. Jamás se equivocó al elegir sus amistades y todos le correspondieron con amor y abnegación.
En el ejercicio de un poder absoluto y dictatorial; mahoma era justo y moderado. Actuaba con misericordia hacia sus enemigos una vez ellos aceptaban de buen grado las demandas del Profeta.. La larga y obstinada lucha, que mantuvieron los habitantes de la Meca en contra de sus pretensiones, podría haber inducido a su conquistador a manifestar su indignación con huellas imborrables de sangre y fuego. Pero mahoma, con excepción de a unos pocos criminales, concedió el perdón universal y con gran nobleza, condenando al olvido las memorias del pasado, las burlas, los insultos y la persecución, dio, incluso al más acérrimo de sus oponentes, un trato de cortesía e incluso de amistad. No menos destacada fue la indulgencia con la que trató a Abducía y a aquellos ciudadanos de Medina contrarios al Islam, que persistieron durante años en sus esfuerzos de frustrar sus objetivos y resistir su autoridad, ni la clemencia con lo que recibió a los representantes sumisos de tribus que antes habían mostrado una enemistad implacable.
También escribió; El hecho de que los más tempranos conversos al Islam fueran personas no solamente de un carácter intachable, sino también amigos íntimos, personas de su hogar, corrobora notablemente la sinceridad de mahoma. Eran todos individuos que conocían íntimamente su vida privada y si hubiere existido alguna discrepancia entre ésta y su vida publica, como suele ocurrir en el caso de farsantes, ellos lo hubiesen sabido.