Moralejas y sabiduría del Tao - Cuento
Cuentos con moralejas y sabiduría del Tao. Es lo preferido por los que están interesados en ir profundizando en el Tao. Veamos tres buenos relatos.
EL TAO
CONOCIENDO EL TAO
El Tao no depende de las creencias.
Tú no puedes creer en él. El Tao no conoce un sistema de creencias. No dice: Cree. Esto es lo que han hecho otras religiones. Tao es el abandono de todos los sistemas de creencias. Entonces aparece una clase completamente nueva de confianza: la confianza en la vida. Las creencias implican tener fe en los conceptos. Los conceptos se refieren a la vida. La confianza no se preocupa de los conceptos. La confianza es inmediata, en la vida, no en algo que se refiere a la vida.
La creencia está muy lejos de la vida. Cuanto más fuerte sea la creencia, mayor es la barrera. El Tao no es ni la creencia ni la incredulidad, sino el abandono de toda creencia e incredulidad. Cuando abandonas toda las creencias e incredulidades y estás en contacto directo e inmediato con la vida, surge una confianza, un gran sí surge en tu ser. Este sí transforma, transforma completamente.
Veamos tres cuentos sobre el TAO...
¿QUÉ ES EL TAO?
Es una buena pregunta, ¿Qué es el Tao?
Pues para intentar contestar a esta sencilla pregunta se han escrito libro y más libros. Y si, he dicho intentar, porque El Tao que puede ser expresado no es el Tao eterno. Un claro ejemplo de ello es la siguiente historia:
Un rico empresario se horrorizó al ver a un amigo suyo taxista tomándose tranquilamente un refresco en una soleada terraza del centro.
- ¿Por qué no has salido con tu taxi?, le preguntó el empresario.
- Porque ya he ganado lo suficiente hoy, le respondió el taxista.
- ¿Y por qué no continúas trabajando?, insistió el empresario.
- ¿Y qué iba a conseguir con eso?, preguntó a su vez el taxista.
- Ganarías más dinero, fue la respuesta.
De esta manera podrías comprarte un coche mejor, con mejores prestaciones, con un maletero más grande y de mayor número de plazas. Con él también podrías hacer trayectos más largos y llevar a más gente. Así ganarías lo suficiente para comprarte más coches y poder pedir más licencias. De esa manera podrías tener a gente trabajando para ti, incluso podrías tener una flota de taxis. ¡Serías rico como yo!.
- ¿Y qué haría entonces?, preguntó de nuevo el taxista.
- Podrías sentarte y disfrutar de la vida, respondió el empresario.
- ¿Y qué crees que estoy haciendo en este preciso momento?, respondió el satisfecho taxista.
¿Qué necesidad hay de dar tantas vueltas para llegar a un mismo sitio? La no-acción, la sencillez de movimientos, vivir en el aquí y en el ahora, el ahorro de la energía, así se vive de acuerdo con el Tao. Una de las claves es saber aguardar el momento oportuno para la acción, el momento perfecto en el que un movimiento realizado con conciencia propiciará una consecución de actos como la caída de una ficha de dominó: todo fluye y cae por su propio peso. La habilidad para ceder, para fluir sin rigidez, para ir con la corriente en vez de contra, doblándose y adaptándose como un bambú ante los vientos.
MORALEJA
Es el poder que logra el cambio mediante el esfuerzo sin esfuerzo.
LAO TZU
La estatua de Lao Tzu, el fundador del Tao.
Un joven lleva años pensando en ir a las montañas y conocer la estatua de Lao Tzu. El joven ama las palabras, la forma en que Lao Tzu ha hablado, el estilo de vida que ha llevado, pero nunca ha visto una estatua suya. No existen templos taoístas, así que hay muy pocas estatuas y todas están en las montañas, al aire libre, talladas en la misma montaña, sin techo, sin templo, sin sacerdote, sin culto.
Pasan los años, y siempre muchas cosas se interponen. Pero una noche decide finalmente que debe ir, además el lugar no está lejos, solo queda a cien millas de distancia, pero como él es pobre tendrá que caminar. A media noche –elige la noche porque al estar dormidos la esposa, los hijos y la familia no se le presentará ningún problema- coge una lámpara en sus manos, pues la noche es oscura, y se aleja del pueblo.
Al salir del pueblo y dirigirse al primer mojón, surge en él un pensamiento: ¡Por Dios, cien millas, y solo tengo dos pies! Esto me va a matar. Estoy pidiendo lo imposible. Nunca he caminado cien millas, y no hay carretera…. El camino es estrecho, de montaña, solo para caminantes y también peligroso, así que piensa: Vale la pena esperar a que amanezca. Al menos habrá luz y veré mejor; de otro modo me despeñaré en algún punto de este estrecho sendero y desapareceré sin ver la estatua de Lao Tzu; sería el final, simplemente. ¿De qué sirve suicidarse?.
Estaba en esas, sentado a las afueras del pueblo, cuando se le acercó un anciano a la salida del sol. Vio al joven sentado y le preguntó:
- ¿Qué estás haciendo aquí?
- El joven se lo explicó.
- El anciano rió. Dijo:
¿No has escuchado el viejo refrán? Nadie es capaz de dar dos pasos al mismo tiempo. Solo puedes dar un paso a la vez: los poderosos, los débiles, los jóvenes, los viejos; no importa. Y el refrán continúa: solamente paso a paso puede un hombre recorrer diez mil millas, ¡y este camino solo tiene cien! No seas estúpido. Además, ¿quién te está diciendo que sigas sin parar? Puedes tomarte tu tiempo. Éste es uno de los valles más hermosos y ésta es una de las más hermosas montañas, y los árboles están llenos de frutos, frutos que a lo mejor ni siquiera has probado. De todas maneras, yo me dirijo allí. Puedes venir conmigo. He hecho este camino miles de veces; además tengo por lo menos cuatro veces tu edad. ¡Levántate!
El anciano era muy autoritario. Cuando dijo: ¡Levántate!, el joven simplemente se puso en pie, además; Dame tus cosas. Eres joven, inexperto; cargaré con tus cosas. Tú solo sígueme y ya descansaremos tanto como quieras.
Y lo que había dicho el anciano era verdad. En cuanto se adentraron más profundamente en el bosque y las montañas, todo se fue volviendo más y más hermoso. Y las frutas eran silvestres, jugosas. Además, iban descansando: cada vez que el joven deseaba detenerse, el anciano accedía. Le sorprendía que el anciano nunca dijera que era hora de descansar. Pero, cada vez que el joven decía que era hora de descansar, el anciano esta dispuesto a hacerlo: descansaban un día o dos y luego retomaban la ruta.
De esta forma recorrieron sin problemas las cien millas y llegaron al final del sendero; entonces tuvieron acceso a una de las estatuas más hermosas de uno de los hombres más grandes que ha caminado sobre la tierra. Incluso su estatua tenía algo; no era solo una pieza de arte. Había sido creada por artistas taoístas para representar el espíritu del Tao.
El Tao cree en la filosofía del dejarse llevar. Cree que tú no tienes que nadar sino flotar en el río, simplemente debes permitir que el río te lleve a donde va, porque cada río llega finalmente al océano. Así que no te preocupes; llegarás al océano. No hay necesidad de estar tenso.
En aquel lugar solitario se alzaba la estatua y, precisamente junto a ella había una cascada, pues al Tao se le llama el camino de la corriente de agua. Tal como el agua, sigue y sigue fluyendo sin manuales, sin mapas, sin reglas, sin disciplina… pero de una forma un tanto extraña, muy humildemente, porque siempre está buscando la posición más baja en todas partes. Nunca va cuesta arriba. Siempre va cuesta abajo, pero llega al océano, a su propio origen.
Toda la atmósfera del lugar era representativa de la idea taoísta del dejarse llevar.
El anciano dijo:
- Ahora empieza el recorrido.
El joven dijo:
- ¿Qué? Pero si yo creía que después de caminar estas cien millas la ruta había terminado.
Así es precisamente como los maestros han estado hablando a la gente –contestó el anciano-. Pero la realidad es ahora: desde este punto, desde esta atmósfera, comienza una ruta de mil y una millas. Y no te voy a engañar, porque después de mil y una millas te encontrarás con otro anciano, posiblemente yo, que te dirá: Ésta es solo una parada, continúa. El mensaje indica continuar.
MORALEJA
El recorrido mismo es la meta, es infinito, es eterno.
EXPLICANDO EL TAO
Voy a explicaros la cosa más sencilla y a la vez más difícil del universo.
Voy a hablaros del Tao. Es una filosofía o forma de vivir la vida de un cierto grupo de personas que vivieron y viven hoy día en China. Personas que no siguen las normas y reglas que marca la sociedad; sino que observan y toman a la naturaleza como maestra y guía. No tienen deseos ni ataduras por lo que se sienten libres; no pueden fracasar porque no compiten con nadie, no esperan nada de la vida, y por eso lo tienen todo. Son personas que aceptan por igual la crítica como la alabanza de los hombres, la bonanza o la inclemencia del tiempo, porque forma parte del todo, y por eso nada les ata, porque ellos a nada se aferran.
Por ejemplo: Cuando somos niños, se espera de nosotros que aprendamos muchas cosas, y que las aprendamos siguiendo unas formas ya establecidas, iguales a nuestros padres y abuelos que ya las hicieron así. De esa forma nos convertimos todos en copias y somos más o menos igualitos a los que nos enseñan.
Pero amigos míos, el Tao es otra cosa, es algo tan grande que no se puede explicar, y a la vez tan pequeño que ya os lo he explicado. ¿Cómo? pues porque ahora yo os estoy hablando desde lo que sale de mi corazón, tal como sale, sin importarme si está bien o mal, si va a gustar o no.
Un hombre fue a visitar a Chuan Tzu y le expuso así su situación:
- Soy muy desdichado, maestro. Enséñame el camino del Tao para lograr así la felicidad.
- Antes de enseñarte cuál es el camino del Tao, necesito saber por qué eres infeliz - dijo Chuan Tzu.
- Soy infeliz porque no tengo nada - replicó el hombre mostrándole las manos vacías.
- ¿Qué tienes ahí, entonces? –preguntó el filósofo.
- Nada. ¿No ves que están vacías?
- Tienes dos manos - dijo Chuan Tzu - . No es cierto que no tengas nada.
- Soy infeliz porque no tengo casa - se quejó el hombre.
- ¿Dónde vives, entonces?
- No vivo en ningún sitio. ¿No acabo de explicarte que no tengo casa?
- Vives en tu cuerpo - dijo Chuan Tzu - . Esa es tu verdadera casa.
- Soy infeliz porque estoy solo - dijo entonces el hombre.
- ¿Con quién vives, pues? –preguntó el filósofo.
- No vivo con nadie. No tengo mujer ni familia. ¿No acabo de explicarte que estoy solo?
- Vives contigo mismo - dijo Chuan Tzu - . ¿Qué otra mejor compañía podrías tener?
- Por favor, enséñame el camino del Tao.
- Tú no necesitas el camino del Tao - dijo Chuan Tzu con una amable sonrisa.
- ¿Para qué?, si tienes todo lo que deseas y eres ya completamente feliz.
MORALEJA
Quien no es feliz con poco no lo será con mucho.