Las suposiciones te alejan de lo verdadero
Si te conformas con las suposiciones nunca descubrirás lo verdadero. Ni tu peor enemigo puede lograr hacerte tanto daño como tus propios pensamientos.
ANTHONY DE MELLO
LAS SUPOSICIONES
Ni tu peor enemigo puede hacerte tanto daño como tus propios pensamientos -Buda-
Cada día hacemos cientos de suposiciones aunque no nos demos cuenta de ello. Cuando conversamos con un colega de trabajo, cuando vamos por la calle, cuando tomamos un café en el bar y hasta cuando compramos. Sin embargo, lo más interesante es que todo este proceso ocurre prácticamente fuera de nuestra conciencia. Suponemos muchas cosas pero no somos conscientes de la influencia de este tipo de pensamiento. De hecho, las suposiciones se convierten en unos compañeros en el viaje de la vida pero apenas las notamos.
¿Qué son las suposiciones?
Suponer implica hacer conjeturas en base a los indicios que tenemos para llegar a una conclusión que damos por cierta, aunque existen buenas probabilidades de que no lo sea. El principal problema de las suposiciones es que las damos por sentado, no las cuestionamos, las asumimos como una verdad absoluta cuando realmente se trata tan solo de una posibilidad dentro de un amplio abanico de opciones.
El ejemplo más clásico es el la mujer que espera al esposo en casa y este se ha retrasado. Esta comienza a unir cabos (siguiendo una lógica que existe solo en su mente) y concluye que no ha llegado porque está siéndole infiel. En realidad, si la persona es insegura y celosa, tendrá la tendencia a interpretar cualquier situación como un indicio de infidelidad y, por tanto, llega a una conclusión (que puede ser cierta o no) pero que ella considera como verídica al 100%.
De esta forma, creamos un drama de una idea errónea. Hacemos suposiciones de cómo los demás piensan, sienten y actúan. Y lo peor es que reaccionamos emocionalmente a esta idea porque pensamos que es cierta. Y ya sabemos que nuestro cerebro no discrimina mucho entre la realidad y lo que cree que es la realidad. Es decir, retomando el ejemplo anterior, al cerebro de esta mujer poco le importa que el esposo le esté engañando realmente o no, se ha convencido de que esto es cierto y reacciona enfadándose y entristeciéndose.
Como podrás imaginar, las suposiciones son la fuente de muchísimas discusiones y conflictos en las relaciones interpersonales porque la persona parte de una base que considera cierta y se cierra a otros argumentos.
¿Por qué suponemos?
Nuestro cerebro odia la incertidumbre y el caos, como si de una secretaria eficiente se tratase, le encanta programar, organizar, encasillar, sacar conclusiones. En fin, darle un sentido al mundo que nos rodea y a las cosas que nos suceden.
El problema comienza cuando suceden cosas que no tienen mucho sentido, cuando nos sentimos inseguros y desconfiados. En esos casos buscamos señales del medio para encontrar una explicación. Sin embargo, no somos capaces de valorar de manera objetiva todas esas señales sino que elegimos los trozos de la realidad que nos sirven para darle sentido a una u otra hipótesis. Apenas llegamos a una conclusión que nos satisface (y puntualizó satisface porque esta suposición debe encajar perfectamente con el sistema de creencia que ya tenemos formado para que en nuestro cerebro amante de la organización no se arme un caos) la adoptamos como válida.
¿Se puede dejar de suponer?
En verdad, dejar de suponer es complicado porque es un mecanismo natural, una tendencia muy arraigada a buscar respuestas y explicaciones. Lo realmente importante es aprender a concienciar nuestras suposiciones y disminuir su impacto. Por eso, la próxima vez que estés suponiendo algo, antes de darlo por válido, pregunta.
De hecho, preguntar y buscar opiniones externas es la mejor manera que tenemos para ampliar nuestros horizontes e incluir nuevas perspectivas en nuestros análisis. Si una persona llega tarde a una cita, no supongas, simplemente pregúntale qué sucedió cuando llegue. Si te ha parecido que tu jefe te ha mirado de una forma extraña, no supongas que la tiene cogida contigo, no desarrolles ideas paranoicas, espera a que llegue el momento oportuno y pregúntale.
Cuando ya no hagas suposiciones, tus palabras se volverán impecables. -Miguel Ruiz-
CUENTOS SOBRE SUPOSICIONES
Si te conformas con las suposiciones nunca descubrirás lo verdadero. -Osho-
EL TÍO JORGE
Un matrimonio regresaba del funeral por el tío Jorge, que había vivido con ellos durante veinte años, creando una situación tan incómoda que a punto estuvo de irse a pique el matrimonio.
Tengo algo que decirte, querida, dijo el marido. Si no hubiera sido por lo que te quiero, no habría aguantado a tu tío Jorge ni un solo día.... ¿Mi tío Jorge?, exclamó ella horrorizada. ¡¡Yo creía que era tu tío Jorge!.
LA COSECHA
En el verano de 1946 corrió el rumor de que el espectro del hambre amenazaba a una determinada provincia de un país sudamericano. En realidad, los campos ofrecían un aspecto inmejorable, y el tiempo era ideal y auguraba una espléndida cosecha. Pero el rumor adquirió tal intensidad que 20.000 pequeños agricultores abandonaron sus tierras y se fueron a las ciudades. Con lo cual la cosecha fue un verdadero desastre, murieron de hambre miles de personas y el rumor resultó ser verdadero.
Las suposiciones y los rumores arrasan a las masas.
EL JUDÍO
Por lo general, la realidad no es lo que es, sino lo que nosotros hemos decidido que sea.
Una viejecita judía ocupa su asiento en un avión, junto a un enorme sueco al que se queda mirando fijamente. Luego, dirigiéndose a él, le dice: Usted perdone... ¿es usted judío?. No, le responde el sueco. Pocos minutos más tarde, ella vuelve a insistir: ¿Podría usted decirme, y perdone la molestia, si es usted judío?. ¡Le aseguro a usted que no!, responde él.
Ella se queda escudriñándole durante unos minutos y vuelve a la carga: Habría jurado que era usted judío... Para acabar con tan enojosa situación, el hombre le dice a la anciana: ¡Está bien; sí, soy judío! Ella vuelve a mirarle, sacude su cabeza y dice: Pues la verdad es que no lo parece.
Primero sacamos nuestras conclusiones... y luego hallamos la forma de llegar a ellas.
LOS TOMATES
En la sección de alimentación de un supermercado se encontraba una mujer inclinada, mientras escogía unos tomates. En aquel momento sintió un agudo dolor en la espalda, se quedó inmóvil y lanzó un chillido. Otra clienta, que se encontraba muy cerca, se inclinó sobre ella con gesto de complicidad y le dijo: Si cree usted que los tomates están caros, aguarde a ver el precio de las naranjas...
¿Qué es lo que te hace reaccionar: la Realidad o lo que tú supones sobre ella?
EL ZAPATO
Subió un hombre a un autobús y tomó asiento junto a un joven que tenía todo el aspecto de ser un hippy. El joven llevaba un solo zapato. Ya veo, joven, que ha perdido usted un zapato.... No, señor, respondió el aludido. He encontrado uno.
Lo que es evidente para mí; no significa que sea cierto.
MERCEDES-BENZ
Un vaquero iba cabalgando por el desierto. De pronto se encontró con un indio tendido sobre la carretera, con la oreja pegada al suelo. ¿Qué pasa, jefe?, dijo el vaquero. Gran rostro pálido con cabellera roja conducir Mercedes-Benz verde oscuro con pastor alemán dentro y matrícula SDT-965 rumbo oeste. ¡Caramba, jefe! ¿Quieres decir que puedes oír todo eso con solo escuchar el suelo?.
Yo no escuchar suelo. Hijo de puta atropellarme.
Un buen observador no saca conclusiones nunca.
LA OSTRA
Una ostra divisó una perla suelta que había caído en una grieta de una roca en el fondo del océano. Tras grandes esfuerzos, consiguió recobrar la perla y depositarla sobre una hoja que estaba justamente a su lado. Sabía que los humanos buscaban perlas, y pensó: Esta perla les tentará, la tomarán y me dejarán a mí en paz.
Sin embargo, llegó por allí un pescador de perlas cuyos ojos estaban acostumbrados a buscar ostras, no perlas depositadas cuidadosamente sobre una hoja. De modo que se apoderó de la ostra -la cual no contenía perla, por cierto- y dejó que la perla rodara hacia abajo y cayera de nuevo en la grieta de la roca.
Sabes exactamente dónde mirar. Por eso no consigues encontrar a Dios.
LA MADRE
Una mujer acudió al cajero de un banco y le pidió que le hiciera efectivo un cheque. El cajero, después de llamar a un empleado de seguridad, pidió a la mujer que se identificara. La mujer no salía de su asombro, pero al fin consiguió articular: Pero, Ernesto... ¡Si soy tu madre...!.
Si crees que tiene gracia, ¿Cómo es que tú mismo no logras reconocer al Mesías?
EL PERRO
¿Sabes que tienes un perro muy inteligente?, le dijo un hombre a su amigo cuando vio a éste jugar a las cartas con su perro. No lo creas. No es tan inteligente como parece, le replicó el otro. Cada vez que coge buenas cartas menea el rabo.
Ves irrealidades cuando te has situado en el mundo de las apariencias.
LA PELEA
El abuelo y la abuela se habían peleado, y la abuela estaba tan enojada que no le dirigía la palabra a su marido. Al día siguiente, el abuelo había olvidado por completo la pelea, pero la abuela seguía ignorándole y sin dirigirle la palabra. Y, por más esfuerzos que hacía, el abuelo no conseguía sacar a la abuela de su mutismo.
Al fin, el abuelo se puso a revolver armarios y cajones. Y cuando llevaba así unos minutos, la abuela no pudo contenerse y le gritó airada: ¿Se puede saber qué demonios estás buscando?. ¡Gracias a Dios, ya lo he encontrado!, le respondió el abuelo con una maliciosa sonrisa. ¡Tu voz!.
Si es a Dios a quien buscas, mira en otra parte.
EL BUSCADOR
Cuando el demonio vio a un buscador entrar en la casa de un Maestro, decidió hacer lo posible por hacerle desistir de su búsqueda de la Verdad. Para ello sometió al pobre hombre a todo tipo de tentaciones: riqueza, lujuria, fama, poder, prestigio... Pero el buscador era sumamente experimentado en las cosas del espíritu y, dada su enorme ansia de espiritualidad, podía rechazar las tentaciones con una facilidad asombrosa.
Cuando estuvo en presencia del Maestro, le desconcertó ver a éste sentado en un sillón tapizado y con los discípulos a sus pies. Indudablemente, pensó para sus adentros, este hombre carece de la principal virtud de los santos: la humildad.
Luego observó otras cosas del Maestro que tampoco le gustaron; pero lo que menos le gustó fue que el Maestro apenas le prestara atención. Supongo que es porque yo no le adulo como los demás, pensó para sí. Tampoco le gustó la clase de ropa que llevaba el Maestro y su manera un tanto engreída de hablar. Todo ello le llevó a la conclusión de que se había equivocado de lugar y de que tendría que seguir buscando en otra parte.
Cuando el buscador salió de allí, el Maestro, que había visto al demonio sentado en un rincón de la estancia, le dijo a éste: No necesitabas molestarte, Tentador. Lo tenías en el bote desde el principio, para que lo sepas.
Tal es la suerte de quienes, en su búsqueda de Dios, están dispuestos a despojarse de todo, menos de sus ideas acerca de cómo es realmente Dios.
LA PLANCHA
Bajaba por la calle un borracho con las orejas en carne viva. Se encontró con un amigo, y éste le preguntó qué le había pasado. A mi mujer se le ocurrió dejar la plancha encendida y, cuando sonó el teléfono, tomé la plancha por equivocación.
Ya veo... Pero ¿y la otra oreja? ¡El maldito imbécil volvió a llamar!
Las personas jamás pecarían si fueran conscientes de que cada vez que pecan se hacen daño a sí mismas. Por desgracia, la mayoría de ellas están demasiado aletargadas para caer en la cuenta de lo que están haciéndose a sí mismas.
EL DEDO
Un célebre cirujano vienés decía a sus alumnos que, para ser cirujano, se requerían dos cualidades: no sentir náuseas y tener capacidad de observación. Para hacer una demostración, introdujo uno de sus dedos en un líquido nauseabundo, se lo llevó a la boca y lo chupó. Luego pidió a sus alumnos que hicieran lo mismo. Y ellos, armándose de valor, le obedecieron sin vacilar
Entonces, sonriendo astutamente, dijo el cirujano: Caballeros, no tengo más remedio que felicitarles a ustedes por haber superado la primera prueba. Pero, desgraciadamente, no han superado la segunda, porque ninguno de ustedes se ha dado cuenta de que el dedo que yo he chupado no era el mismo que había introducido en ese líquido.
Si no puedes ver la realidad carente de palabras te sentirás frustrado porque tomarás la palabra por la realidad.
LA COCINERA
El pastor de una elegante feligresía había delegado en sus subalternos la tarea de saludar a la gente tras el servicio dominical. Pero su mujer le persuadió de que se encargara él mismo de hacerlo. ¿No sería espantoso, le dijo, que al cabo de los años no conocieras a tus propios feligreses?
De modo que, al domingo siguiente, concluido el servicio, el pastor ocupó su puesto a la puerta de la iglesia. La primera en salir fue una mujer perfectamente endomingada. El pastor pensó que debía de tratarse de una nueva feligresa. ¿Cómo está usted? Me siento feliz de tenerla con nosotros, le dijo el pastor mientras le tendía la mano.
Muchas gracias, replicó la mujer, un tanto desconcertada. Espero verla a menudo por aquí. Nos encanta ver caras nuevas.... Si, señor. ¿Vive usted en esta parroquia?. La mujer no sabía qué decir. Si me da usted su dirección, una tarde de éstas iremos a visitarla mi mujer y yo. No tendrá usted que ir muy lejos, señor. Soy su cocinera.
Si se vive de suposiciones estaremos alejados de la realidad.
EL VAGABUNDO
Un vagabundo se presentó en el despacho de un acaudalado hombre de negocios a pedir una limosna.
El hombre llamó a su secretaria y le dijo: ¿Ve usted a este pobre desgraciado? Fíjese como le asoman los dedos a través de sus horribles zapatos; observe sus raídos pantalones y su andrajosa chaqueta. Estoy seguro de que no se ha afeitado ni se ha duchado ni ha comido caliente en muchos días.
Me parte el corazón ver a una persona en estas condiciones, de manera que...
¡Haga que desaparezca inmediatamente de mi vista!.
Hacemos hasta lo imposible para suponer que todo esta bien.
EL MENDIGO
Había un hombre sin brazos y sin piernas mendigando la acera. La primera vez que lo vi me conmovió de tal modo que le di una limosna. La segunda vez le di algo menos. La tercera vez no tuve contemplaciones y lo denuncié a la policía por mendigar en la vía pública y dar la lata.
La sociedad ha hecho su trabajo de corrupción, tú tendrás que deshacerlo.
EL GRECO
Un preso llevaba años viviendo absolutamente solo en su celda. No podía ver ni hablar con nadie, y le servían la comida a través de un ventanuco que había en la pared. Un día entró una hormiga en su celda. El hombre contemplaba fascinado cómo el insecto se arrastraba por el suelo, lo tomaba en la palma de su mano para observarlo mejor, le daba un par de migas de pan y lo guardaba por la noche bajo su taza de hojalata.
Y un día, de pronto, descubrió que había tardado diez largos años de reclusión solitaria en comprender el encanto de una hormiga. Cuando, una hermosa tarde de primavera, fue un amigo del pintor español El Greco a visitar a éste en su casa, lo encontró sentado en su habitación con las cortinas echadas. ¿Por qué no sales a tomar el sol?, le preguntó.
Ahora no, respondió El Greco. No quiero perturbar la luz que brilla en mi interior.
Nunca supongas que los demás deban actuar de acuerdo a tus percepciones.
EL RABINO CIEGO
El anciano rabino se había quedado ciego y no podía leer ni ver los rostros de quienes acudían a visitarlo. Un día le dijo un taumaturgo: Confíate a mí, y yo te curaré de tu ceguera. No me hace ninguna falta, le respondió el rabino. Puedo ver todo lo que necesito.
No todos los que tienen los ojos cerrados están dormidos. Ni todos los que tienen los ojos abiertos pueden ver.
LOS TRES SABIOS
Tres sabios decidieron emprender un viaje, porque, a pesar de ser tenidos por sabios en su país, eran lo bastante humildes para pensar que un viaje les serviría para ensanchar sus mentes.
Apenas habían pasado al país vecino cuando divisaron un rascacielos a cierta distancia. ¿Qué podrá ser ese enorme objeto?, se preguntaron. La respuesta más obvia habría sido: Id allá y averiguadlo. Pero no: eso podía ser demasiado peligroso, porque ¿y si aquella cosa explotaba cuando uno se acercaba a ella? Era muchísimo más prudente decidir lo que era, antes de averiguarlo. Se expusieron y se examinaron diversas teorías; pero, basándose en sus respectivas experiencias pasadas, las rechazaron todas. Por fin, y basándose en las mismas experiencias -que eran muy abundantes, por cierto-, decidieron que el objeto en cuestión, fuera lo que fuera, solo podía haber sido puesto allí por gigantes.
Aquello les llevó a la conclusión de que sería más seguro evitar absolutamente aquel país. De manera que regresaron a su casa, tras haber añadido una más a su cúmulo de experiencias.
Las Suposiciones afectan a la Observación. La Observación engendra Convencimiento. El Convencimiento produce Experiencia. La Experiencia crea Comportamiento, el cual, a su vez, confirma las Suposiciones.