La iluminación espiritual

El verdadero silencio

POR: OSHO

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EL SILENCIO Y LOS MANTRAS

El entonar un mantra solamente puede embotarte la mente.

Mucha gente cree que con la entonación de un mantra todos los días se puede alcanzar el samahadi, te garantizan que, con muy poco esfuerzo, de hecho casi sin esfuerzo, podrás alcanzar la meta. El entonar un mantra solamente puede embotarte la mente, toda repetición supone embotar la mente; te vuelve obtuso y estúpido. Si solamente continuas entonando un mantra, éste acabará con tu sensibilidad, te aburrirá, adormecerá tu conciencia, te irás volviendo más inconsciente que consciente, empezarás a caer, en la ensoñación. Las madres han sabido desde siempre, que cuando un niño está inquieto y no puede dormir se le han de cantar una nana. Una nana es un mantra. La madre repite algo una y otra vez y el niño se va aburriendo. La repetición constante crea una atmósfera de monotonía. El niño no tiene a donde ir; la madre está sentada junto a su cama repitiendo la nana. El chico no puede escaparse; no puede decir Cállate! Ha de escuchar. El único escape posible es dormirse, de modo que lo intenta. Trata de evitar la nana y de evitar esa madre.

El mantra funciona de la misma forma. Empiezas a repetir determinada palabra y luego creas en ti un estado de monotonía. Toda monotonía es mortífera, toda monotonía te adormece, destruye tu agudeza.

Se ha tratado de hacer de múltiples formas. En los antiguos monasterios de todo el mundo, los cristianos, los budistas, los hindúes, en todos los monasterios, han probado con el mismo truco, pero a una escala mayor.

La vida en un monasterio es una rutina, está absolutamente fijada. Cada mañana has de levantarte a las tres o a las cinco en punto y empezar luego con el mismo círculo; has de comenzar la misma actividad durante todo el día, durante toda tu vida. Esto es extender un mantra en toda tu vida, convirtiéndola en una rutina.

Poco a poco, haciendo lo mismo una y otra vez una persona se va convirtiendo en un sonámbulo. Tanto si está despierto como si está dormido, no importa, puede seguir haciendo los mismos gestos y los mismos movimientos vacíos. Pierde toda noción de diferencia entre dormir o estar despierto.

Puedes ir a los antiguos monasterios y observar a los monjes caminar en su sueño. Se han convertido en robots. No hay una diferencia entre lo que hacen cuando se despiertan Por la mañana y lo que hacen cuando duermen. Los territorios se superponen. Y cada día es exactamente lo mismo. En realidad, la palabra monótono y la palabra monasterio derivan de la misma raíz. Ambos significan lo mismo.

Puedes crear una vida tan monótona que la inteligencia no sea necesaria. Cuando la inteligencia se vuelve innecesaria te adormeces. Y cuando te adormeces, desde luego, empiezas a sentir una especie de paz, un cierto tipo de silencio, pero no es real, es falso. El verdadero silencio está vivo, latiendo. El verdadero silencio es positivo, contiene energía, es inteligente, está atento, lleno de vida y entusiasmo. Contiene entusiasmo.

FALSO SILENCIO

El falso silencio, el pseudo silencio, es sencillamente adormecedor.

Puedes observarlo. Si alguno de estos está aquí sentado, percibirás un cierto silencio a su alrededor. Es el mismo silencio que percibirás en un cementerio. Tiene cierto espacio a su alrededor que es muy adormecedor. Parece ser muy indiferente al mundo, desconectado, sin contacto. Está ahí sentado como una masa de barro. No hay vibración alguna de vida, de energía, a su alrededor, no hay nada que vibre a su alrededor. Este no es el silencio verdadero. Es simplemente una estupidez.

Cuando te aproximas a un Buda, él está en silencio debido a su inteligencia, está en silencio debido a su consciencia, está en silencio no porque se haya obligado a sí mismo a guardar silencio, sino que simplemente está en silencio porque ha comprendido la inutilidad de estar alterado. Está en silencio porque ha comprendido que no hay porqué estar ni preocupado ni tenso. Su silencio nace de la comprensión. Rebosa comprensión. Cuando te aproximas a un Buda percibes una fragancia absolutamente distinta: la fragancia de la consciencia.

Y no solamente descubrirás una frescura, una brisa que le envuelve, sino que sentirás que tú también te has vitalizado, te has inflamado. Con solo acercarte, tu propio ser se inflama, una luz empieza a arder en tu interior. Cuando te acercas a él, por pura proximidad, por simple afinidad, repentinamente notas que has dejado de estar deprimido. Su presencia tira de ti para sacarte del fango en el cual permanecías confortablemente. Su presencia misma es elevadora. Sentirás amor, vida, compasión, belleza, realidad.

Te encontrarás con esta clase de silencio falso cuando te cruces con gente que hace Meditación Trascendental. Se han aquietado a base de repetir un determinado mantra. Han obligado su mente a que guarde silencio, pero eso es fácil y no podrás alcanzar lo auténtico con tales bagatelas.

LA REALIDAD

Lo real se hace asequible tan solo cuando te empeñas en ello con toda tu totalidad.

Pero recuerda, no te estoy diciendo que lo real se haga asequible debido a tu esfuerzo... eso es paradójico. Has de esforzarte mucho, has de trabajar de un modo total, apasionado y aun así has de acordarte que eso no sucede únicamente por causa de tu trabajo. Sucede por la gracia.

Te esfuerzas. Nunca sucede si no te esfuerzas, eso es cierto. Solamente sucede cuando te has esforzado mucho, pero eso solamente crea la situación para que suceda. No es como causa y efecto. No es como el calentar el agua hasta los cien grados y que entonces se evapora. No es así. No es una ley natural, no tiene nada que ver con el mundo gravitacional. Es una ley secundaria, una ley totalmente distinta: la ley de la Gracia. Te esfuerzas al máximo, llegas a los cien grados, entonces esperas allí; expectante, vibrante, vivo, feliz, en celebración, bailando, cantando. Esperas en el punto de los cien grados. Es un deber: has de alcanzar los cien grados, pero luego has de esperar, has de esperar paciente, amorosamente. Cuando llega el momento oportuno, cuando tu trabajo se ha completado y tu espera también se ha completado, entonces la gracia desciende. O bien, puedes decir que la gracia asciende. Ambas cosas quieren decir lo mismo porque ella proviene de lo más profundo de tu ser. Parece que fuera un descenso porque hasta ahora no has conocido lo más recóndito de tu ser. Parece como sí desde algún lugar más elevado que tú descendiera, pero realmente proviene de alguna parte en tu interior. Lo interior está también más allá.

El esforzarse al máximo es necesario para alcanzar la gracia pero lo que ocurre, ocurre únicamente por la gracia en sí. Es una paradoja. Es difícil de comprender. Debido a esta paradoja miles de personas han perdido su camino. Hay algunos que dicen - y son gente muy lógica; su lógica es impecable - hay algunos que dicen que si llegan debido a su propio esfuerzo, ¿a qué viene el preocuparse de la gracia y de Dios? Si sucede tan solo debido a su esfuerzo, vale. Se esforzarán al máximo, harán que suceda. Por eso no hablan de la gracia de Dios. Esos pasarán de largo porque Eso nunca sucede únicamente por tu propio esfuerzo.

Luego también hay gente que dice que si eso sucede debido solamente a la gracia y que nunca se debe a tu propio esfuerzo, ¿a qué viene el preocuparse? Deberíamos esperar y, siempre que Dios lo quiera, sucederá. Ambos se equivocan. Uno se equivoca debido a su egoísmo, Con solo esforzarme es suficiente. Solamente hago falta yo. El otro se equivoca por su pereza, por su letargo. Ambos se equivocan.

LA GRACIA

El que llega a casa ha de seguir el camino de la paradoja.

Esta es la paradoja: He de esforzarme al máximo: No solamente al máximo; me he de comprometer totalmente. Solamente entonces seré capaz de recibir la gracia. Pero sucede gracias a la gracia. Llega un momento en el que uno ha hecho todo le que es posible hacer y entonces uno ruega diciendo que, de su parte, ya no queda nada por hacer; que se necesita de algo desde la otra parte; que ahora Tú has de hacer algo. Y Dios empieza a trabajar sobre ti solamente cuando tú has hecho todo lo que podías hacer. Si hay algo que queda sin cubrir y hay una parte de tu ser que aún no está implicada, entonces Dios no puede acudir en tu ayuda. Dios ayuda solamente a aquellos que se ayudan a sí mismos.

Y eso es hermoso. Somos muy poca cosa. Nuestro esfuerzo no puede alcanzar mucho. Nuestro fuego es muy pequeño; con este fuego no podemos incendiar la Existencia entera. Somos simplemente gotas. No podemos crear océanos a partir de esas gotas. Pero si esa gota puede deslizarse hacia una plegaria más profunda, el océano se nos hace asequible. Cuando la gota se relaja, se vuelve capaz de contener océanos en sí misma. Es diminuta si solamente atiendes a su periferia. Es tremendamente inmensa si atiendes a su centro.

El hombre es ambas cosas. El hombre es una paradoja. Es la más diminuta partícula de consciencia, es un átomo, es absolutamente atómico y no obstante contiene lo inmenso. El cielo entero está contenido en él. Por eso, se han de comprender esos dos lenguajes: el lenguaje del tener y el lenguaje del ser. Y has de cambiar tu engranaje desde el lenguaje del tener al lenguaje del ser.


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