Facundo Cabral el amor y el tiempo

Tiempo presente, quietud activa, creadora, la que hablan los místicos, ese éxtasis de la paz, el mejor espejo de la realidad que la mayoría desconoce.

FACUNDO CABRAL

LA ESPERANZA

Cuando no encuentro salida, también hago algo.

Un desconocido me escribió hace años: Cuando no encuentro salida, también hago algo. Este es un buen consejo para quien esté paralizado por la desesperación. Tenga fe en la esperanza. No se convenza de que los pesimistas tienen el monopolio de la verdad. Ellos prefieren vivir en la neblina del escepticismo antes que correr el riesgo de llevarse una desilusión. Es el adulto que llevamos dentro, no el niño, el que cuando cae en tierra se vuelve a levantar una vez tras otra y dice contra todo pronóstico: Mañana me irá mejor. La esperanza no es falsa; es la verdad misma. En conclusión, invoque la esperanza. Es tan necesaria como el sol en primavera. Es una meta en sí, un ejercicio de valor, un estado de ánimo, una opción de vida, una disposición del corazón.

MI VERDADERO TIEMPO

Curé mis enfermedades con solo vivir mi verdadero tiempo, estoy sano desde que me dedico a lo que me interesa, haciendo lo que amo, que es lo que soy. Me salvo de la rígida sucesión del pasado, presente y futuro viviendo intensamente el presente sin la melancolía del pasado ni la locura del futuro que nos inhabilitan para la vida que es ahora mismo, como esta manzana y esa flor.

La propia naturaleza de la que soy parte propone los cambios en mi tiempo, por eso no me distraigo de ella con el reloj que solo marca generalidades, el tiempo social, no el esencial. Por esta dependencia el hombre perdió la percepción de los ciclos que suceden en su interior, por eso no come cuando tiene hambre, dice que sí cuando quiere decir no, no se acuesta cuando esta cansado, hasta hace el amor por compromiso (el hombre primitivo se salvaba de esa carga suicida).

Se puede recuperar ese tiempo carente de duración estando en lo que realmente queremos estar (si hacemos esto no necesitamos la agenda donde anotamos lo que no nos interesa porque de lo contrario no lo olvidaríamos). Esto lo consigue el místico, el hombre religioso, es decir universal. No el dogmático.

Es un maravilloso estado de conciencia a cargo de la época mental histórica, prisión donde se ahogan tantos ciudadanos (el ciudadano depende del Estado, pero el hombre de Dios, es decir del Amor, que es decir la Vida). Si no le presto atención el tiempo no existe, solo aparece por la cultura de la obligación. Si me dejo transcurrir en el fluir del tiempo presente, siento la quietud activa, creadora, de la que hablan los místicos, ese éxtasis de la paz que es la poesía, el mejor espejo de la realidad que la mayoría desconoce.