Separación del Yo Superior de la unidad espiritual
La separación del Yo Superior de la unidad espiritual sucede en el instante en el que me identifico con los roles que hemos creado o que crearon otros.
ANDREAS MORITZ
SEPARACIÓN ESPIRITUAL DE LA UNIDAD
Separación espiritualidad del Yo Superior perdido y encontrado.
Hemos visto que la necesidad de juzgar aumenta cuando nos sentimos inseguros, atemorizados o insatisfechos. Las personas que están enamoradas sienten que podrían abrazar el mundo entero. Su sensación de felicidad trasciende las barreras de división y les permite percibir la unidad subyacente de todas las cosas. Incluso a pesar de que la sensación de estar enamorado puede que solo sea un momento efímero en la unidad de la consciencia, muestra que somos capaces de tender un puente en el espacio de separación que existe entre el mundo espiritual y nosotros.
Una madre que contempla a su hijo recién nacido con total afecto no siente ninguna separación en su corazón. Ella y su hijo son una unidad, vinculados de forma invisible por la fuerza unitaria del amor. ¿De dónde surgen los sentimientos de separación cuando, unos meses o años después, la madre empieza a gritar o criticar a su hijo por su comportamiento? ¿Cómo desarrollan algunas madres celos y rencor hacia sus propios hijos? ¿Por qué las parejas que han prometido amarse y cuidarse mutuamente hasta que la muerte las separe se sienten incapaces de mantener esta promesa? ¿De dónde viene el distanciamiento, la desconfianza y la desatención que destroza las relaciones? Y por último, ¿Por qué nos separamos de las mismas personas que una vez quisimos y con quienes nos llegamos a sentir una sola persona?
Responder a estas preguntas es simple y a la vez complejo. Es complejo si intentamos hallar las respuestas en motivos individuales, puesto que cada motivo precipita los demás. Parece que los motivos por los que no podemos seguir llevándonos bien o somos críticos con los demás tienen su origen en una infancia infeliz, unos padres abusivos, unos profesores desalentadores, unas restricciones sociales, unas situaciones económicas adversas, etcétera. Sin embargo, en realidad, estos factores solo representan un eslabón en una cadena infinita de acontecimientos que subyacen a nuestros problemas vitales. Sean cuales sean, el hilo común de todos es sufrir la separación espiritual de nuestro Yo Superior.
EL YO SUPERIOR
Buscando respuesta a: ¿Quién soy? y ¿Por qué estoy aquí?
La viejísima búsqueda de nuestra verdadera identidad se debe a la antiquísima separación de nuestra verdadera identidad. ¿Quién soy? y ¿Por qué estoy aquí? casi se han convertido en clichés en el movimiento de la Nueva Era, pero son, sin embargo, preguntas válidas que han fastidiado a todo el mundo en algún momento de sus vidas, incluso de manera inconsciente. La razón de ello es que no podemos convertirnos en seres completos y realizados hasta que no vivimos las respuestas. Un antiguo dicho nos tienta a buscar las respuestas que estamos buscando para la pregunta, y lo mismo ocurre con estas dos cuestiones básicas.
La pregunta: ¿Quién soy yo? no se puede satisfacer mediante la sustitución del quién por un nombre, una cualidad o una apariencia física, puesto que éstos pueden cambiar de un momento a otro. La única respuesta que tiene sentido es YO SOY, porque es lo único que queda cuando el cuerpo se extingue y el mundo desaparece con él. Y la pregunta: ¿Qué estoy haciendo aquí? tiene una respuesta similar: SER LO QUE SOY. En otras palabras, no tenemos sino que ser nosotros mismos para ser seres realizados y triunfar en este mundo. Somos todo porque solo somos uno, pero la única manera de poder aprovechar esta unidad y utilizarla para el beneficio de todos es mediante la identificación con nuestra espiritualidad del Yo Superior; nada más será nunca suficiente para satisfacernos verdaderamente.
Aun así, la mayoría de seres humanos se describen con términos tales como su elección profesional, su posición económica, su preferencia religiosa, su afiliación política, su edad o incluso su género, pero casi nadie se describe por la brillantez de su conocimiento espiritual. En el instante en el que utilizo palabras como: soy un artista, soy inteligente, soy un fracaso, soy un éxito, soy tu amigo, soy un espiritista, te quiero, quiero a Dios, etcétera., me separo a mí mismo de esta luz brillante de unidad que YO SOY y, en su lugar, me identifico con las ideas limitadas que tengo acerca de mí, de mi personalidad, del dinero, de la amistad, de lo que el amor significa para mí, de quién creo que es Dios, etcétera.
La separación se muestra tan real que parece innatural sentirse de otra forma. Ser uno con las personas que caminan por la calle, con las flores que florecen en el campo, con los insectos y pájaros que planean en el aire, con las nubes que flotan en el cielo y la Tierra que retumba bajo nuestros pies escapa de todos los conceptos de la imaginación. No proviene de ningún pensamiento ni idea, sino del plano espiritual del antes y del más allá de los pensamientos y las ideas. Es una condición de ser. Ni siquiera la apariencia humana y los logros más destacados y magníficos son capaces de describir nuestro YO REAL. Una pulsera de oro, un anillo dorado y un empaste de oro tienen un aspecto y unos propósitos muy distintos, pero están hechos del mismo material, el oro. El aspecto de una forma de alguna manera oculta la verdadera sustancia de la que está hecha. Si eliminamos su significado o propósito, nos quedamos con lo que realmente es, una pieza de oro.
Al liberarnos de los significados y roles que hemos creado o que crearon otros, nos encontramos solamente a nosotros mismos. Andreas Moritz
Este proceso puede ser atemorizante al principio, y puede causar una gran sensación de pérdida y soledad. No obstante, cuando nos encaramos y trascendemos el miedo de perder todo, cuando terminan todas las asociaciones, entonces nos damos cuenta de nuestra conectividad fundamental con todo. Al desaparecer la ilusión de la separación y el dolor y los juicios de valor que la acompañan, ganamos la máxima libertad, la libertad de SER. A fin de recuperar nuestra verdadera identidad, debemos deshacernos de todas las divisiones que han existido en todas nuestras vidas. Todas las identidades falsas: No soy suficientemente bueno, tengo miedo, estoy furioso, soy pobre, soy rico, soy poderoso, etcétera. Tienen su propósito solo en el mundo de la dualidad. En el momento en que accedemos al mundo de la unidad dejan de tener significado.
Todas estas identidades erróneas sirven solo a un maestro, la separación primordial de nuestro Origen, a menudo llamado el pecado original. El pecado está relacionado con la culpa. Nos sentimos culpables por habernos separado de lo que muchos llaman Dios o Espíritu. Tememos que nos echen del Cielo porque ya no somos suficientemente buenos.
Nos hemos olvidado de quiénes somos y nos sentimos culpables por ello. Sin embargo, esta sensación de culpabilidad se basa en la idea equivocada de que la separación espiritual de nuestro Yo Superior o Propio Dios era injusta. Ahora estamos tratando colectivamente con esta culpa y miedo primordial de la separación, y estamos en el proceso de borrarla de una vez por todas. La estamos eliminando de muchas maneras distintas y a ratos puede resultar angustioso, pero estamos haciendo un gran progreso, tanto de forma individual como colectiva. En todo esto, estamos tanto recordando como eliminando la Gran Separación que sembró las demás separaciones que hemos experimentado a lo largo de nuestras vivencias en la Tierra.
El juicio es una traición del alma. El alma no busca definir y descifrar sus alegrías o sus debilidades. Solo intenta ser. Déjala ser. Déjala salir y caer como el sol de medianoche, como el aceite en la lámpara, como la marea en la orilla. Porque es eterna, el alma y sus obras. Nada más. Nada menos.
Antigua sabiduría china, 342 a. C.