Segunda llegada de Cristo
Inesperadamente, todas las cadenas televisivas del mundo detuvieron bruscamente su transmisión habitual; las emisoras hicieron silencio por un momento.
JEBUNA
VUELVE JESÚS
Inesperadamente todas las cadenas televisivas del mundo detuvieron bruscamente su transmisión habitual; las emisoras hicieron silencio por un momento, y luego, todos los medios de comunicación del mundo anunciaron al unísono la segunda venida de Cristo como lo habían profetizado las escrituras. Se trataba el milagro más esperado de la humanidad y la fecha exacta del triunfal regreso fue dada con exactitud.
Llegado el día, la más grande concentración de gente que jamás se había reunido en la Tierra esperaba en un gran valle, arrepentidos de todos sus pecados y de las crueldades que habían cometido contra sus hermanos menores —los animales.
De pronto el cielo se conmovió y una luz arrolladora iluminó a todos los aterrados seres piadosos. Tal y como estaba escrito, Jesucristo comenzó a descender con gran poder y gloria para volver a dar ejemplo y perdonar a sus hijos muy amados. Todos escuchaban sus palabras de vida eterna; los enfermos se aliviaron, los ciegos recuperaran su vista y vieron a ese ser luminoso que venía del cielo enviado por el Padre Eterno para volver a dar ejemplo de amor.
Llegada la tarde todos sintieron hambre y El amoroso Jesús hizo aparecer cientos de cerdos, cabras, vacas y tiernos conejos. Acto seguido ordenó a unos blancos y alados ángeles para que tomasen afilados cuchillos y destrozaran el corazón de aquellos infelices seres para los cuales había creado el Padre Eterno, y, sin tener compasión, los destinó únicamente para que fueran sacrificados y dados en alimento a los privilegiados seres humanos.
Horribles chillidos y bramidos de terror y dolor rasgaron la sagrada paz que reinaba y, en una agonía cruenta y cruel, la muerte segó la existencia de aquellos infelices seres que fueron creados para alimento por un dios de amor. Acto seguido los ángeles encendieron una gran fogata; el campo se saturó con olor a carne quemada y todos comenzaron, como hienas, a desgarrar los cadáveres de los animales horriblemente sacrificados.
Después del horripilante acto de haber saciado sus estómagos con cadáveres en descomposición, y después de haber convertido sus bocas en anfiteatro de cadáveres, todos recibieron la sagrada comunión en un acto de gran amor y compasión.
¡Perdón!, creo que me equivoqué en el relato anterior porque: es imposible que El Sublime Maestro Jesús, nunca jamás, se haya podido alimentar de cadáveres… ¡es completamente ilógico porque amor no puede haber donde hay asesinatos!
CONCLUSIONES
El hombre llego a los niveles mas bajos de compasión convirtiendo sus Maestros de AMOR
en seres carnívoros y despiadados para justificar sus actos de crueldad.