Perdonar es más fácil con aceptación
Aprender de quienes llamamos iluminados. Para ellos, la clave de la felicidad es la paz interior y una de las claves de la paz interior es el perdón.
GONZALO GALLO
PERDONAR ES MAS FÁCIL
Siempre hacemos lo que es bueno para nosotros.
Los seres humanos actuamos con una intención buena para nosotros aunque sea nociva para los demás. Aceptar esto no justifica las acciones pero sí las explica y nos ayuda a comprender. Tampoco implica que las aceptemos aunque facilita el perdón. Es bien difícil que una hija programe un embarazo para que sus padres sufran. De todos modos queda embarazada de un modo irresponsable y sus progenitores sufren por el hecho y sufren más pensando: ¿por que nos hizo esto? La realidad es que ella no se los hizo a ellos, simplemente buscó lo bueno para ella, sin el propósito de lastimarlos.
Se necesita ser muy perverso o un enfermo mental para programar actos que abiertamente vayan en contra de alguien. Y aun en estos casos las personas están ante todo buscando lo que para ellos es mejor en ese momento. Cuantas veces nosotros mismos hemos dicho: no se que me paso o ¿cómo pude hacer esto. Puede ser una excusa o reflejar la misma realidad que intuyó Jesús al decir: Padre. Perdónales porque no saben lo que hacen.
Nadie nos hace nada sin nuestro consentimiento.
Excepción hecha de las ocasiones en las que alguien nos amenaza con un arma para que hagamos algo, nosotros, de algún modo, aceptamos el trato que nos dan los demás. Más aun, no solo lo aceptamos sino que a veces lo pedimos aunque sea de un modo inconsciente. Los masoquistas buscan quien les haga daño y los salvadores andan buscando víctimas a quienes proteger y que en tantas ocasiones se convierten en sus victimarios. Entender esto nos da una luz para no atribuirle al otro el 100% de la responsabilidad de nuestro males. Si un cónyuge te traiciona, ¿quien eligió a esa persona como pareja? Si un familiar te roba o te atropella en un negocio, ¿quien confió en el? La solución al descubrir esto no es culparnos ni culpar, sino aprender, mejorar y seguir adelante.
Todo en la vida es para aprender y crecer.
No hay un destino trazado aunque vengamos con una misión y un mapa del camino. Las cosas que suceden no tenían que suceder por un sino marcado pero sí por nuestro estilo de vida. Por eso en lugar de castigarnos y auto condenarnos lo sabio es mirar serenamente los hechos, sacar lecciones de vida y crecer en bondad, en espiritualidad, en desapego y en interiorización. Una vez más conviene recordar que lo sensato no es atormentarnos preguntándonos ¿por que?. Lo que nos impulsa hacia adelante y hacia arriba es preguntarnos ¿para que? Y las respuestas siempre son positivas aunque al comienzo parezcan paradojas y nos falten varias fichas del rompecabezas. En esta vida siempre nos quedan faltando fichas, mientras queremos entenderlo todo de un modo bien racional. Tantas realidades no son para entenderlas sino para asumirlas y divinizarlas con el amor. Lo esencial solo se ve con el corazón. Saint Exupery
Podemos sacar bienes de los males.
No es muy conveniente clasificar los hechos en buenos y malos con una visión dualista y moralista. ¿cuantas veces lo que vemos como un mal es lo que nos permite ser más y lo que llamamos bueno es lo que nos lleva a ser menos? Podemos hacer un reciclaje espiritual y aprovechar los golpes, las crisis y las penas para elevarnos a niveles mejores en el mundo del espíritu y en la dimensión del amor. Cuando uno tiene trato con personas que han sufrido de distintas maneras las admira porque son verdaderos maestros de paciencia, calma, profundidad y nobleza. Casi todos reconocen que los supuestos males fueron la fuente de los bienes que ahora disfrutan.
Nadie es malo aunque haga el mal.
Nuestra esencia siempre es buena. No somos malos aunque estemos equivocados. Cuando nos enseñamos a meditar y a ver con el alma despertamos una profunda sensibilidad y podemos llegar al yo íntimo de los seres humanos. Entonces vemos con nuevos ojos a las personas, nos dejamos guiar por la compasión y somos capaces de actos sublimes. Muchas personas han llegado a expresarles perdón a los que les causaron un terrible daño: asesinato de un hijo, torturas, secuestros o grandes injusticias.
En cada momento hacemos lo que podemos hacer.
Cuando miramos hacia atrás nos castigamos y maltratamos a otros al no entender por que hicimos daño o nos lo hicieron. Vemos el ayer con la luz que hoy hemos alcanzado y por eso nuestra apreciación no es justa.
Lo cierto es que si algo ocurrió fue porque en ese instante eso fue lo que pudimos hacer o pudieron hacer los otros. Es bueno aprender del pasado para mejorar pero el camino no es con la culpa o el odio que nos amarran al ayer.
Debemos ser afables y tolerantes con nosotros mismos y con los demás y aceptar que las cosas pasaron, no porque tenían que pasar, sino porque en ese entonces no teníamos los medios y la claridad que hoy poseemos. Nuestros padres nos dieron lo que dentro de sus límites nos podían dar. Cuando lo entendemos somos pacientes y bondadosos y logramos reconciliarnos con ellos, sin que eso nos obligue a vivir según sus patrones de conducta.
El perdón es la clave de la felicidad.
Con la felicidad nos pasa lo mismo que con el amor o el éxito. De tanto usar las palabras ya ni sabemos lo que significan. Hay tantos conceptos de felicidad como personas existen en la tierra. Por eso es bueno acercarse a la sabiduría y aprender de aquellos a quienes podemos llamar iluminados. Para ellos la clave de la felicidad es la paz interior y una de las claves de la paz interior es el perdón. Cuando alimentamos odios profundos y rencores eternos debemos preguntarnos a costa de que lo hacemos. A costa de lo que mas deseamos: sentirnos bien, en paz con nosotros mismos y en armonía.
Ningún acto es imperdonable.
Con bastante frecuencia se oyen frases como estas: Eso es imperdonable, algo así no tiene perdón de Dios, nadie perdona algo tan terrible. Es normal que estas expresiones y estos pensamientos surjan despues de que algo muy grave nos ha sucedido. No obstante, hay que erradicar esos pensamientos de la mente porque somos lo que pensamos y lo que sentimos. Si de verdad nos convencemos de que hay hechos imperdonables, esa creencia nos va a marcar y a condicionar de tal modo que ni siquiera demos un tímido paso en el proceso del perdón. La verdad es que todo se puede y se debe perdonar. La verdad es que si tomamos la decisión y buscamos ayudas todo es imperdonable. En el campo religioso la falsa creencia de que hay pecados imperdonables conduce a una desesperación tan violenta que se identifica con el así llamado pecado contra el Espíritu Santo. Es sentirse rechazado por Dios y, por lo mismo, no pedir perdón y hundirse en la desesperanza. Creamos que todo es perdonable y ojalá los testimonios conmovedores de personas que han perdonado delitos atroces nos muevan a descargar pesos que oprimen y a sanar hondas heridas.