El árbol obediente

Cuento zen con moraleja

Se ha hecho lo mismo al ser humano en el mundo como al árbol obediente del cuento. Se le han cortado las raíces desde el principio, en relación con todo.

Imagen del cuento: El árbol obediente

Cuento zen sobre la obediencia

En Japón hay árboles que tienen quinientos, seiscientos años, y sólo miden veinte centímetros de altura. Para muchos se considera un arte y para otros sencillamente es un crimen. Los jardineros han estado manteniendo la situación de esos árboles durante generaciones.

Ahora bien, un árbol de quinientos años... Puedes ver que las ramas son viejas, aunque sean pequeñas; es un hombrecito muy pequeño Y obediente, pero se puede ver la vejez en las hojas, en el tronco, en las ramas. Y la estrategia que utilizan es esta: plantan un árbol en un tiesto desfondado y le van cortando las raíces. Cuando las raíces salen y tratan de llegar a la tierra, las cortan. No tienen que hacerle nada al árbol; simplemente le van cortando las raíces. El árbol puede vivir siendo obediente durante miles de años, pero nunca florece, nunca llega a dar fruto.

MORALEJA

Se ha hecho lo mismo con el ser humano en todo el mundo. Se le han cortado las raíces desde el principio, en relación con todo.

El niño tiene que ser obediente. Le estás cortando las raíces. No le estás dando la oportunidad de decirte sí o de decirte no. No le estás permitiendo pensar, no le estás permitiendo tomar una decisión propia. No le estás dando responsabilidad, le estás quitando la responsabilidad bajo la maravillosa palabra «obediencia». Le estás quitando la libertad, le estás quitando la individualidad, con una estrategia simple: insistes en que es un niño y no sabe nada. Los padres deciden y el niño tiene que ser absolutamente obediente.

El niño obediente es un niño respetado. Pero hay tantas cosas implicadas que lo estás destruyendo completamente. Se hará viejo, pero no crecerá. Se hará viejo, pero no florecerá ni tampoco dará fruto. Vivirá, pero su vida no será un baile, no será una canción, no será un disfrute. Has destruido la posibilidad básica de todo aquello que le convierte en un individuo, auténtico, sincero, de todo lo que le da cierta integridad.

Los niños son esclavos de sus padres; las esposas son esclavas, los maridos son esclavos, los ancianos se convierten en esclavos de los jóvenes que tienen todo el poder. Si te fijas, todo el mundo vive en la esclavitud, ocultando sus heridas detrás de bellas palabras.

Las raíces sólo pueden ser fuertes si dejamos de hacer lo que hemos estado haciendo hasta ahora y hacemos exactamente lo opuesto. Cada niño debería tener la oportunidad de pensar. Deberíamos ayudarle a agudizar su inteligencia. Deberíamos ayudarle proponiéndole situaciones y dándole oportunidades de decidir por sí mismo. Deberíamos partir del principio de no forzar a nadie a ser obediente, y de enseñar a todo el mundo la belleza y la grandeza de la libertad. Entonces las raíces serían fuertes.