Nunca tienes la razón
No es fácil reconocer que cuando crees tener la razón tu ego soberbio te hace sentir superior. De allí a una ruptura dolorosa no hay más que un paso.
GONZALO GALLO
Yo tengo la razón
Hay cuatro palabras explosivas que le fascinan al ego y deterioran las relaciones: "Yo tengo la razón". Son perversas, porque si tú tienes la razón y no solo una parcela de la misma, necesariamente los otros están equivocados. No es fácil reconocer que cuando crees tener la razón tu ego soberbio te hace sentir superior a los otros. De allí a los conflictos o a una ruptura dolorosa no hay más que un paso.
Y es que al ego le encanta identificarse con lo que él llama la razón, incluso estando equivocado. Cuando tú sigues los delirios del ego crees que tu opinión corresponde a los hechos o la realidad. Y la salida amorosa está en respetar a los otros y aceptar con humildad que estás en el error o solo tienes un pedacito de la razón. Inténtalo y verás como todo fluye cuando reconoces que únicamente posees atisbos de la verdad.
Ganas mucho con una mente sin barreras y pierdes lo más preciado al no valorar la diversidad y ser terco. Te relacionas mejor si eres flexible y destierras de tu alma el vicio del perfeccionismo. Solo los soberbios envenenan sus relaciones con el prurito de tener siempre la razón. No los imites y transita por senderos de paz apoyado en la tolerancia.
Jesús fue criticado, porque su amor era universal y llevó su mensaje más allá de las fronteras judías. Por eso, trató a los samaritanos, curó una mujer cananea y sanó al hijo de un oficial romano. Al actuar así nos invitó a amar sin límites, sin exclusiones y a estar abiertos a todo lo que une. Y el secreto es tener un corazón conectado con Dios y vibrando en un amor que apacigua y reconcilia.
Una buena manera para conocerte y fluir es hacerte preguntas sobre lo que te disgusta de los otros y la vida. Pregúntate qué te saca el genio, te quita la paz y te descompone. Míralo bien y quizás te sorprenda descubrir que mucho de lo que ves afuera está dentro de ti mismo.
Pongamos que en tu lista de eventos que vuelven trizas tu serenidad y tu felicidad hay cosas como éstas: perder dinero, un robo, un vuelo cancelado, una crítica acerba o la depreciación del dinero. Si eso te impide ser feliz, no eres tan espiritual como lo proclamas. Quiere decir que lo material te condiciona y es mucho más importante que tu paz interior.
En efecto, si lo espiritual fuera para ti lo primero ninguna de esas cosas debería perturbarte. ¿Lo ves claro?
Así lo vio Charles Chaplin al decir: "La vida puede ser libre y bella, pero necesitamos humanidad antes que máquinas, bondad y dulzura antes que inteligencia. No tenemos ganas de odiarnos y despreciarnos y en este mundo hay sitio para todos.
Las nubes se disipan, el sol asoma, surjamos de las tinieblas a la luz, penetremos en un mundo nuevo. Un mundo mejor, en el que los hombres vencerán su codicia, su odio y su brutalidad".