Solo puedes anhelar a Dios con toda tu fuerza si estás dispuesto a poner todo tu ser en la búsqueda, han de involucrarte con todo tu corazón y todo tu ser.
Si deseas ver a Dios, mira atentamente la creación. No rechaces: no reflexiones de ella. Simplemente obsérvala. La observación es el camino a la no-mente.
Si nos amamos verdaderamente, somos capaces de aceptarnos y valorarnos sin ambicionar nuestras carencias, nuestra imperfección y nuestra vulnerabilidad.
Un robot sigue haciendo algo; no es bueno ni malo. El robot no tiene espíritu, no tiene alma. Simplemente repite. La repetición está muerta, sin Dios.
Así es el ego: pensarte separado de la existencia, es perspectiva científica. Pensarte a ti, uno con la existencia, es perspectiva de la espiritualidad.
Las cosas son lo que son, Dios es como es. Si lo aceptas y lo comprendes no hay nada más que hacer. Entonces podrás seguir observando y seguir disfrutando.
La respiración rítmica como la de un bebé es el primer paso para alguien que quiere conectar con Dios y desarrollar e influenciar sus centros vitales.
Si no están los intermediarios, las personas tardarían mucho menos en encontrar a Dios, en darse cuenta de que pueden hacerlo sin la ayuda de los demás.
En tu vida te estás comparando, sí, por el contrario, dejas de comparar, la envidia desaparece. Lo único que sabes es que tú eres y que no eres nadie más.
Sabías que el tiempo nadie lo ha visto, que no hay forma de verlo. Si buscas, se ha ido, si piensas, no está ahí. Si simplemente eres, está ahí. Lo vives.
Hay algo decisivo: si proteges tu ego, perderás a Dios. Si estás preparado para abandonar tu ego, le encontrarás. En ese abandonar se produce el hallazgo.
¿Cómo servir a Dios? Permanece en equilibrio y así servirás a Dios. Permanece en equilibrio y Dios estará a tu alcance y tú estarás al alcance de Dios.
Cuando el taxímetro corre lentamente te sientes feliz, cuando el taxímetro corre a mil te sientes infeliz; tu felicidad depende de alguna causa externa.
La superioridad supone la ausencia de inferioridad, no es su opuesto. Simplemente no comparas. Cuando no comparas, ¿cómo puedes ser superior o inferior?
Se necesita a alguien que pueda ser un testigo, que pueda dar testimonio, que pueda decir: «Sí, yo Le conozco», que pueda resonar en tus profundidades.
Para ir a tu interior debes trascender todas las ataduras. Sólo entonces puedes encontrar la fuente: la fuente que es la libertad, la fuente que es Dios.