El banco del tiempo
Cuento zen con moraleja
El tiempo es pequeño, no puedes atraparlo. Si lo coges, ya ha pasado. Si piensas, estás en el futuro. Puedes permanecer en él, pero no puedes atraparlo.
Cuento zen sobre el tiempo
Imagínate que existe un banco, que cada segundo abona en tu cuenta la cantidad de 1 dólar. Ese extraño banco, al mismo tiempo, no arrastra tu saldo al segundo siguiente: cada segundo borra de tu cuenta el saldo de 1 dólar que no has gastado.
¿Qué harías? Imagino que retirar cada dólar que no has gastado, ¿no?
Pues bien: cada uno de nosotros tenemos ese banco... su nombre es TIEMPO.
Cada instante, ese banco abona en tu cuenta personal 1 segundo. Cada segundo ese banco borra de tu cuenta y da como perdido cualquier segundo que no hayas invertido en algo provechoso.
Ese banco no arrastra saldos de un segundo a otro; no permite sobregiros. Cada instante te abre una nueva cuenta. Cada instante elimina el segundo anterior. Si no usas tú sagrado ahora, tú serás el que pierde. ¡El tiempo no es un problema filosófico, es existencia!
MORALEJA
¿Acaso no puedes permanecer aquí y ahora sin el tiempo?
El tiempo es tan pequeño que no puedes atraparlo. Si lo coges, ya ha pasado. Si piensas, estás en el futuro. Puedes permanecer en él, pero no puedes atraparlo. Cuando lo atrapas, se ha ido; cuando piensas en él, no está allí.
Cuando está ahí, sólo puede hacerse una cosa: vivirlo, eso es todo. Es tan pequeño que sólo puedes vivirlo, pero es tan vital que te da la vida.
Alguien pidió a un maestro, define a Dios. Y el maestro dijo. Es como el tiempo. Puedo hablar de él, pero si quieres una definición no puedo dártela.
El maestro está en lo cierto: Dios puede ser vivido, pero no visto. El tiempo puede ser vivido, pero no puede ser visto. ¡El tiempo no es un problema filosófico, es existencia! ¡Dios tampoco es un problema filosófico, es existencia! Hay gente que lo ha vivido, pero si insistes en una definición, permanecerán callados, no pueden contestar. Y si puedes permanecer en este instante, las puertas de todos los misterios se abrirán.
Por eso arroja todo deseo, quita el polvo de tus ojos, ponte en paz interior, sin desear nada, ni incluso Dios, y así y solo así, puedes vivir en el ahora, puedes vivir en Dios.
El tiempo y Dios son un presente absoluto.