La energía espiritual y su complejidad interior
La naturaleza de la energía espiritual y su complejidad interior es tan impalpable, que, fuera de ella, se ha podido edificar la Mecánica del universo.
PIERRE TEILHARD CHARDIN
EL AMOR ES ENERGÍA ESPIRITUAL
Toda energía espiritual alimenta la energía del amor.
Razón de Amor, en primer lugar. Expresada en términos de energía espiritual, la función cósmica de Omega consiste en esbozar y en mantener bajo su irradiación la unanimidad de las partículas reflexivas del mundo.
En Amor, como en cualquier otra forma de energía, las líneas de fuerza no pueden cerrarse en cada momento más que dentro de lo existente establecido.
Llegará el día en que después de aprovechar el espacio, los vientos, las mareas y la gravedad; aprovecharemos para Dios las energías del amor. Y ese día por segunda vez en la historia del mundo, habremos descubierto el fuego.
Todo tiene un comienzo para la energías del amor y la Vida que es ascensión de consciencia es de vital importancia. Si es que ella progresa aún será, pues, por encima del manto de una Tierra florida secretamente, y en algunos puntos se está elevando secretamente la energía espiritual
LA ENERGÍA ESPIRITUAL
Ninguna noción nos es tan familiar como la de Energía espiritual.
Y, sin embargo, ninguna nos resulta científicamente tan oscura como ella. Por un lado, la realidad objetiva de un esfuerzo y de un trabajo psíquico está tan fundamentada, que sobre ella se asienta toda la Ética. Y por otro, la naturaleza de esta potencia interior es tan impalpable, que, fuera de ella, se ha podido edificar toda la Mecánica del universo.
En ningún otro lugar se nos presentan más crudamente las dificultades en las que aún nos hallamos para agrupar, dentro de una misma perspectiva racional, Espíritu y Materia. Así como tampoco en ningún otro lugar se manifiesta más tangiblemente la necesidad urgente de tender un puente entre las dos orillas, física y moral, de nuestra existencia, si queremos que se animen mutuamente las dos facetas, espiritual y material, de nuestra actividad.
La Ciencia ha decidido ignorar provisionalmente la cuestión de entrelazar de una manera coherente las dos Energías del cuerpo y del alma. Sería muy cómodo obrar como ella. Por desgracia (o por ventura), encerrados, como lo estamos aquí, en la lógica de un sistema en el que el Interior de las Cosas tiene tanto o más valor que su Exterior, tropezamos de lleno con la dificultad. Es imposible evitar el choque; es necesario avanzar.
Las consideraciones que siguen no tienen, naturalmente, la pretensión de aportar una solución verdaderamente satisfactoria al problema de La Energía Espiritual. El fin que se proponen es simplemente el de mostrar, como un ejemplo, lo que debería ser, tal como lo concibo, la línea de investigación adoptada y el género de explicación perseguido por una ciencia integral de la Naturaleza.
ENERGÍA MATERIAL Y ENERGÍA ESPIRITUAL
Entendiendo el Problema de las dos Energías.
Dado que en el fondo mismo de nuestra consciencia humana la cara interna del Mundo aparece y se refleja sobre sí misma, parecería que no tendríamos más que mirarnos a nosotros mismos para comprender en qué relaciones dinámicas se encuentran, en un punto cualquiera del Universo, el Exterior y el Interior de las Cosas
...de hecho, esta lectura es de las más difíciles
En nuestra acción concreta sentimos perfectamente cómo se combinan las dos fuerzas existentes. El motor funciona, es verdad, pero no llegamos a descifrar su actuación, que parece contradictoria. Lo que constituye para nuestra razón la aguzada punta, tan irritante, del problema de La Energía Espiritual es el sentido agudo que tenemos de la dependencia y de la independencia simultáneas de nuestra actividad en relación con las fuerzas de la materia.
Dependencia, en primer lugar. Esta es de una evidencia al mismo tiempo deprimente y magnífica. Para pensar hay que comer. En esta fórmula brutal se expresa toda una economía, que, según el punto desde donde se mire, constituye la tiranía o, muy por el contrario, la fuerza espiritual de la Materia. La especulación más elevada, el amor más incandescente, se doblan y se pagan, lo sabemos demasiado bien, con un gasto de energía física. Ora será el pan el que sea necesario, ora el vino, ora la infusión de un elemento químico o de una hormona, ora la excitación de un color, ora la magia de un sonido que, atravesando nuestros oídos como una vibración, emergerá en nuestro cerebro bajo la forma de una inspiración...
Energía material y Energía espiritual, sin duda alguna, se sostienen y se prolongan una a otra por medio de algo. En el fondo, de alguna manera, no debe haber actuando en el Mundo más que una Energía Única. Y la primera idea que nos viene a la mente es la de representarnos el alma como un foco de transmutación, hacia el cual, a través de todas las avenidas de la Naturaleza, la fuerza convergería para interiorizarse y sublimizarse en belleza y en verdad
Ahora bien: esta idea, tan seductora, de una transformación directa de una a otra de las dos Energías, debe abandonarse ya, apenas entrevista. Y ello porque, tan claramente como su ligazón, se manifiesta su mutua independencia en cuanto se intenta acoplarlas
Para pensar hay que comer, insisto. Pero, como contrapartida, ¡cuántos pensamientos distintos nacidos del mismo trozo de pan! Como las letras de un alfabeto, del cual pueden salir tanto la mayor incoherencia como el más bello poema nunca oído, las mismas calorías parecen tan indiferentes como necesarias a los valores espirituales que alimentan
Las dos Energías, física y psíquica, distribuidas respectivamente sobre las dos caras, externa e interna, del Mundo, tienen en su conjunto el mismo aspecto. Ambas están constantemente asociadas y de algún modo pasan la una a la otra. Sin embargo, parece imposible hacer superponer sus curvas de una manera simple. Por un lado, solo una fracción ínfima de Energía física es utilizada por lo desarrollos más elevados de la Energía espiritual. Y por otro lado, esta fracción mínima, una vez absorbida, se traduce en el cuadro interior por las oscilaciones más inesperadas
Una tal desproporción cuantitativa basta para desechar la idea, demasiado simple, de cambio de forma (o de transformación directa) y, por consiguiente, la esperanza de hallar nunca un equivalente mecánico de la Voluntad o del Pensamiento. Las dependencias energéticas entre el interior y el Exterior de las Cosas son indiscutibles. Sin embargo, no pueden traducirse, sin duda alguna, más que por un simbolismo complejo, en el cual figuran términos de órdenes diferentes.
Una línea de solución al Problema de las dos Energías.
Para escapar a un dualismo de fondo imposible y anticientífico y para salvaguardar, no obstante, la natural complicación de la Trama del Universo, yo propondría, pues, la siguiente representación que va a servir de fondo a todo el resto de nuestros desarrollos
Admitimos que, esencialmente, cualquier energía es de naturaleza psíquica. Sin embargo, añadiremos que, en cada elemento particular, esta energía fundamental se divide en dos componentes distintos: una energía tangencial, que hace al elemento solidario de todos los elementos del, mismo orden (es decir, de la misma complejidad y de la misma centralidad) que él en el Universo, y una energía- radial, que le atrae, en la dirección de un estado cada vez más complejo y más centrado, hacia adelante
A partir de este estado inicial y suponiendo que dispone de una cierta energía tangencial libre, está claro que la partícula así constituida se halla en situación de aumentar con algún valor su complejidad interna, asociándose con partículas vecinas, y, como consecuencia (dado que su centralidad se halla con ello automáticamente acrecentada), se hace ascender de igual manera su energía radial, la cual, a su vez, podrá reaccionar, bajo la forma de una nueva ordenación, dentro del campo tangencial. Y así sucesivamente
Dentro de esta perspectiva, en que la energía tangencial representa la energía a secas, habitualmente considerada por la Ciencia, la única dificultad es explicar el juego de las ordenaciones tangenciales en concordancia con las leyes de la Termodinámica. Ahora bien, a este propósito pueden hacerse las siguientes observaciones:
a) En primer lugar, como la variación de la energía radial en función de la energía tangencial se opera, en virtud de nuestra hipótesis, con el intermedio de una ordenación, se sigue que un valor tan grande como se quiera de la primera puede estar ligado a un valor tan pequeño como se quiera de la segunda, dado que una ordenación extremadamente perfeccionada puede no exigir más que un trabajo extremadamente débil. Todo lo cual da perfectamente cuenta de los hechos comprobados
b) En el sistema aquí propuesto, en segundo lugar, uno se halla conducido paradójicamente a admitir que la energía cósmica es constantemente creciente, no solo bajo su forma radial, sino también, cosa más grave, bajo su forma tangencial (ya que la tensión entre elementos aumenta con su misma centralidad), y esto parece contradecir al principio de Conservación de la Energía en el Mundo. Sin embargo, observémoslo: este acrecentamiento de lo Tangencial, de segunda especie, el único incómodo para la Física, no se hace sensible más que a partir de valores radiales muy elevados (caso del Hombre, por ejemplo, y de las tensiones sociales). Por debajo y para un número aproximadamente constante de partículas iniciales en el Universo, la suma de las energías tangenciales cósmicas queda práctica y estadísticamente invariable en el curso de las transformaciones. Y esto es todo cuanto necesita la Ciencia.
c) Y, finalmente, dado que, en nuestro esquema, el edificio entero del Universo en vías de centralidad está constantemente sostenido, en todas sus fases, por sus ordenaciones primarias, es evidente que su culminación está condicionada, hasta los estados más elevados, por un cierto quantum primordial de energía tangencial libre, que gradualmente va agotándose, tal como lo exige la Entropía
Considerado en su conjunto, este cuadro satisface las exigencias de la Realidad. Sin embargo, quedan aún tres cuestiones sin resolver:
a) ¿En virtud de qué energía especial, en primer lugar, se propaga el Universo siguiendo su eje principal, en la dirección, menos probable, de las más elevadas formas de complejidad y centralidad?
b) ¿Existe, seguidamente, un límite y un término definidos por lo que se refiere al valor elemental y a la suma total de las energías radiales desarrolladas en el curso de la transformación?
c) Esta fórmula última y resultante de las energías radiales, finalmente, si existe, ¿está sujeta y destinada a desagregarse reversiblemente un día, de acuerdo con las exigencias de la Entropía, hasta una recaída indefinida en los centros pervivientes, y aun por debajo de los mismos, por agotamiento y nivelación gradual de la energía libre tangencial contenida en las capas sucesivas del Universo y de las cuales ha emergido?
Estas tres cuestiones no podrán recibir una respuesta satisfactoria sino hasta mucho más adelante, cuando el estudio del Hombre nos haya conducido hasta la consideración de un polo superior del Mundo, el punto Omega.
CONCLUSIONES
La ciencia muestra que el universo ha evolucionada en la línea de un incremento en complejidad desde las partículas elementales aisladas después del Big-Bang a los átomos y compuestos físicos y químicos más complejos, a la de los seres vivientes y finalmente al hombre donde aparece la autoconciencia. Teilhard rechaza todo dualismo materia-espíritu y presenta un concepto unificado de materia que incluye en sí misma la dimensión espiritual. Esta dimensión está relacionada con la complejidad. A mayor complejidad corresponde un nivel más alto en la dimensión espiritual.
El materialismo busca entender al hombre solo desde la materia. Reduciendo al hombre a un objeto material que puede ser explicado totalmente desde sus componentes materiales. Teilhard sigue el camino contrario busca entender la materia desde el hecho de la presencia de la consciencia en el ser material que es el hombre. Si el hombre es un ser material autoconsciente, esta cualidad de la consciencia tiene que estar de alguna manera también presente en toda la materia.
Esto le lleva a proponer la idea de que en la materia hay un interior además de un exterior. El interior de la materia está ligado a la complejidad, de forma que al aumentar ésta, aumenta también su grado de interioridad. La complejidad, a su vez, está relacionada con la consciencia y la dimensión espiritual. El incremento en complejidad en la evolución se identifica con una mayor dimensión espiritual.
A este doble carácter de la materia (interior y exterior) corresponden también dos tipos de energía: una energía tangencial, que corresponde a la energía física con la que las cosas interaccionan unas con otras a su mismo nivel y otra energía radial o espiritual, que es responsable de la convergencia de la evolución de la materia en la línea de una mayor complejidad y una mayor consciencia, es decir, en la dirección del espíritu.
Esta energía espiritual a nivel humano se identifica con el amor que une manteniendo las identidades. Así el camino de la evolución es finalmente el camino del amor.
Para Teilhard estos dos tipos de energía son en realidad los dos componentes de una sola energía fundamental que incluye ambas. Esta energía conduce la evolución cósmica de una multiplicidad aislada a una creciente unidad compleja, siguiendo el camino que va de la materia al espíritu y del espíritu por el amor al Punto Omega que es el Cristo Total. Por eso puede dirigirse poéticamente a la materia diciendo: Yo te saludo, Medio Divino, cargado de Potencia creadora, Océano agitado por el Espíritu, Arcilla amasada y animada por el Verbo encarnado.
La espiritualidad es todo y, por tanto, es Dios. Así mismo; La religión no es todo y, por tanto, no es Dios.
Pierre Teilhard de Chardin