El silencio del despertar espiritual
Es el corto silencio donde se funde la existencia eterna. Es una fuerza que se aloja en el corazón del hombre y se rebela contra todos los obstáculos.
KHALIL GIBRAN
¿QUÉ ES EL DESPERTAR ESPIRITUAL?
Es el corto silencio donde se funde la existencia eterna.
Es el despertar en las profundidades del corazón de un poder irresistible y magnífico que desciende, de pronto, sobre la conciencia del hombre y abre sus ojos, y le hace ver la Vida en medio de una lluvia brillante, de una música profunda, rodeada de un círculo de luz dorada y, al hombre de pie, entre el cielo y la tierra como un pilar de belleza.
Es una llama que, repentinamente asciende devastadora, dentro del espíritu y quema y purifica el corazón y lo eleva más allá de la tierra y lo hace flotar en el espacio ilimitado.
Es una fuerza que se aloja en el corazón del hombre y se rebela contra todos los obstáculos.
Es lo esencial, lo fundamental en la vida del hombre y la única finalidad de su existencia.
Es la mano misteriosa que arranca los velos de los ojos cuando se vive en medio de la sociedad, en el seno de mi familia, con los amigos.
Muchas veces, nos preguntamos: ¿Qué es el Universo, por qué somos diferentes de aquellos que nos miran, qué son esos rostros, qué representan para nosotros, por qué vivimos con ellos? ¿Somos extranjeros en medio de ellos o son ellos los extranjeros en esta tierra formada por la Vida que me confió sus claves?
Es cuando se deja el mundo y se busca la soledad para vivir despierto y encontrar la paz.
Ese es el despertar espiritual. Y quien lo siente no puede expresarlo con palabras y quien no lo siente, jamás podrá conocerlo por palabras.
La Espiritualidad
¿Acaso he hablado hoy de otra cosa? ¿No son todos los actos y todas las reflexiones, espiritualidad? ¿Y aún aquello que no es acto ni pensamiento, sino un milagro y una sorpresa brotando siempre en el alma, aun cuando las manos pican la piedra o atienden el telar? ¿Quién puede separar su fe de sus acciones o sus creencias de sus ocupaciones? ¿Quién puede desplegar sus horas ante sí mismo diciendo: Esto para Dios y esto para mí; esto para mi alma y esto para mi cuerpo?
Todas nuestras horas son alas que baten a través del espacio de persona a persona. El que usa su moralidad como su más bella vestidura mejor estaría desnudo. El sol y el viento no desgarrarían su piel.
Y aquél que define su conducta por medio de normas, apresará su pájaro cantor en una jaula. El canto más libre no sale detrás de alambres ni barrotes.
Y aquél para quien la adoración es una ventana que puede abrirse pero también cerrarse, no ha visitado aún la mansión de su espíritu cuyas ventanas se extienden desde el alba hasta el alba.
Vuestra vida de todos los días es vuestro templo y vuestra espiritualidad. Cada vez que en él entréis llevad con vosotros todo lo que tenéis. Llevad el arado y la fragua, el martillo y el laúd. Las cosas que habéis hecho por gusto o por necesidad. Porque en recuerdos, no podéis elevaros por encima de vuestras obras ni caer más bajo que vuestros fracasos. Y llevad con vosotros a todos los hombres.
- Porque, en la adoración, no podéis volar más alto; que sus esperanzas ni humillaros más bajo que su desesperación.
Y si llegáis a conocer a Dios, no os convirtáis en aclaradores de enigmas. Mirad más bien alrededor de vosotros y lo veréis jugando con vuestros hijos. Y mirad hacia el espacio; lo veréis caminando en la nube, desplegando sus brazos en el rayo, y
descendiendo en la lluvia.
Lo veréis sonriendo en las flores y elevándose luego para agitar sus manos en los árboles.