El anciano y la vejez
Cuento zen con moraleja
La mente tiene problemas para aceptar nuestras limitaciones en la vejez. La mente tiende a explicarlo todo y si no lo explica, ¡al menos de justificarlo!
Cuento zen sobre la aceptación
Diálogo entre un médico y un anciano que se hace examinar.
Dijo el anciano:
– Siento dolores muy fuertes en la espalda.
– Quiero moverme como antes, pero no puedo hacerlo.
– Es por tu avanzada edad – dijo el médico.
– Ya no estoy en mis cabales.
– Pierdo la memoria y olvido las cosas.
– Sí, porque eres viejo – dijo el médico.
– También estoy perdiendo la vista.
– Es la vejez – dijo el médico.
– Y me cuesta digerir lo que como.
– Desde luego, ya no estás en edad de comer cualquier cosa – dijo el médico.
– Siento que mis manos tiemblan.
– Ya no me responden como antes.
– Es normal, eres viejo – dijo el médico.
De repente, el anciano se enfadó:
– ¡Idiota!
– Pero, ¿qué me cuentas?
– ¡Eres más ignorante que un burro!
– ¡Dios ha creado remedios, pero tú los ignoras!
– Todo lo que me dices es que soy viejo.
– Sí – dijo el médico.
– Y por eso te enfadas.
MORALEJA
Muchos problemas no tienen solución; simplemente nos invitan aceptar nuestra realidad y aceptar nuestras limitaciones. La mente tiene problemas para aceptar nuestras limitaciones. La mente tiene un gran deseo de explicarlo todo... y si no lo explica, ¡al menos de justificarlo!
Los problemas surgen porque vives en la superficie, eres un pequeño bote en la superficie y los fuertes vientos te arrastran y todo el océano enloquece. Luchar no te servirá, resultarás derrotado, tendrás que aceptar las olas, muévete a su ritmo. Permanece relajado y sé natural.
Un día u otro tienes que aceptar el hecho de que hasta ahora has estado viviendo en una profunda estupidez. Y si continúas viviendo de esa forma -sin aceptar con amor la realidad-, poco a poco perderás tu individualidad, te harás parte de las masas, perderás tu alma. Entonces no serás un individuo de auténtica felicidad.
La realidad trae sus problemas y sabes en el fondo que tendrás que vivir con ellos. No puedes simplemente escapar. Son la situación misma en la que la vida ha de integrarse y desarrollarse. Son los retos de la vida. Acéptalos. Son bendiciones disfrazadas. Si quieres escapar de ellos, si quieres liberarte en alguna forma de ellos, entonces surge el problema.
Por eso lo primero es: nunca reprimas. Lo primero es: sea lo que sea, es. Acéptalo y déjalo que venga, déjalo que se sitúe delante de ti. Permítela, abrázala, siéntate con ella, estrecha sus manos. Sé amistoso. Quiérela. No hay nada malo en amar y aceptar la realidad.