La iluminación espiritual

La dieta de la hipocresía

POR: AKASHICOS

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Por qué no somos carnívoros

Tanto nuestra anatomía como nuestra fisiología, bioquímica y psicología indican que no somos carnívoros. Decir que los carnívoros comen carne no es una descripción precisa de estas criaturas. Los animales que viven de otros animales usualmente comen carne cruda, directamente del cadáver, con gozo. Los carnívoros consumen la mayor parte del animal, no solamente su carne, consumiendo tanto el tejido muscular como también los órganos y bebiendo gustosamente la sangre fresca y tibia a lengüetadas junto con otros fluidos corporales.

La mayoría de nosotros amamos a los animales como acompañantes en la Tierra. No salivamos ante la idea de aplastar la vida de un conejo con nuestras manos desnudas y dientes, y el pensamiento de comer uno en un estado recién muerto es bastante repugnante. Ciertamente no disfrutamos masticar huesos, cartílagos, entrañas o trozos de grasa cruda y carne, junto con el cabello y bichos que inevitablemente los acompañan. No podemos imaginar estar sorbiendo sangre cálida, y llenarnos de ella en nuestros rostros, manos y cuerpos. Estos comportamientos son ajenos a nuestra disposición natural y son de hecho enfermizos.

Las imágenes y olores que llegan a nosotros de los mataderos y de las carnicerías son aquellas de la muerte. Muchas personas las encuentran innombrables y repugnantes. Los mataderos son tan ofensivos para la mayoría de las personas que a nadie le es permitido visitarlos. Inclusive los empleados encuentran que es imposible hacer las paces con las condiciones de los mataderos. Los mataderos tienen la tasa de cambio de empleados más alta de cualquier industria. Comer carne no cabe en nuestros conceptos de amabilidad o compasión. No existe forma amable de matar a otra criatura.

Matamos a nuestros animales por mandato, encontrando al cadáver como algo que nos da asco. La vasta mayoría de los adultos está de acuerdo en que si ellos tuvieran que matar a los animales para poder comerlos, ellos no consumirían carne de nuevo. Disfrazamos la carne animal comiendo solo algunos cortes pequeños de los músculos y algunos órganos. Inclusive entonces, preferimos cocinarlos y camuflarlos con condimentos. Disfrazamos la realidad de la carne cambiando los nombres de las comidas de lo que realmente son a algo más aceptable. No comemos vacas, cerdos u ovejas, sino que comemos res, puerco, jamón, roast beef, filete y terneras. No hablamos de comer sangre o linfa, pero salivamos ante la idea de un filete jugoso. Distorsionamos la realidad aún más dándole cualidades animales a nuestras comidas naturales. Así pues, nos referimos a la piel de las frutas, comer su carne o inclusive partir los cachetes u hombros de la fruta cuando separamos dos lados del hueso. Estas alusiones animales minimizan el horror de comer verdadera carne, pero aquellos de nosotros que no hemos sido desensibilizados todavía estamos conscientes de ello.

La evidencia

Cuando pesamos la evidencia, observamos que existen demasiadas consideraciones en fisiología, anatomía, disposición estética y psicología para que nosotros empecemos a considerar seriamente la noción de que fuimos diseñados para consumir carne.

Humanos vs. carnívoros

La siguiente es una lista incompleta de las diferencias mayores entre las criaturas humanas y carnívoras.


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