Camino a la perfección
Sociedad, familia y religiones, introducen en la mente de los niños programaciones dañinas hasta que llega un momento en que se sienten imperfectos.
CAYETANO MARTI
NUESTRA PERFECCIÓN
Vosotros, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial.
Mt 5,48
Muchas veces pienso en lo que dice Jesús: Dejad que los niños se acerquen a mí, o en: Si no os volvéis como niños, no entraréis en el Reino de Dios.
Veo a unos niños de dos o tres años jugando... Son blancos o negros, niños o niñas, vestidos o desnudos, y no hay ninguna persona mayor que les diga nada... El blanco mira al negro, pero no le dice negro. Juegan y a lo mejor se darán de tortas, pero sin influencias de nadie esos niños son perfectos, perfectos como niños...
¿Qué pasa entonces cuando crecemos? La sociedad, la familia, los profesores, las religiones, introducen en la mente de los niños muchas ideas... Y llega un momento en que uno se siente imperfecto. Y empezamos a creer que no podemos ser perfectos. Todos pertenecemos a la Tierra, no al Cielo, nos dicen.
De esta forma los demás dirigen nuestras vidas y en vez de avanzar hacia esta sencilla perfección, retrocedemos. Si nos limitamos a la vida sencilla, si trabajamos, esto es perfección. Ser perfectos como seres humanos es ser como esos niños. Necesitamos comer y debido al modo cómo está organizada esta sociedad, tenemos que trabajar para ganar un jornal. Puedo decir: Tengo derecho a vivir, y esto es perfecto, pero si para ganar mi comida se la quito a otro — por ejemplo: teniendo dos trabajos—, deja de haber perfección.
Las religiones han engañado a la gente con esto de santos o santas. Creemos que es casi imposible llegar a ser como ellos. No es así, porque la perfección no es la santidad organizada por las religiones, no es sentarse a rezar rosarios. Es portarse como seres humanos y si es necesario, dar algún que otro grito, sin odio, sin rabia. Conócete a ti mismo, esto es perfección. Sé tu mismo, Rectificar es de sabios; esto es perfección. Si estás comiendo gambas, procura ser perfecto comiendo gambas. Y si no os gustan las gambas comed cualquier otra cosa; ¡seguiréis siendo perfectos! Dejémonos de tonterías y sobre todo de religiones.
Podemos resumirlo así: ¿Quieres ser perfecto? Piensa y no sigas lo que otros te dicen. Escucha a todo el mundo, no faltaría más. A veces alguno de vosotros dice algo sobre lo que reflexiono y me di cuenta de que tiene razón. Esto me ayuda a crecer espiritualmente. No hemos de creer que mientras estoy creciendo espiritualmente no soy perfecto, que seré perfecto cuando sea mayor de edad. No, no es así. Del universo he visto un poquito —mi barrio—, pero no seré perfecto hasta que no contemple el infinito universo. No es así. Cuando empiezas a crecer ya eres perfecto. Cuando la gente dice que nadie es perfecto cae en la trampa. Vemos que hay millones de seres humanos que trabajan para comer y viven la vida tranquilamente. ¡Ésa es la perfección humana! Ellos no tiran bombas, no roban. Una mujer haciendo comida, un poco de sal, un poco de perejil... Viene la familia y encuentra una buena comida... Esto es perfección. A veces no sale tan buena, pero también es perfección. Lo que no quieras para ti no lo quieras para los demás. Esto es perfección.
Cuando un padre o una madre ven a sus hijos jugar, pintar o reír, disfrutan viéndoles pasárselo bien. Cuando hombres y mujeres practican el sexo, disfrutan, se alegran y cuando los seres humanos se alegran, Dios se alegra igual que los padres viendo a los hijos pasarlo bien. Aquí vemos también la perfección. Ahora bien, si al realizar el acto sexual hacemos daño a otras personas, deja de haber perfección. Lo que Dios une que no lo separe el hombre dice Jesús. No en papeles, contratos, o ceremonias, sino en Amor.
Hace años, cuando íbamos de excursión por el campo con Tófol y Joaquín y encontrábamos algún árbol cargado de manzanas, peras, o higos, pedíamos permiso al payés para coger un poco de fruta y él nos lo daba, pero teníamos sumo cuidado en no estropear el árbol. Comer una manzana, una pera, o un higo, es perfección. Comer un higo, o irse a la cama un hombre con una mujer, o una mujer con un hombre —es lo mismo— es perfección..., mientras no se esté estropeando la rama.
Tenemos que pensar continuamente: cada día somos más perfectos.
Cuando trabajaba, tenía un compañero que no sabía leer ni escribir al que llamaban Toni Pastarada. Cuando veía a un jorobado decía: Es un jorobado perfecto. ¡Claro que es perfecto!