Sin temor a los temores - Miedo
Ay, Dios, las ausencias también existen. La ausencia de calor, la ausencia de luz, la ausencia del bien. Es que, podríamos decir que estas ausencias.
MAURICIO AMAYA
LAS AUSENCIAS
Ay, Dios, las ausencias también existen. La ausencia de calor, la ausencia de luz, la ausencia del bien. Es que, podríamos decir que estas ausencias, que son por sí presencias, son imperativos categóricos para que lo otro exista. El calor no puede existir si no existe su ausencia, si no existe el frío. Si no, ¿cómo podría ser? La luz existe porque ilumina su ausencia y el mal porque hay algo con qué hacerlo existir, como es el bien.
Indudablemente no soy nadie para discutir con Einstein. Él, patriarca de patriarcas con base en sabiduría que podría significar ausencia de ignorancia. Otro sabio, quizás comparable, decía que en la medida que más sabía, menos sabía, solo sé que nada sé. Increíble, en la medida que más sabía, más ausencia de sabiduría creaba. ¿Cómo explicar esto?
¿Por qué temerle al mal? Él es, como las muchachas feas, el que nos hace admirar la belleza de las muchachas bonitas. Si no existieran aquellas, no existirían éstas.
Vaya paradoja. Pero es que esto lo expresaron ingenuos desde ha tiempo. Tales de Mileto (conocer la naturaleza), quizás Anaximandro (visión monista y orgánica), o Heráclito (mundo en perpetuo cambio), aportaron. Unían, ellos, las contradicciones. Eran, ahora las clasifican así, holísticos.
Después otros se cambiaron la tradición: Parménides de Elea (Un principio divino), Leucipo y Demócrito (el átomo, ladrillos básicos), Aristóteles (cuerpo, alma, las cosas de Dios) el que dijo aquello de nada sé, separaron las cosas. Una materia y un alma y, para no extenderme, el bien y el mal.
Posteriormente prevalecieron los conceptos basados en la investigación del átomo. La teoría de los cuanta y, de aquí, la relatividad. Planck fue el héroe, evolucionado por Einstein en la Ley del efecto fotoeléctrico hasta, vaya, la relatividad.
Locura, la agregó una cuarta dimensión: Las leyes mecánicas que son válidas en un lugar, lo son igualmente en cualquier otro lugar que se mueva uniformemente en relación al primero. El tiempo. Complicado, ¿verdad?. Dejémoslo a Einstein hasta su E=mv2.
Más allá de este mundo, existen esferas que no somos capaces de comprender. Yo sí creo que Dios, si es ese infinito que todo lo hace, creó el mal. Pero, para mí, eso no es importante. Nos corresponde a nosotros, bajo la base de que Él existe, superarlo y, en nuestra humildad, tratar de ganarle batallas todos los días.
Batalla difícil que se da. Si eso no existiera pues, muy fácil, todos seríamos buenos y no tendríamos los problemas que tenemos ahora.
Pero, decía Einstein, es que todo es relativo. Y esta Relatividad, por ahora, dentro de lo conocido, solo nos corresponde a los humanos. Por eso es que vino Cristo, a tratar de decirnos que había muchos caminos y que en ese mundo infinito de opciones y realidades, existía la del bien, tan contraria, relativamente, a la del mal.
Esta instructiva historia paso realmente y que mejor momento para traerla a colación, muchas veces nos ponemos a jugar con las neuronas y terminamos confundiendo a los demás.
El profesor universitario retó a sus alumnos con esta pregunta.
¿Dios creó todo lo que existe?
Un estudiante contestó valiente:
Sí, lo hizo.
¿Dios creó todo?:
Sí señor, respondió el joven.
El profesor contestó, Si Dios creó todo, entonces Dios hizo al mal, pues el mal existe, y bajo el precepto de que nuestras obras son un reflejo de nosotros mismos, entonces Dios es malo.
El estudiante se quedo callado ante tal respuesta y el profesor, feliz, se jactaba de haber probado una vez más que la fe Cristiana era un mito.
Otro estudiante levantó su mano y dijo:
¿Puedo hacer una pregunta, profesor?
Por supuesto, respondió el profesor.
El joven se puso de pie y preguntó: ¿Profesor, existe el frío? ¿Qué pregunta es esa? Por supuesto que existe, ¿acaso usted no ha tenido frío?. El muchacho respondió: De hecho, señor, el frío no existe. Según las leyes de la Física, lo que consideramos frío, en realidad es ausencia de calor. Todo cuerpo u objeto es susceptible de estudio cuando tiene o transmite energía, el calor es lo que hace que dicho cuerpo tenga o transmita energía. El cero absoluto es la ausencia total y absoluta de calor, todos los cuerpos se vuelven inertes, incapaces de reaccionar, pero el frío no existe.
Hemos creado ese término para describir cómo nos sentimos si no tenemos calor. Y, ¿existe la oscuridad? Continuó el estudiante. El profesor respondió: Por supuesto. El estudiante contestó: Nuevamente se equivoca, señor, la oscuridad tampoco existe. La oscuridad es en realidad ausencia de luz. La luz se puede estudiar, la oscuridad no, incluso existe el prisma de Nichols para descomponer la luz blanca en los varios colores en que está compuesta, con sus diferentes longitudes de onda. La oscuridad no. Un simple rayo de luz rasga las tinieblas e ilumina la superficie donde termina el haz de luz.
¿Cómo puede saber cuan oscuro está un espacio determinado? Con base en la cantidad de luz presente en ese espacio, ¿no es así? Oscuridad es un término que el hombre ha desarrollado para describir lo que sucede cuando no hay luz presente. Finalmente, el joven preguntó al profesor: señor, ¿existe el mal?. El profesor respondió: Por supuesto que existe, como lo mencioné al principio, vemos violaciones, crímenes y violencia en todo el mundo, esas cosas son del mal. A lo que el estudiante respondió: El mal no existe, señor, o al menos no existe por si mismo. El mal es simplemente la ausencia de Dios, es, al igual que los casos anteriores un término que el hombre ha creado para describir esa ausencia de Dios. Dios no creó al mal. No es como la fe o el amor, que existen como existe el calor y la luz. El mal es el resultado de que la humanidad no tenga a Dios presente en sus corazones. Es como resulta el frío cuando no hay calor, o la oscuridad cuando no hay luz. Entonces el profesor, después de asentar con la cabeza, se quedo callado y pregunto ¿como se llama usted? me llamo Albert Einstein.