La iluminación espiritual

Parábola el fuego que no quema

Fuego que no quema

Dijo Jesús:

¡Existe el Fuego Que no quema! ¡Es el Poder de Mi Padre!.

De los recuerdos del Apóstol Andrés...

Había una vez un hombre cuyo anhelo era ayudar a la gente que vivía en medio de aflicciones, dolores, pobreza y enfermedades. Un día se puso a indagar cómo podría ayudarlos a cambiar sus duras y tristes vidas, pero a pesar de buscar durante mucho tiempo, no encontró ningún remedio.

Una vez llegó a saber que existe el Fuego Que no quema. Este Fuego es parecido al fuego de una hoguera, pero al mismo tiempo es diferente, porque allí está el Gran Poder. Este Fuego arde —y es más brillante que la luz del sol—, pero no quema. Y todo lo que desees puede ser cumplido por este Gran Poder.

Además, el hombre bueno oyó que había venido a la Tierra un Maestro en Quien ardía el Fuego Divino y Que había sido enviado por Dios Padre.

Todo lo que decía aquel Maestro se cumplía. Tocaba a un ciego y decía: ¡Ve!, y el ciego recuperaba su vista. Tocaba a un paralítico y decía: ¡Levántate y anda!, y el paralítico se levantaba y caminaba. Aquel Maestro tenía el Gran Poder para resucitar a los muertos y para sanar a los enfermos. Conocía los misterios de la vida y los misterios de la muerte. Transmitía el Conocimiento, proveniente de Dios Padre, acerca de cómo debemos vivir en la Tierra.

Entonces el hombre bueno decidió encontrar a aquel Maestro y averiguar cómo se podría obtener el Poder del Fuego Que no quema, para ayudar a los necesitados, a los enfermos, a los pobres y a los débiles.

Durante mucho tiempo él caminó y su Meta luminosa le guiaba. Finalmente, encontró a aquel Maestro.

¡Vio que, cuando el Maestro caminaba, el Fuego Que no quema también caminaba en Él! Miró atentamente, pestañeó y ya le pareció que no hubo ningún Fuego. Otra vez miró y otra vez vio la Llama Resplandeciente.

¡Los vestidos del Maestro eran sencillos, al igual que las palabras que decía, como si no fuera Él el Gran Mesías!

La Luz del Amor emanaba de los ojos del Maestro. Y aunque hablaba suavemente, cada palabra resonaba en el corazón y quedaba para siempre en el alma.

El hombre bueno caminaba junto a la muchedumbre que seguía al Maestro y escuchaba Sus prédicas. Una vez vio cómo, después de sanar a alguien, el Maestro le dijo: ¡Anda y no peques más!.

De allí a poco, el hombre bueno se decidió a pedir al Maestro que le diera el Fuego Que no quema, para poder sanar a los cojos, devolver la vista a los ciegos y resucitar a los muertos. ¡Para poder, por lo menos de alguna manera, mitigar los dolores de la gente!

El Maestro le contestó: ¡Aquí está el Fuego! ¡Tómalo!.

Pero el hombre bueno no pudo tomarlo, pues no supo cómo. Entonces se quedó con el Maestro y Le siguió junto con otros discípulos. Aprendió de Él, pero no durante días o meses, sino durante años.

El tiempo pasaba. El hombre bueno empezó a ver un Mar entero del Fuego Resplandeciente, pero todavía no podía tomarlo.

El Maestro le dijo:

¡Solo aquel que se convierte en el Fuego puede llevarlo! ¡Sólo un corazón puede contener el Mar del Fuego Que no quema! ¡Sólo una Persona Transformada puede llegar a ser la fuente del Fuego Celestial en la Tierra!

Pero este Fuego no arde para sanar los cuerpos y devolver las almas a éstos. ¡Las sanaciones milagrosas son solamente las Señales del Poder del Padre Celestial, Señales que Él da a las personas para que sepan de Quién proviene el Fuego que arde y de Quién proviene la Voluntad que obra!

¡El cuerpo no es eterno! Es como una veste que el alma se pone cada vez que visita la Tierra. Y cada vez que deja la Tierra se la quita. Todo esto sucede hasta que el alma llega a ser tan pura y bella que merece entrar en el Aposento del Padre Celestial. ¡Lo puede hacer siempre y cuando se haya convertido en la Luz del Amor idéntica a la Luz del Padre!

¡El Fuego Que no quema arde en la Tierra con el propósito de que las personas vean esta Luz y deseen transformarse! El Fuego arde para que ellas lleguen a saber cómo sucede esta transformación: ¡el amor cordial se convierte en esa Luz Que es la esencia del Camino hacia el Padre!.

¡El hombre bueno comprendió que se debe sanar primeramente las almas humanas, y no los cuerpos, para que aquellos que no ven la Luz del Padre recuperen la vista y para que aquellos que han sido debilitados por sus imperfecciones y flaquezas puedan ponerse en el Camino que transforma las almas y las lleva a Dios!

¡Durante mucho tiempo el hombre bueno cultivó el Amor, la Sabiduría y el Poder con el fin de que su corazón espiritual fuera capaz de llevar dentro el Fuego Que no quema!

¡Y llegó el día en el que su corazón se llenó del Fuego Celestial! ¡Pues el único recipiente en el cual puede arder en la Tierra el Fuego Que no quema es un corazón espiritual transformado, afectuoso!

Desde aquel momento, cuando caminaba el Hombre bueno, el Fuego Que no quema también caminaba en Él.

De allí a poco, Él empezó a buscar los corazones preparados para recibir este Fuego.

Y se difundió por la Tierra el rumor de que existe un Maestro Que sabe los misterios de la vida y los misterios de la muerte y transmite el Conocimiento, proveniente de Dios Padre, acerca de cómo debemos vivir en la Tierra.