Los maestros hablan del silencio

Merece la pena meditar este artículo, habla convincentemente al corazón de todo aquel que haya experimentado los tesoros que encierra el silencio.

ANTHONY DE MELLO

EL SILENCIO INTERIOR DEL CORAZÓN

Reconocer la necesidad de quietud y de silencio.

Muy pocas cosas ayudan tanto a conversar con Cristo como el silencio. Me refiero, obviamente, al silencio interior del corazón, sin el cual, sencillamente, no es posible oír la voz de Cristo. Este silencio interior es muy difícil de lograr para la mayoría de nosotros: cerrad los ojos por un momento y observad lo que ocurre en vuestro interior. Lo más probable es que os veáis sumergidos en un mar de pensamientos que no podéis contener: palabras, palabras, palabras ... (porque en esto suele consistir la actividad pensante: en hablarnos a nosotros mismos); ruidos, ruidos, ruidos...: nuestra propia voz interior compitiendo con el recuerdo de otras voces e imágenes que reclaman nuestra atención. ¿Qué posibilidades tiene de hacerse oír la tenue voz de Dios en medio de todo ese bullicio?

EEl silencio exterior constituye una enorme ayuda para lograr el silencio interior. Si no eres capaz de guardar el silencio exterior o, dicho de otro modo, si te resulta imposible mantener la boca callada, ¿cómo vas a guardar el silencio interior?; ¿cómo vas a mantener callada tu boca interior? Tu capacidad de tolerar el silencio es un indicador bastante exacto de tu profundidad espiritual (e incluso intelectual y emocional). Es posible, sin embargo, que, cuando calles la boca, el ruido en tu interior se haga aún más estruendoso, aumenten tus distracciones y hasta te resulte aún más difícil orar. Ello no es debido al silencio: el ruido siempre ha estado ahí, y el silencio solo consiste en que te hagas consciente de dicho ruido y te des la oportunidad de hacerle callar y dominarlo.

Jesús nos recomienda que cerremos la puerta cuando vayamos a orar. Evidentemente, no vamos a excluir al resto del mundo de nuestros corazones, porque debemos llevar a la oración, con nosotros, sus preocupaciones e inquietudes. Pero esa puerta debe quedar firmemente cerrada; de lo contrario, el estruendo del mundo se colará y ahogará la voz de Dios, sobre todo al principio, cuando no nos resulta fácil concentrarnos. El principiante en la oración no necesita menos concentración que el principiante en matemáticas, que no puede resolver un problema difícil si a su alrededor hay un ruido excesivo. Ya llegará el momento en que, al igual que el estudiante de matemáticas, el que trata de aprender a orar se vea tan agarrado por el objeto de su interés (la oración) que ningún ruido en el mundo pueda distraerle. Pero al principio ha de tener la humildad de reconocer su necesidad de quietud y de silencio.

LA IMPORTANCIA DEL SILENCIO

Los Maestros han hablado con enorme elocuencia sobre la importancia del silencio.

He aquí un par de citas que he tomado de un libro de Thomas Merton. La primera es de un monje sirio, Isaac de Nínive, y lo que dice es válido tanto para el eremita solitario como para el apóstol inserto en medio de la ciudad moderna: Son muchos los que andan buscando constantemente, pero solo encuentran los que permanecen en constante silencio... El hombre que se complace en la abundancia de palabras, aunque diga cosas admirables, está vacío por dentro. Si amas la verdad, sé amante del silencio. El silencio, como la luz del sol, te iluminará en Dios y te librará de los fantasmas de la ignorancia. El silencio te unirá con el propio Dios... Más que cualquier otra cosa, ama el silencio, que habrá de darte un fruto que ninguna lengua humana es capaz de describir. Al principio hemos de violentarnos a nosotros mismos para permanecer silenciosos, pero luego nace algo en nosotros que nos arrastra al silencio. Ojalá te haga Dios experimentar ese algo. Si lo logras, una luz inefable te iluminará... y, al cabo de un tiempo, una indecible dulzura nacerá en tu corazón, y el cuerpo se verá casi obligado a permanecer en silencio.

Merece la pena meditar cada una de las palabras de esta cita, porque hablan convincentemente al corazón de todo aquel que haya experimentado los tesoros que encierra el silencio.

La otra cita es de un Padre del desierto, Ammonas, discípulo del Maestro Antonio: Fijaos bien, queridos míos, cómo os he enseñado el poder que tiene el silencio, cuan concienzudamente sana y cuan absolutamente grato es a Dios. Por lo cual os he escrito que os mostréis tenaces en la labor que habéis emprendido, para que sepáis que es gracias al silencio como el poder de Dios habitaba en ellos y les fue dado conocer los misterios de Dios.

Evidentemente, Isaac de Nínive hablaba por propia experiencia cuando decía: Al principio hemos de violentarnos a nosotros mismos para permanecer silenciosos. El silencio no nos resulta fácil al principio. Cuando tratamos de guardarlo, detectamos fuertes resistencias en nosotros. En su libro Mysticism, Evelyn Underhill habla de la importancia de superar esas resistencias: Hasta entonces, el yo desconoce el extraño mundo del silencio, que no tarda en hacerse familiar aun a quienes dan los primeros pasos en la vida contemplativa, donde el yo se ve dispensado de sucederse, ya no se escuchan las voces del mundo y tienen lugar las grandes aventuras del espíritu.

Aventuras, sí. Os aseguro que realizaréis apasionantes descubrimientos una vez que hayáis superado el inicial fastidio y desasosiego que el silencio conlleva. Descubriréis que ese pesado silencio está inundado, en realidad, de una luz y una música verdaderamente asombrosas; que lo que a primera vista parecía ser nada y vacío está, de hecho, lleno de la presencia de Dios. Una presencia que es imposible describir, pero que de algún modo ha sido sugerentemente expresada por Simone Weil al tratar de describir el efecto que le produce recitar el Padrenuestro: A veces, ya las primeras palabras hacen que mis pensamientos se separen de mi cuerpo, transportándolos a un lugar, fuera del espacio, donde no hay ni perspectiva ni punto de vista... Al mismo tiempo, y llenando todas y cada una de las partes de esa infinidad de infinidad, hay un silencio que no es mera ausencia de sonido, sino que es objeto de una sensación positiva, más positiva que la del sonido. Los ruidos, si es que hay alguno, solo me llegan después de haber cruzado el silencio.

Tras oír estas palabras, imagino que no necesitáis que os insista más en la importancia de guardar un estricto silencio durante estos días, porque no es probable que tengáis en el resto del año una mejor oportunidad y porque, además, los efectos del silencio son acumulativos, es decir, que el silencio que se produce al cabo de cuatro días de silencio es más profundo que el que se da al comienzo.

OTROS MAESTROS HABLAN DEL SILENCIO

OSHO

Cuando te aproximas a un Buda, él está en silencio debido a su inteligencia, está en silencio debido a su consciencia, está en silencio no porque se haya obligado a sí mismo a guardar silencio, sino que simplemente está en silencio porque ha comprendido la inutilidad de estar alterado. Está en silencio porque ha comprendido que no hay porqué estar ni preocupado ni tenso. Su silencio nace de la comprensión. Rebosa comprensión. Cuando te aproximas a un Buda percibes una fragancia absolutamente distinta: la fragancia de la consciencia.

KRISHNAMURTI

La meditación es ir más allá del pensamiento. El silencio y la inmensidad van juntos, y la inmensidad del silencio es la inmensidad de una mente sin pensamiento. La percepción de este espacio y del silencio, no es cosa del pensamiento, porque el pensamiento solo puede percibir sus propias proyecciones; y cuando las reconoce, esa es su propia limitación.

OMRAAM

Quien guarda silencio, demuestra que está dispuesto a escuchar, y por consiguiente, a obedecer. Quien, por el contrario, toma la palabra, demuestra con ello que desea tener la iniciativa, que quiere dirigir, dominar. El silencio es pues lo característico del principio femenino, la sumisión, se amolda al principio masculino. Si debemos conseguir restablecer en nosotros el silencio, es precisamente para dejar que el Espíritu divino trabaje en nosotros. Mientras permanezcamos insumisos, recalcitrantes, anárquicos, el Espíritu no puede guiarnos, y así seguimos débiles, miserables. Cuando conseguimos hacer el silencio en nosotros, nos ponemos en manos del Espíritu, el cual nos guía hacia el mundo divino.

BUDA

Una mente meditativa es silenciosa. No es este el silencio el cual el pensamiento puede concebir; no es el silencio de una tarde calmada; es el silencio en el cual el pensamiento –con todas sus imágenes, palabras y percepciones– ha cesado. Esta mente meditativa es la mente espiritual –la espiritualidad que permanece intocada por la Iglesia, los templos o los cantos. La mente espiritual es una explosión de amor. Es este amor que no conoce separación. Para él, lejos es cerca. No es lo uno o lo múltiple, sino el estado de amor en el que no existe división. Como la belleza, no es la medida de las palabras. Solo desde este silencio la mente meditativa actúa.