La amabilidad como lenguaje del universo
La amabilidad es un lenguaje que todos entendemos y otorga una fuerza enorme a quien la posee. Cuando es auténtica, refleja más respeto por los demás.
EDITH SANCHEZ
LA AMABILIDAD
La amabilidad es un lenguaje que todo el mundo entiende.
La amabilidad genuina otorga una fuerza enorme a quien la posee. Va mucho más allá de las buenas maneras o los formalismos. Cuando es auténtica, refleja una verdadera consideración y respeto por los demás. También es prueba de un carácter cultivado y, sobre todo, es una llave que abre la mayoría de las puertas.
En verdad, la amabilidad es un lenguaje que todo el mundo entiende. Y no es un idioma que deba emplearse solamente en las reuniones sociales, sino, principalmente, en las circunstancias difíciles o con las personas toscas. Casi todos los seres humanos son permeables/vulnerables a la fuerza de una actitud afable.
A veces la amabilidad se confunde con la hipocresía. Con mostrar una falsa consideración hacia los demás o evitar el conflicto por la vía de callar o emplear eufemismos para todo. Esto no es amabilidad, sino cálculo y manipulación. La verdadera amabilidad se refleja principalmente en el lenguaje corporal más que en los protocolos.. Y estas son algunas claves para detectar si es genuina o no.
La amabilidad es el lenguaje que el sordo puede oír y el ciego puede ver.
-Mark Twain-
EL CONTACTO VISUAL Y LA AMABILIDAD
El contacto visual es uno de esos aspectos en los que se refleja muy bien tanto la hostilidad como la amabilidad. Alguien que se rehúsa mirar a los ojos al otro expresa un germen de rechazo hacia este. Quien levanta el mentón, para mirar desde arriba o por encima del hombro, también refleja hostilidad.
En el lenguaje de la amabilidad la mirada es espontánea y cálida. Una persona amable mira a los ojos cuando el otro está hablando y dispersa la mirada cuando quien habla es él. Esa es la forma natural en la que los ojos se expresan durante una conversación normal, en la que las personas se sienten cómodas y en equidad.
LOS GESTOS DE ACEPTACIÓN
Cuando una persona es realmente amable respeta las opiniones de los demás. Sabe escucharlos y encontrar mérito en lo que dicen, aun cuando no coincida con ellos. Por eso es usual que muestre gestos de aprobación frente a su interlocutor como una forma de animar la conversación.
Asentir con la cabeza o inclinarla hacia el otro son expresiones que animan al interlocutor a seguir hablando. Facilitan su expresión y derrumban las barreras que puedan existir. También la sonrisa es un gesto de aprobación y aceptación. Todo ello hace que la atmósfera sea más relajada y que la conexión con las demás personas sea más real.
EL EQUILIBRIO EN LA CONVERSACIÓN
Aunque todos estamos capacitados para conversar, pocos son los que les sacan partido a este arte. Cuando la amabilidad está presente, de forma espontánea se comprende que en esa interacción debe existir un equilibrio. Que hay un momento para hablar y otro para escuchar. Es la única manera de establecer una comunicación de doble vía.
Monopolizar las conversaciones o hacer que giren en torno a un tema que no es de interés común es un factor que enrarece la comunicación. Lo ideal siempre es que todos puedan participar. Si no hay interés en imponerse o lucirse, esto sucede de manera natural, sin hacer ningún esfuerzo para que ocurra. lo que solo le interesa a uno de los involucrados.
LA ADULACIÓN NO ES SINÓNIMO DE AMABILIDAD
Hay personas que adoptan de manera constante el papel de anfitrionas de la vida, en cualquier lugar o momento en el que se encuentren. Hacen de la adulación una forma de relacionarse con los demás. Emplean palabras y actitudes aparentemente afectuosas con otros. Sin embargo, lo hacen en serie, de forma automática, como leyendo un libreto que poco se ajusta a lo que en realidad piensan.
La amabilidad no tiene nada que ver con la adulación. Reconocer con sinceridad los méritos o los logros del otro es una cosa y regalarle los oídos es otra. Ser amable es una cosa y ser zalamero, o figurante de simpatía, es otra distinta. La amabilidad, aunque se adapte a ciertos protocolos, si de algo no necesita, es de teatro.
Destacar que la amabilidad es uno de los rasgos que se evalúan, por ejemplo, en uno de los test de personalidad más conocidos. Hablamos del modelo de Los cinco grandes del que podemos encontrar una buena descripción en el estudio de Jan J. F. Ter Laak.
Toda conducta humana, toda palabra, son mucho mejores cuando se llevan a cabo o se dicen con amabilidad. Si fuéramos más constantes en este sentido, seguramente seríamos capaces de abordar los momentos o las relaciones difíciles con mayor fluidez e inteligencia. Pensemos que la vida de los demás y nuestra propia vida siempre son mejores cuando les añadimos un toque de amabilidad.