La iluminación espiritual

La compasión universal a los seres sintientes

LA COMPASIÓN UNIVERSAL

La compasión universal es la semilla o naturaleza de Buda.

Cuando hayamos adquirido cierta experiencia en amar a todos los seres sintientes, podemos ampliar el ámbito de nuestra compasión y profundizar en ella, y en este capítulo se revela el método para hacerlo. Por lo general, todos los seres poseen algo de compasión. Todos la sentimos por nuestros familiares o amigos cuando vemos que tienen problemas, e incluso los animales la sienten cuando sus crías sufren. La compasión universal es la semilla o naturaleza de Buda, es el potencial que poseemos para convertirnos en un ser iluminado. Gracias a que todos los seres sintientes poseen esta semilla, algún día se convertirán en Budas.

Cuando una perra ve que sus cachorros están sufriendo, genera el deseo de protegerlos y aliviar su dolor, y este deseo compasivo es su semilla de Buda. Sin embargo, por desgracia, debido a que los animales no tienen capacidad para adiestrarse en la compasión, su semilla de Buda no puede madurar. En cambio, los seres humanos tenemos la gran oportunidad de cultivar nuestra naturaleza de Buda. Con la meditación podemos ampliar el ámbito de nuestra compasión y profundizar en ella hasta transformarla en la mente de gran compasión, la compasión universal –el sincero deseo de liberar de manera permanente a todos los seres sintientes del sufrimiento–. Si mejoramos esta mente de compasión universal, al final se transformará en la de un Buda, que realmente tiene la capacidad de liberar a todos los seres sintientes. Por lo tanto, la manera de alcanzar la iluminación es despertar nuestra naturaleza compasiva de Buda y completar el adiestramiento en la compasión universal. Esto es algo que solo podemos hacer los seres humanos.

La compasión universal es la esencia de la vida espiritual y la práctica principal de aquellos que dedican su vida al logro de la iluminación. Es la raíz de las Tres Joyas: Buda, el Dharma y la Sangha. Es la raíz de Buda porque todos los Budas nacen de la compasión; la raíz del Dharma porque los Budas imparten enseñanzas de Dharma motivados solo por su compasión hacia los demás, y la raíz de la Sangha porque si escuchamos las enseñanzas de Dharma impartidas con compasión y las ponemos en práctica, nos convertiremos en Sangha o Seres Superiores.

¿QUÉ ES LA COMPASIÓN?

¿Qué es exactamente la compasión?

La compasión es la mente que está motivada por amor hacia los demás y desea liberarlos del sufrimiento. En ocasiones, por motivos egoístas, deseamos que alguna persona se libere de su sufrimiento; esto ocurre a menudo en las relaciones que se basan principalmente en el apego. Por ejemplo, si nuestro amigo está enfermo o se siente deprimido, deseamos que se recupere lo antes posible para volver a disfrutar de su compañía, pero este deseo es esencialmente egocéntrico, no es verdadera compasión. La base de la verdadera compasión ha de ser siempre amar a los demás.

Aunque tenemos ya cierto grado de compasión, de momento es muy parcial y limitada. Cuando nuestros familiares y amigos están sufriendo, sentimos compasión por ellos con facilidad, pero nos cuesta mucho más sentir empatía con las personas que nos resultan desagradables o con los desconocidos. Además, sentimos compasión por los seres cuyo sufrimiento es evidente, pero no por los que disfrutan de buenas condiciones y mucho menos por los que cometen acciones perjudiciales. Si de verdad deseamos que madure nuestro potencial y alcanzar la iluminación total, hemos de aumentar el ámbito de nuestra compasión hasta abarcar a todos los seres sintientes sin excepción, al igual que una madre es compasiva con todos sus hijos, tanto si se portan bien como si se portan mal. A diferencia de la compasión limitada, que sentimos de vez en cuando de manera espontánea, la compasión universal ha de cultivarse mediante un adiestramiento sincero durante un largo período de tiempo.

CÓMO CULTIVAR LA COMPASIÓN

En la compasión universal hay dos etapas esenciales:

Primero debemos amar a los demás y segundo, sobre la base del amor hacia los demás, hemos de contemplar su sufrimiento.

De este modo generaremos compasión de manera natural hacia ellos. Por lo general, cuando vemos que nuestro enemigo está sufriendo, no sentimos compasión porque no lo estimamos. En cambio, ocurre lo contrario cuando vemos que nuestro amigo está sufriendo. Esto se debe a que lo estimamos. Amar a los demás es la base para generar la compasión. La manera de generar el amor que estima a los demás y aumentarlo ya se ha mostrado con anterioridad. A continuación contemplamos los sufrimientos que padecen todos y cada uno de los seres del ciclo de nacimiento.

Para comenzar podemos pensar en los seres que ahora mismo padecen un intenso sufrimiento. Muchas personas experimentan intensos dolores físicos y aflicciones mentales producidos por enfermedades como el cáncer, el sida y el párkinson. ¿Cuántas han perdido a un hijo o a un amigo enfermos de cáncer, después de presenciar cómo su salud se deterioraba día a día, sabiendo que iba a ser muy difícil que se recuperase? Todos los días, miles de personas experimentan el terrible sufrimiento de morir en accidentes o por enfermedades. Sin elección, se separan para siempre de sus seres queridos, que a menudo se quedan solos, desconsolados y afligidos. Imaginemos a una mujer anciana que pierde a su marido, con el que ha compartido casi toda su vida, y que tras el funeral vuelve triste a su casa vacía donde vivirá sola para el resto de sus días.

En el mundo hay millones de personas que sufren los horrores de la guerra y la limpieza étnica, de las bombas, las minas y las masacres. Imaginemos que es nuestro propio hijo quien va a jugar a un campo sembrado de minas y pierde un brazo, una pierna o incluso la vida. Cientos de miles de refugiados viven en campamentos sucios e insalubres esperando regresar algún día a sus hogares bombardeados y reunirse con sus seres queridos, sin saber si estarán vivos o muertos.

Cada año ocurren desastres naturales, como inundaciones, terremotos y huracanes que arrasan comunidades enteras y dejan a sus habitantes sin hogar ni alimentos. En unos segundos, un terremoto puede acabar con la vida de miles de personas, destruir sus casas y reducir ciudades enteras a escombros. Pensemos cómo nos sentiríamos si esto nos ocurriera a nosotros. El hambre y las sequías son endémicas en numerosos países. Millones de personas sobreviven con una dieta mínima de subsistencia, ni siquiera consiguen alimentos para preparar una buena comida al día, y otras más desafortunadas terminan muriendo de hambre. Imaginemos el tormento de ver a nuestros seres queridos morirse lentamente de inanición y no poder hacer nada para ayudarlos. Cuando leemos, vemos o escuchamos las noticias, comprobamos que muchos seres experimentan terribles sufrimientos, y todos conocemos personas que padecen inmensos dolores físicos o mentales.

En particular, podemos pensar en la trágica situación de incontables animales que sufren de calor o frío extremos y hambre y sed intensas. Cada día podemos ver los sufrimientos que padecen. Los animales salvajes viven con miedo constante de ser atacados y muchos de ellos son devorados vivos por depredadores. Pensemos en el pánico y dolor de un ratoncillo atrapado en las garras de un halcón mientras lo despedaza. Innumerables animales están sometidos por el hombre a duras tareas físicas o los utilizan en sus diversiones o para la producción de alimentos y, a menudo, viven en condiciones deplorables hasta que son degollados, troceados y empaquetados para el consumo humano. Los espíritus ávidos y los seres de la maldad experimentan sufrimientos mucho peores durante períodos de tiempo de inconcebible duración.

También debemos recordar que incluso aquellos que ahora no sufren de manera evidente, padecen otras formas de sufrimiento. En el ciclo de nacimiento, todos los seres experimentan el sufrimiento de no lograr que se cumplan sus deseos. Muchas personas ni siquiera pueden colmar los más humildes deseos de disponer de un alojamiento digno, alimentos o compañía y, cuando lo consiguen, tampoco se conforman con lo que tienen y generan nuevos deseos. Cuanto más logramos lo que queremos, más aumenta el apego, y cuanto más apego, mayor insatisfacción. Los deseos de los seres del ciclo de nacimiento son inagotables. Nadie en la existencia cíclica ha colmado nunca todos sus deseos, solo quienes superan sus mentes egoístas pueden conseguirlo.

El sufrimiento es el resultado del karma negativo. Si sentimos compasión por aquellos que experimentan los resultados de las acciones perjudiciales que cometieron en el pasado, ¿por qué no sentimos lo mismo por los que están creando las causas para sufrir en el futuro? A largo plazo, el torturador se encuentra en peor situación que la víctima, puesto que su sufrimiento se está iniciando ahora. Si la víctima es capaz de aceptar su dolor sin generar odio, consumirá ese karma negativo sin crear más, por lo que su sufrimiento pronto llegará a su fin. En cambio, el torturador tendrá que permanecer en los mundos de sufrimiento durante muchos eones y, luego, cuando vuelva a renacer como un ser humano, padecerá dolores similares a los que infligió a su víctima. Por esta razón, es apropiado sentir una profunda compasión por estas personas.

Si un niño pone la mano en el fuego y se quema, su madre sentirá compasión por él aunque ya le haya advertido que es muy peligroso. Nadie desea sufrir, pero los seres sintientes, por ignorancia, crean las causas del sufrimiento –las acciones perjudiciales– porque están dominados por las perturbaciones mentales. Por consiguiente, debemos sentir compasión ecuánime por todos los seres sintientes, tanto por aquellos que están creando las causas de sufrimiento, como por los que ya padecen las consecuencias de sus malas acciones. No hay ni un solo ser sintiente que no sea digno de nuestra compasión.

También es posible que nos resulte difícil sentir compasión por las personas ricas, saludables y que disfrutan de buena reputación, porque parece que no tienen ningún dolor manifiesto. No obstante, ellos también padecen mucho sufrimiento mental y les cuesta mantener una mente apacible.

Les preocupa su dinero, su cuerpo y su reputación. Al igual que los demás seres del ciclo de nacimiento, sufren de odio, apego e ignorancia, y tienen que soportar sin elección los sufrimientos implacables del nacimiento, la vejez, las enfermedades y la muerte una y otra vez, vida tras vida. Además, su riqueza y posesiones carecen por completo de sentido si, por ignorancia, las utilizan solo para crear causas de sufrimiento futuro.

Si a partir del amor que estima a todos los seres sintientes, reflexionamos sobre el ciclo de sufrimientos físicos y mentales que han de experimentar vida tras vida sin cesar, su incapacidad para liberarse del sufrimiento, su falta de libertad y cómo al cometer acciones perjudiciales crean las causas de futuros sufrimientos, generaremos una profunda compasión por ellos. Debemos sentir empatía con ellos y sentir su dolor con la misma intensidad que sentimos el nuestro. Por último, nos concentramos en generar compasión universal, el deseo sincero de liberar para siempre a todos los seres sintientes del sufrimiento de esta vida y de las incontables vidas futuras. Contemplamos de este modo:

Todos los seres experimentan sufrimiento porque tienen renacimientos contaminados. Los seres humanos han de padecer sin elección los terribles sufrimientos propios de nuestra especie por haber obtenido un renacimiento humano contaminado por el veneno interno de las perturbaciones mentales. Del mismo modo, los animales han de experimentar el sufrimiento animal, y los espíritus ávidos y los seres de la maldad, los propios de sus respectivos reinos. Si los seres sintientes tuvieran que padecer estos sufrimientos durante una sola vida, no sería tan trágico, pero el ciclo del sufrimiento continúa sin fin, vida tras vida.

Desde lo más profundo del corazón debemos comprenderlo y pensar de este modo: No puedo soportar el sufrimiento de los innumerables seres, mis madres. Se ahogan en el vasto y profundo océano del ciclo de nacimiento, el ciclo de renacimientos contaminados, tienen que experimentar dolores físicos y sufrimientos mentales insoportables tanto en esta vida como en las innumerables vidas futuras. He de liberar para siempre a todos los seres sintientes del ciclo del sufrimiento.

Debemos meditar en esta determinación, que es la compasión universal, con perseverancia y aplicarnos con mucho esfuerzo para cumplir su objetivo.

LA SUPREMA RIQUEZA DE LA COMPASIÓN

Durante el descanso de la meditación, debemos mantener de manera continua el sentimiento de compasión hacia todos los seres sintientes. Cuando nos encontremos con cualquier persona, debemos recordar que está sufriendo y sentir compasión por ella. De este modo, el mero hecho de ver a un ser sintiente será como descubrir un valioso tesoro difícil de encontrar. Esto es así porque la compasión que sentimos al ver a los demás es una riqueza interior suprema que nos proporciona beneficios inagotables tanto en esta vida como en las futuras.

Como ya se ha mencionado, la riqueza externa no puede ayudarnos en vidas futuras, y ni siquiera es seguro que nos vaya a hacer felices en esta, porque a menudo nos produce mucha ansiedad y puede incluso poner nuestra vida en peligro. Los ricos tienen que preocuparse por asuntos que no afectan a los pobres, como, por ejemplo, que les roben, sus inversiones, los tipos de interés y la posibilidad de perder su dinero y posición social. Estas preocupaciones se convierten en una carga muy estresante. Mientras que la mayoría de las personas pueden viajar con libertad, los que poseen grandes fortunas y los famosos tienen que ir acompañados de guardaespaldas y les preocupa que puedan ser secuestrados. Las personas ricas tienen poca libertad o independencia y nunca se sienten completamente relajadas. Cuánto más alto lleguemos en la vida, más profunda será la caída, por lo que es más seguro mantenerse más cerca del suelo.

Por mucho que consigamos mejorar las condiciones externas, nunca podrán proporcionarnos felicidad pura ni protegernos realmente del sufrimiento. En este mundo impuro no existe la verdadera felicidad. En lugar de esforzarnos por adquirir posesiones, es mucho mejor que cultivemos la riqueza interna de la compasión y sabiduría que, a diferencia de la externa, nunca nos va a decepcionar y es seguro que nos proporciona la paz y felicidad que deseamos.

Con destreza, podemos transformar a nuestros amigos en un tesoro de quienes obtener la preciada riqueza del amor, la compasión, la paciencia y demás virtudes. Sin embargo, para conseguirlo, nuestro amor hacia ellos ha de estar libre de apego o, de lo contrario, estará condicionado a su comportamiento y en cuanto hagan algo que no nos complazca, nuestra atracción hacia ellos se convertirá en odio. De hecho, a menudo, los objetos con los que solemos enfadarnos son los amigos y no los enemigos o los desconocidos.

Si nos enfadamos a menudo con nuestros amigos, los convertimos en seres que obstruyen. El ser obstructor es alguien o algo que interfiere en nuestra práctica espiritual. Nadie es un ser obstructor por sí mismo, pero si permitimos que una persona estimule nuestros engaños, como el odio, el apego intenso o la estimación propia, la transformamos en uno. Los seres obstructores no tienen por qué tener aspecto terrorífico; alguien que parece ser un amigo, que nos halaga y nos incita a involucrarnos en actividades sin sentido, puede suponer un mayor obstáculo para nuestra práctica espiritual. El que el amigos sea un obstructor o un valioso tesoro depende por completo de nosotros. Si practicamos la paciencia, la compasión y el amor con sinceridad, serán como joyas preciosas, pero si a menudo nos enfadamos con ellos, los convertiremos en seres obstructores.

Si descubriéramos un tesoro bajo tierra o ganásemos una gran cantidad de dinero, nos sentiríamos felices y muy afortunados. No obstante, si tenemos en cuenta que los bienes materiales terminan por decepcionarnos y que la riqueza interior de la virtud es muy superior, ¿cuánto más afortunados deberíamos sentirnos cada vez que nos encontremos con otro ser sintiente, que es una fuente de inagotable riqueza interior? Para el practicante compasivo y sincero, el mero hecho de ver a otras personas, hablar con ellas o simplemente recordarlas es como encontrar un tesoro bajo tierra. Cada vez que se encuentra con alguien, aumenta su compasión, e incluso sus actividades diarias, como ir de compras o charlar con los amigos, se convierten en causas para alcanzar la iluminación.

De entre todas las mentes virtuosas, la compasión y la sabiduría son supremas.

La compasión purifica la mente, y cuando esta es pura, los objetos que percibimos también lo son. Hay numerosos casos de practicantes espirituales que al sentir una intensa compasión, purificaron sus mentes de las faltas que cometieron en el pasado y que llevaban mucho tiempo obstaculizando su progreso espiritual. Por ejemplo, Asanga, un gran erudito que vivió en la India en el siglo V, se retiró a una cueva en la montaña para meditar y tener una visión de Buda Maitreya. Después de doce años seguía sin conseguirlo y, desanimado, decidió abandonar el retiro. Cuando descendía por la montaña, se encontró con un perro viejo moribundo que yacía en medio del camino con el cuerpo lleno de heridas infestadas de gusanos. Al verlo, Asanga sintió una profunda compasión por todos los seres atrapados en el ciclo de nacimiento. Mientras retiraba los gusanos con mucho cuidado de las heridas del perro moribundo, de repente se le apareció Buda Maitreya. Maitreya le dijo a Asanga que había estado a su lado desde el comienzo del retiro, pero que sus impurezas mentales le habían impedido percibirlo. Fue la extraordinaria compasión de Asanga lo que purificó las obstrucciones kármicas que no le permitían ver a Maitreya. En realidad, el perro era su emanación –Maitreya se emanó de tal forma con el propósito de despertar la compasión en Asanga–. De ello podemos comprender cómo los Budas se manifiestan de muchas maneras diferentes para ayudar a los seres sintientes.

Si una persona muere con una mente de compasión pura, con toda seguridad renacerá en una tierra pura, donde no tendrá que volver a padecer los sufrimientos del ciclo de nacimiento. El mayor deseo del Bodhisatva Gueshe Chekhaua era renacer en los mundos de sufrimiento para poder ayudar a los seres que sufren allí, pero cuando yacía en su lecho de muerte tuvo la visión de una tierra pura y comprendió que su deseo no se iba a cumplir. ¡En lugar de renacer en un mundo de sufrimiento, tuvo que ir a una tierra pura sin elección! Así fue porque su compasión le había purificado la mente hasta el punto de que, para él, los objetos impuros, como los mundos de sufrimiento, habían dejado de existir, y todo era puro. Sin embargo, a pesar de que Gueshe Chekhaua renació en una tierra pura, pudo ayudar a los seres de los mundos de sufrimiento a través de sus emanaciones.

Si nos resulta difícil creer estas historias, es porque no comprendemos la relación que hay entre la mente y los objetos que percibe. Como Milarepa dijo, la mente y sus objetos son en realidad una misma naturaleza, pero debido a la ignorancia creemos que no lo son. Pensamos que el mundo existe ahí fuera, independiente de nuestra mente, pero, en realidad, los objetos dependen por completo de las mentes que los perciben. El mundo impuro que ahora percibimos solo existe con relación a nuestra mente impura. Cuando la hayamos purificado por completo mediante el adiestramiento en cambiarnos por los demás, en la compasión y en otras virtudes, este mundo impuro desaparecerá y percibiremos un nuevo universo puro. La sensación de que los objetos existen separados de nuestra mente, con su propia naturaleza fija e inherente, proviene de la ignorancia. Cuando comprendamos la verdadera naturaleza de los fenómenos, entenderemos que el mundo es como un sueño, en el sentido de que todo existe como una mera apariencia de la mente. Nos daremos cuenta de que podemos cambiar el mundo en que vivimos con solo cambiar la mente y que si queremos liberarnos del sufrimiento, lo único que tenemos que hacer es purificarla. Una vez que la hayamos purificado, podremos colmar nuestro deseo compasivo de beneficiar a los demás enseñándoles a hacer lo mismo.

Después de contemplar todos estos beneficios de la compasión, hemos de tomar la resolución de aprovechar cualquier oportunidad para cultivarla. Lo más importante es poner en práctica las enseñanzas de la compasión y la sabiduría, por nuestro propio beneficio y el de los demás, porque si no lo hacemos, no serán más que palabras vacías.

La compasión pura es una mente que no puede soportar el sufrimiento de los demás, pero no nos causa depresión. En realidad, la compasión nos llena de energía para trabajar por los demás y completar el camino espiritual por su beneficio. Destruye la autocomplacencia y evita que nos conformemos con la felicidad superficial que sentimos al satisfacer los deseos mundanos y, en su lugar, nos hace experimentar una profunda paz interior que las circunstancias externas no pueden alterar. Es imposible que en una mente llena de compasión surjan fuertes perturbaciones mentales. Si no tenemos engaños, las circunstancias externas por sí solas no tienen poder para perturbarnos y, por lo tanto, mientras nuestra mente esté gobernada por la compasión, siempre permanecerá apacible. Esta es la experiencia de aquellos que han transformado la compasión limitada que sentían hacia sus seres queridos en una compasión desinteresada por todos los seres sintientes.

El verdadero sentido de la vida humana es cultivar la compasión y la sabiduría, y ayudar a quienes lo necesiten siempre que nos sea posible. Si aumentamos la compasión, estaremos más cerca de alcanzar la iluminación y de colmar nuestros deseos más profundos. ¡Qué gran bondad la de los seres sintientes al ser los objetos de nuestra compasión! ¡Qué valiosos son! Si no quedaran seres que sufren a quienes ayudar, los Budas los tendrían que emanar para nosotros. De hecho, si recordamos la historia de Maitreya y Asanga, comprenderemos que no podemos saber con certeza si las personas a las que ahora intentamos ayudar son o no, en realidad, emanaciones que Buda ha manifestado por nuestro beneficio. La señal de que hemos alcanzado la realización de las meditaciones de amar a los demás y de la compasión es que cada vez que nos encontramos con una persona, aunque sea alguien que nos esté haciendo daño, sentiremos realmente que hemos encontrado un tesoro muy raro y valioso.

Del mismo modo que el sol disipa las nubes, podemos cultivar la compasión que elimina todas las impurezas de nuestra mente. Gueshe Kelsang Gyatso