La iluminación espiritual

Henry Salt el derecho de los animales

POR: HENRY SALT

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DERECHOS DE LOS ANIMALES

Ideólogo británico, uno de los pioneros en la defensa de los "derechos de los animales" y activista vegetariano. Henry Stephen Salt nació en la India el 20 de septiembre de 1851. Al año siguiente partió con su madre rumbo al Reino Unido. Inició sus estudios en el famoso Colegio de Eton. En 1875, después de graduarse en la Universidad de Cambridge, Salt se incorpora al claustro de profesores de Eton, época en la que entabla relaciones con Catalina Leigh Jones, con la que casará en 1879.

Tal matrimonio puede considerarse decisivo dado que, entre otras cosas, su cuñado James Leigh Jones le introduce en los más escogidos y "avanzados" ambientes "intelectuales" de su tiempo, en cuyo seno pudo Salt trabar amistad con escritores y "críticos sociales" tales como el novelista George Bernard Shaw, que era ya entonces un vegetariano ilustre, además de uno de los más fervientes admiradores de las propuestas eugenésicas de Francis Galton –el primo de Darwin–, Edward Carpenter, otro vegetariano que iba a ser autor en 1893 de un panfleto titulado "Vivisección".

En el año 1884 decide Salt abandonar su cargo de profesor auxiliar de Eton y emprender con su mujer una nueva vida en una residencia cercana a la ciudad de Tilford. Allí el matrimonio goza de una existencia campestre, bucólica y retirada, dedicándose por ejemplo a la horticultura pero no a la ganadería (por entonces Salt ya se había hecho vegetariano e incluso, según parece, el abandono de su puesto se debió en buena medida a los hábitos alimenticios de sus colegas, a los que Salt consideraba "caníbales").

La primera obra de Henry Salt, "Una defensa del vegetarianismo", es un alegato en pro de la dieta vegetariana. Vio la luz en 1886 y estaba llamada a ejercer una influencia decisiva nada menos que en un personaje como Gandhi, quien a su llegada a Londres, y tras leer el libro de Salt, ingresó en la Sociedad Vegetariana londinense, de cuyo comité ejecutivo llegaría a ser miembro hacia 1890.

Precisamente un año más tarde, en 1891, tiene lugar en la capital británica la Conferencia de la Unión Vegetariana Internacional que reunió, entre otros delegados, ponentes y comunicantes, a Salt y a su comilitón hindú. Cuarenta años más tarde es el propio Gandhi quien, en un discurso pronunciado en la reunión que la Sociedad Vegetariana de Londres celebró el 20 de noviembre de 1931, corroboró el influjo recibido del libro de Salt a su llegada a Inglaterra: por lo visto fue precisamente tal influencia la que convirtió a Gandhi en un vegetariano consciente.

También en 1891 Henry Salt cofunda junto con Edward Carpenter, John Galswort y William Lisle Coulson la Liga Humanitaria, organización de vago discurso armonista y bienpensante de la que Salt será Secretario de Honor entre los años 1891 y 1919, y que planteaba entre sus objetivos programáticos medidas tales como la abolición de la caza del zorro o la reforma del sistema punitivo vigente por entonces en Gran Bretaña.

Años más tarde, en 1924, dos de los miembros de la Liga Humanitaria, Henry B. Amos y Ernest Bell –miembros también, por entonces de la Royal Society for the Prevention of Cruelty to Animals– fundan bajo el patrocinio inspirador de Salt, la Liga para la prohibición de deportes crueles, con el objeto de presentar batalla a la caza del zorro, las peleas de perros y de gallos, y otros.

Su libro de 1892, Los derechos de los animales considerados en relación al progreso social, supone sin duda ninguna la aportación bibliográfica de Salt que más fortuna ha tenido con el pasar del tiempo, convertido en modelo ineludible para todo aquel que se interese por estos asuntos.

"Los derechos de los animales" se organiza en ocho capítulos consagrados a la denuncia de diversas prácticas del hombre en su relación con los animales (la matanza de los animales como fuente de alimento, caza deportiva, sombrerería, la tortura experimental, etc.) consideradas como aberrantes moralmente por Salt.

En sus mismas palabras: "Y, sin embargo, ningún ser humano tiene justificación para considerar a ningún animal como autómata carente de sentido al que se puede hacer trabajar, al que se puede torturar, devorar, según sea el caso, con el mero deseo de satisfacer las necesidades o los caprichos de la humanidad. Junto con el destino y las obligaciones que se les imponen y que cumplen, los animales tienen también el derecho a que se les trate con bondad y consideración, y el hombre que no los trate así, por grande que sea su saber o su influencia, es, a este respecto, un ignorante y un necio, carente de la más elevada y noble cultura de la que es capaz la mente humana"

Interesante y revelador resulta también advertir la medida en que la misma argumentación presente en el opúsculo aparece atravesada por la idea de progreso moral y social de la humanidad –el progreso social presente en el mismo título– tan prominente, como se sabe, durante la segunda mitad del siglo XIX, y de la que el discurso "humanitarista" de Salt se muestra por entero tributaria.

De esta concepción un tanto ingenua del progreso lineal e inexorable en materia de ética y moral, cuyo índice más inconcuso consistiría en el trato dado a las "razas inferiores de animales", ofrece buena prueba el párrafo final de "Los derechos de los animales".

"Quiero hacer hincapié, en la conclusión, que este ensayo no es un llamamiento ad misericordiam a quienes practican o disculpan que otros practiquen, los actos contra los que se suscita aquí una protesta. No es una petición de "clemencia" para las "bestias irracionales" cuyo único crimen consiste en no pertenecer a la noble familia del homo sapiens.

Se dirige antes bien a quienes ven y sienten que, como bien se ha dicho, "el gran avance del mundo, a través de las edades, se mide por el aumento de la humanidad y la disminución de la crueldad –que el hombre, para ser verdaderamente hombre tiene que dejar de abjurar de esta comunidad con toda la naturaleza viviente– y que la realización de los derechos humanos que se aproxima tendrá necesariamente que traer tras de sí la realización, posterior pero no menos cierta, de los derechos de las razas de animales inferiores".

La reacción a los planteamientos de Salt no se hizo esperar demasiado: ya en el mismo año en que aparece "Los derechos de los animales", el jesuita británico Joseph Rickaby niega de plano en su Filosofía Moral las posiciones de Salt, en nombre de los planteamientos católicos tradicionales; solo tres años después, en 1895, David G. Ritchie, profesor de filosofía en la Universidad de St. Andrews, publica su trabajo Derechos Naturales en el que se recusa explícitamente atribución de derechos a las bestias.

Las objeciones de Ritchie conducirán finalmente a Salt a una respuesta más bien tardía titulada "El término derechos", e incluida a título de apéndice en la última edición de 1922 de "Los derechos de los animales". Falleció en Brighton el 19 de abril de 1939, y fue incinerado en el Crematorio de Brighton tres días más tarde.


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