La confianza es el poder que vence la angustia
La confianza es el poder interior que vence la angustia. Únicamente confía y la divinidad vendrá a buscarte donde quiera que estés. La confianza es divina.
ANSELM GRUN
LA CONFIANZA INTERIOR
La confianza es cualidad y poder interior.
¿Por qué estás sumido en tanta angustia? Hagas lo que hagas, ¿por qué no fluye la felicidad a través de ti? La felicidad solo puede fluir en la totalidad, nunca en la parte. El único problema con la ansiedad, es que te quieres deshacer de ella. Ésa es la única barrera.
Así que no es un asunto de aceptar cualquier cosa o no. Es un asunto de que la confianza crezca como una cualidad poderosa de tu ser.
La confianza es incondicional. Simplemente dice: Tengo esa cualidad de confiar. Ahora, es irrelevante lo que pasa con mi confianza, si es respetada o no, si es engañada o no. Este no es el punto en absoluto. La confianza no tiene nada que ver con el objeto de confianza. Tiene que ver con una cualidad interior: ¿Puedes confiar?
La confianza no es cantidad sino cualidad y poder. O la tienes totalmente o no la tienes totalmente; o es nula o es cien por ciento. Tú no la puedes dividir en rebanadas. Es indivisible, orgánicamente una.
La confianza es tremendamente poderosa. La confianza es la fragancia de un ser silencioso, en calma. La confianza es una cualidad interna. Una vez que conoces la cualidad de confiar, tú simplemente confías.
Un hombre de confianza continúa confiando. Aunque le suceda cualquier cosa a su confianza, hay algo que nunca le sucederá: No permitirá que nadie destruya su confianza. Su confianza sigue aumentando. La confianza es divina. La gente te ha dicho que confíes en tus creencias. Yo te digo, confiar es divino. Olvida todo lo relacionado con las creencias; simplemente confía y la divinidad vendrá a buscarte donde quiera que estés.
Veamos que dice Anselm Grün sobre la Angustia y la Confianza...
ANGUSTIA Y CONFIANZA
No te preocupes por lo que debes hablar.
No hemos de obsesionarnos con los oyentes y su posible juicio, sino hablar de lo que sentimos en nuestro corazón, o sea, de lo que genuinamente pensamos y deseamos decir en ese momento; Dentro de nosotros percibimos lo que queremos decir; Para ello, es fundamental prestarle oído a tu poder interior, entrar en contacto contigo, esto te liberará de la angustia frente al juicio de los demás. Permanece en ti, no en los demás. Permíteles a los otros pensar y decir lo que quieran, pero recuerda que:
- No necesito saber lo que piensan.
- No soy adivino de mentes.
- No dependo de su juicio.
- No estoy ante su tribunal.
- No me estremezco ante su sentencia.
- No tengo que demostrar lo que valgo.
- No soy sencillamente tu.
- No debo quedar bien con los demás.
- No tengo que justificarme...
... y así, te quitas la presión que te aporta serenidad y confianza en ti mismo.
Cuando no se ha sido amado incondicionalmente en la infancia y tan solo nos sentíamos queridos cuando hacíamos lo que nuestros progenitores querían y como lo querían; esta es una prueba que cuesta superar ya que tenemos grabado en el subconsciente más profundo la falsa creencia de que hemos de hacer méritos para que los demás nos proporcionen la estima que tanto ambicionamos, y que es horrible si no la obtenemos. No hay que entrar en el victimismo de culpar a nuestros padres, tan solo se trata de abandonar esos juegos autodestructivos y dedicarnos a vivir genuinamente en consonancia con lo que realmente somos y deseamos para nuestra vida.
No se trata de reprimir o tapar la angustia, sino de hablar con ella; percibiéndola pero no enfureciéndome con esa parte de mí mismo, la dureza con uno mismo siempre brota del no creerse lo suficientemente bueno en algún aspecto de la vida, entonces destaparemos las falsas presuposiciones tan arraigadas en nosotros, falsas creencias en las que se basa dicha angustia, creencias como pensar que si cometo un error no valgo nada, y que si hago algo fuera de lo previsto, los demás me considerarán un loco.
Mucha gente tiene miedo a mirar en su interior porque creen que solo encontrarán cosas malas, ese pensamiento solo les crea mayor angustia, pero si puedo observar a mí propio interior sin horrorizarme ni temer, entonces dejo de sentir angustia frente a mi mismo y mi paz y poder interior puede brotar. Como cualquier lugar desconocido, las profundidades de nuestra mente puede dar miedo al principio, pero si puedes irlo descubriendo sin juzgarte, comprendiendo el como eres y la razón de porqué eres y pensaste hasta ahora así, no puedes más que sentir alivio al encontrarte contigo mismo, con tu ser que siempre estuvo ahí esperándote para que le dieras la mano.
Para no paralizarme por la angustia, he de aceptarla y familiarizarme con ella. La angustia paralizante me señala las falsas presuposiciones fundamentales de mi vida: por ejemplo, la presuposición fundamental de que no debo cometer errores porque, de lo contrario, sería menospreciado por los demás. En el momento en que le pongo luz y me doy cuenta de esta falsa presuposición que hay en mí, le quito su poder, la transformo en la autorización sana siguiente: Puedo cometer errores. Soy valioso también con mis errores. Para mí puede ser importante ser juzgado bien, pero no he de vivir solo de eso y para eso.
La confianza en uno mismo no significa en absoluto presentarse hacia fuera como una persona segura de sí misma, quien se limita a hacer constar únicamente sus puntos fuertes vive siempre angustiado ante la posibilidad de que le quiten la máscara de la cara, en cambio, quien acepta con serenidad también los propios errores y traba amistad con sus lados sombríos, puede entablar relaciones tranquilas con otras personas. No siente angustia ante la posibilidad de que los demás puedan descubrir sus debilidades. Las conoce y las asume, pero no las pregona a los cuatro vientos, ya que quien pregona sus debilidades, usualmente lo hace para distraer la atención de los demás sobre otras debilidades más profundas que posee.
Confianza es ante todo en entrar en contacto con ese núcleo más íntimo y tomar conciencia de que soy único e irrepetible, independientemente de lo que los demás piensen de mí. Esto me da libertad y paz interior.
LA FE
Fe significa confianza
La fe puede interpretar la realidad.
Cada acontecimiento de nuestra vida, mirado a través de la fe, adquiere una nueva dimensión, una nueva luz, un nuevo significado. No es simplemente algo que yo me invento, una ilusión, sino más bien algo que yo descubro; que está ahí, y que la fe me ayuda a develar.
La Sagrada Escritura es como un mapa de la condición humana, del misterio del hombre; lo mismo ocurre con la meditación y la oración, sirven para activar resortes internos, resolver misterios, desatar nudos.
Etimológicamente, la esencia de la fe consiste en una mirada positiva de la realidad. La fe me permite una mirada de bondad sobre todo, sobre la realidad y las cosas, sobre el otro y sobre mí mismo, y por qué no, también una mirada bondadosa sobre Dios.
Debemos ver la duda como purificadora. No como lo han hecho los fundamentalistas que dividen a los otros hombres en creyentes y no creyentes. Pero si entendiendo que cada uno de nosotros es creyente y no creyente, que cada uno tiene un costado ateo, y que también la duda pertenece a la fe. La duda purifica la fe.
Es nuestra decisión cómo entender nuestra vida.
De lo anterior sacamos determinadas consecuencias, ya apuntadas antes: una actitud concreta frente a la vida y frente a los otros. Una actitud solidaria. Me convierto en puente, me hago buscador incansable de la Verdad, me acepto como soy. A menudo equiparamos a Dios con nuestro súper Yo, pero Dios es más benévolo que nuestras exigencias, conscientes e inconscientes. Dios es fuente de libertad y de paz, cada uno de nosotros expresa el misterio de Dios de una manera única. Son aspectos que tal vez leídos así, de corrido, no consigan entenderse del todo, pero que tomados calmadamente nos introducen en un modo concreto de entender la fe. Nos dejan acceder a un nuevo lenguaje.
Confía que la soledad es la compañía inevitable en el momento de morir.
La última etapa del camino tiene que hacerla cada uno a solas. Son muchos los que se angustian especialmente al pensar que a la hora de la muerte quizá ya no tengan ninguna persona de confianza que los asista y acompañe en la última etapa del camino de su vida. Algunos tienen sencillamente miedo a quedarse quizá completamente solos en su hora final. No es fácil disipar estos miedos. Es cierto: la soledad es la compañía inevitable en el momento de morir. Todos pasamos inevitablemente solos por la puerta de la muerte, aunque en ese momento haya quienes nos asistan y sostengan nuestras manos. Pero la tradición cristiana nos enseña también que no quedamos solos en ese momento aun en el caso de no estar acompañados de parientes o amigos. Tenemos siempre un ángel a nuestro lado que nos acompaña al cruzar el umbral de la muerte y nos presenta ante Dios. Debemos tener esta confianza: nuestro ángel está a nuestro lado. No nos quedaremos solos ni siquiera al morir.
Por eso necesitamos adquirir otra vez la vitalidad y apertura del niño. No podemos permanecer infantiles, porque entonces no avanzaríamos en el proceso de nuestro desarrollo. El arte de vivir consiste por una parte en hacernos progresivamente más maduros y más adultos, pero por otra parte en conservar vivo en nosotros el poder del niño interior.
LA ESPIRITUALIDAD
La espiritualidad confía en la realidad.
La gente en las últimas décadas perdió espiritualidad, pero ahora está volviendo a buscar esa conexión con sus raíces. Solo quien está afianzado a ellas puede volar y ser libre, para que su árbol pueda florecer y dar frutos. Las personas se dan cuenta que el poder, el dinero, el reconocimiento no los satisface completamente y tienen el anhelo de encontrar algo trascendente. La espiritualidad permite acercarme cada vez más a mi realidad y plantearme si puedo confiar en que, ofreciéndome como soy, con mis luces y mis sombras, y dejándome atravesar por Dios, él me transforme.
Hace falta, además, liberarme de la presión de las apariencias y de tener que justificarme, y de la exigencia de ser siempre perfecto, de ser amado por todos, que genera angustia. En ese caso, la angustia es la invitación a cambiar mi actitud, a tener confianza, a aceptar ser una persona con mis limitaciones.
Debemos ser conscientes de nuestra unidad en la fe. Es común a todos los hombres la confianza en la vida, en el misterio, en lo que señalamos con la palabra ‘Dios’. A la confianza en Dios pertenece también la confianza mutua. En definitiva, la fe es lo que nos puede unir mutuamente a todos en lo más profundo.
EL SILENCIO
La confianza va a fondo en el silencio.
Entiendo mi vida como un peregrinaje interno, como un peregrino que nunca se detiene, que siempre sigue buscando. Este peregrinaje de los monjes es el silencio. El silencio es el verdadero peregrinaje, es el emigrar de la palabra. Con la palabra construimos una casa en la cual podemos estar, necesitamos esa casa. Pero si tenemos confianza podemos salir de esta casa e ir más a fondo en el silencio y encontrar la llave de la realidad.
IDEOLOGÍAS DE ANSELM GRÜN
LA SEXUALIDAD
El abuso surge sobre todo porque se reprimió la sexualidad, porque no se habló de ello, solo se la vio como algo negativo. Entonces simplemente irrumpió y terminó dominando al ser humano. Muchos sacerdotes que solo buscaban ser piadosos no se dieron cuenta de cómo terminaron siendo dominados por su sexualidad.
El deseo es la sombra de nuestra propia alma. El primer camino es reconciliarse con su sexualidad, hablar sinceramente sobre ella, verla como una fuerza positiva. Lo primero es percibirlo, no reprimirlo, porque va a surgir una y otra vez. Es entender qué anhelo hay detrás de eso.
EL CONTROL
El control siempre tiene que ver con miedo y con poder. Si controlo a las personas, las domino, pero solo quiero controlar porque, al fin y al cabo, tengo miedo de las personas: creo que las personas son malas y por eso debo controlarlas. Una forma del control es bascularlas con una mala conciencia, y eso es lo que ha hecho la Iglesia. Le ha dicho a las personas, eres malo, eres un pecador, tienes que venir a mí y así yo te puedo liberar.
EL AMOR
Las heridas que todos sufrimos, queramos o no, si no nos reconciliamos con ellas, sucede con frecuencia que las transmitimos. De ese modo, surge el círculo del sufrimiento. Para mí, allí la cruz es una señal de detención: Jesús -insistió- es herido, pero transforma esa herida en un acto de amor.
Si estamos en armonía interior, tendremos la certeza y la calma para decir que no sin tener que defendernos.
Anselm Grün