La ciencia y pensamiento critico
Defendemos la ciencia y el pensamiento crítico pero nos vemos envueltos a diario en batallas dialécticas con colegas, magufos varios o intelectuales.
ANGELO FASCE
Batallas dialécticas
Todos los que defendemos la ciencia y el pensamiento crítico pero nos vemos envueltos día tras día en batallas dialécticas -ya sea con colegas, magufos varios o con nuestros entrañables cuñados. Si uno sabe más o menos de lo que está hablando, y nuestra habilidad para la retórica ronda la media, no es difícil salir airoso de la mayoría de estos debates. Pero algunas veces nos encontramos con esos individuos recalcitrantes capaces de descolocarnos con algunos argumentos a los que es difícil responder de forma sencilla.
Me propongo listar algunos de ellos aquí y analizarlos. Algunos son realmente interesantes y sin duda merecerían una entrada por sí solos, pero creo que es mejor juntarlos todos y darles puerta de forma breve y concisa. La dificultad que entrañan es que son argumentos radicales, que van a la raíz misma de la discordia. Es fácil refutar una magufada cuando hablamos de datos y hechos, pero estos temas se sitúan, en cambio, al nivel de la filosofía de la ciencia. Un campo en el que lamentablemente los científicos están muy poco entrenados. La filosofía de la ciencia puede llegar a ser muy difícil -una salvajada recuerdo que la llamaba una profesora mía de neurociencia cognitiva-, pero es algo que ayuda muchísimo a la labor científica y que valdría la pena impartir más en las facultades de ciencias.
1) Me hablas del ‘método científico’, pero nadie ha sabido caracterizarlo. Es un término vacío.
Muchas veces cuando defendemos la validez de una teoría científica apelamos al método con el cual ha sido contrastada y construida. Este primer argumento anticientífico es bastante bueno porque encierra parte de razón: no hay una caracterización universal de lo que es el método científico. En el colegio nos enseñaron que el científico sale a mirar la naturaleza, se encuentra con un problema, formula una hipótesis, la contrasta y, tachán, ya está hecha la ciencia. Pero esta es una visión muy ingenua de lo que sucede en la realidad.
Los filósofos de la ciencia han sabido de este problema desde hace muchos años, perdiendo el sueño y teniendo debates interminables. Los ha habido que defendían el inductivismo, otros preferían el deductivismo, aquellos otros hacían lo propio con versiones del método hipotético-deductivo, etc. Incluso los hay más raros, que ven la ciencia como un todo vale mientras funcione y niegan el método. Lo cierto es que es posible que todos tengan parte de razón. Simplemente ha ido variando la ciencia a la que prestaban atención. La física teórica suele trabajar con deducciones lógico-matemáticas, la fisiología es básicamente inductivista, la biología evolutiva apela a modelizaciones con bastante frecuencia, la medicina trabaja mucho con pruebas estadísticas, etc.
Pero ello no quiere decir que la apelación del pensador crítico a la metodología carezca de sentido. Hay que darle la razón a nuestros adversario de que aquello de un único método científico es una simplificación, pero no por ello debemos tirar el argumento por la ventana. Lo que importa en ciencia no es el método específico que se emplea. Lo central, lo que unifica todas las metodologías y las avala, es la evidencia a la que llegamos a través de ellas. Por esta razón, la naturaleza básica de la ciencia no es la de ser un método, es la de ser una epistemología basada en evidencias. Si centramos la discusión en la calidad de la evidencia nos vamos a ahorrar bastantes problemas.
Respuesta: El método que utilizamos no es lo importante, lo importante es que sea fructífero al proporcionar evidencias ¿El que usa tu magufada da evidencias?
2) Eso que defiendes es solo una teoría.
Este argumento es bastante común y a muchos científicos los deja en un estado de profunda confusión. Y es normal, porque en este caso el magufo de turno tiene bastante razón. Personalmente me he topado con muchos científicos que usan tremendamente mal el término ‘teoría’, y que lo emplean cuando lo que deberían decir es ‘hipótesis’ o ‘hipótesis contrastada’. Como siempre, en filosofía la cosa se puede complicar mucho, pero resumiendo:
- Hipótesis: elucubración que empleamos para guiar nuestros trabajo y que buscamos confirmar o disconfirmar con él. Una hipótesis aún no es parte del corpus de conocimiento científico propiamente dicho. Es simplemente una idea, una posible explicación a un fenómeno.
- Hipótesis confirmada: Una hipótesis que ha dado buenos resultados, pero que aún es polémica o controvertida.
- Teoría: Un hipótesis que ya es parte del corpus de conocimientos científicos dado que la evidencia a su favor es aplastante.
- Ley: Antaño se creía que las teorías pasarían en algún momento a ser leyes. De hecho, siguiendo una forma fisicocéntrica de ver la ciencia, así se suele enseñar dentro de la visión ingenua que se da en el colegio. Olvidaros ya de las leyes, el máximo estatus en ciencia para una idea a día de hoy es el de teoría.
¿Dónde está el problema? Que los científicos dicen ‘Teoría de la evolución’ y ‘Teoría de cuerdas’, cuando esto es un sinsentido. La teoría de cuerdas es realmente la ‘hipótesis de cuerdas’. Las razones por las que esto pasa son varias, pero muchas veces se debe al propio afán del investigador de darle más renombre a lo que hace. Con esta práctica generamos confusión en el lego, que puede pensar que si llamamos igual a las dos cosas es porque hay la misma evidencia disponible a favor de la relatividad que de la existencia de multiuniversos, por ejemplo.
Solución: Tienes razón, es un error de los científicos el usar mal el término. Lo cierto es que una teoría debería tener un nivel de evidencia tan aplastante que solo un loco puede negarla. Y olvídate de eso de las leyes que te enseñaron en el cole.
3) La verdad no existe, cada uno tiene la suya.
La doctrina filosófica que afirma que la verdad como tal no existe es llamada habitualmente ‘relativismo’. Normalmente el relativismo es atacado con vehemencia por parte de los pensadores críticos, pero en su justa medida no es una locura. El relativismo moral, hasta cierto punto, puede llegar a tener sentido. Lo mismo pasa con el relativismo estético. Pero el relativismo epistemológico merece un análisis pormenorizado, porque es un tema altamente complejo.
En su versión fuerte, el relativismo epistemológico afirma que No existe la verdad, solo las opiniones, y todas valen por igual. Pero esta es una afirmación que se autorrefuta. Al fin y al cabo, ¿con qué derecho afirman entonces eso sobre la verdad? Suele ser más bien una pose, porque defender algo así con sinceridad solo nos llevaría a la locura.
En su versión débil hay dos corrientes principales:
- El relativismo de los hechos: A veces llamado Relativismo constructivista. Este relativismo afirma que los hechos mismos son construidos por los seres humanos, ya sea individualmente, por grupos o por sociedades. Por ejemplo, la medicina occidental sería un constructo social, cuya validez es totalmente relativa a quienes han decidido adscribirse a la creencia. El fijismo bíblico y la teoría de la evolución serían equivalentes, ambas enteramente productos sociales. En un caso de la sociedad hebrea de la antigüedad y en el otro de la Inglaterra victoriana. Esta es la forma de relativismo más extremo y difundido entre los enemigos de la ciencia.
- El relativismo de las descripciones: Este relativismo afirma que hay muchas descripciones diferentes de los hechos, muchas de ellas equivalentes. Aquí los hechos son, en su mayoría, objetivos. Lo que varía es la forma en la que nos referimos a ellos. Este relativismo tiene bastante sentido. Por ejemplo, la biología molecular y la psicobiología pueden estudiar el mismo proceso -por ejemplo, la formación de la memoria a largo plazo- empleando vocabularios diferentes. Lo que varía es el punto de vista y el nivel de abstracción, pero ambas aproximaciones son equivalentes y válidas.
Si bien es cierto que la Verdad no existe, sí existe la verdad. La Verdad es una doctrina metafísica que, realmente, carece de toda importancia. Pero la verdad es el equivalente a ‘lo más racional’, lo más fiable, la idea que mejor explica lo que pasa en el mundo.
Respuesta: Es verdad que no existe la Verdad, pero sí las ideas más o menos rigurosas. Es cierto que el vocabulario científico no es imprescindible, y que uno puede referirse a las cosas de forma rigurosa empleando otro, pero ello no quita que hay ideas que son disparates independientemente de quién crea en ellas.
4) Sin la alquimia la química nunca habría existido.
Antes de entrar en el argumento hay que diferenciar varios conceptos que normalmente no solemos matizar.
- No-ciencia: Todo aquello que no es ciencia.
- Protociencia: Aquello que ya podría ser una ciencia pero que aún no lo es. Son conjuntos de hipótesis.
- Pseudociencia: Aquella no-ciencia que se hace pasar por ciencia (ojo, no hay que confundirla con la mala ciencia, cosa que nos pasa mucho).
Una vez tenemos esto claro, el argumento es fácilmente rebatible. La alquimia era no-ciencia. Parte de ella pudo ser protocientífica y ayudar en algo al desarrollo de la química. Nadie niega que esto pasara, pero no es muy común. Casi todo lo que escribió Newton, por ejemplo, fue no-ciencia, y en poco le ayudó a desarrollar su mecánica, que fue un proyecto que partía de otras bases.
Con afán de resumir, algo vale la pena de ser tenido en cuenta si es lógicamente contrastable. Es decir, si podemos idear una forma en la que la idea podría ser confirmada o disconfirmada. En este punto es una idea respetable, susceptible de ser protociencia. Por ello, las locuras metafísicas u oscurantistas no pueden apelar al derecho que tiene toda idea de una oportunidad de ser valorada. No todo lo interesante es cientìfico, pero lo ideal es que las cosas sean lógicamente susceptibles de serlo, como mínimo.
Respuesta: ¿Es lógicamente contrastable? Vale, te escucho.
5) La ciencia es una ideología más.
Esta idea ha tenido bastantes adeptos en el pasado. Es especialmente famosa su formulación en la obra de Feyerabend -el autor del también famoso todo vale, que he mencionado antes. Para poder contestar a este argumento hemos de tener claro lo que es y lo que no es una ideología. Una ideología puede ser definida como un conjunto de creencias en la que una parte de ellas -habitualmente las más centrales- son aceptadas de forma dogmática. El neoliberalismo, con su idea de que dejar actuar libremente a la mano invisible es lo mejor para una economía, es una ideología. El comunismo, con su creencia en el advenimiento del paraíso comunista, también lo es. Las religiones son también formas de ideologías.
La ciencia no es una ideología por el sencillo hecho de que TODO en ella ha de ser expuesto a la crítica. Y TODAS las creencias que tienen sus adeptos han sido adoptadas tras un análisis crítico basado en la evaluación de la evidencia disponible. En ciencia todo se puede cambiar, hasta lo más básico, siempre y cuando se aporte la consecuente evidencia.
El contraataque habitual suele ser: Ya, pero la ciencia acepta dogmáticamente que solo existe lo que puede ser probado o que todo lo real es físico, entre otras cosas. Esto no es del todo mentira, pero ello no la convierte en una ideología. Lo que mencionan en este punto es lo que podemos llamar ‘Principios metodológicos’, y en la ciencia contemporánea han sido aceptados a posteriori de la evidencia ¿Qué pasaría si alguien probara la existencia de entidades no físicas? Muy sencillo, cambaríamos nuestros principios, como hacía Groucho Marx.
Respuesta: No lo es. Porque en ciencia nada puede ser aceptado de forma dogmática, y las creencia han de ir variando a la luz de la nueva evidencia.
6) No puedes probar que no existe.
A veces este argumento suele ser una bola pegajosa de la que es difícil deshacerse, especialmente si el rival es audaz. Hay que aclarar aquí dos ideas:
- No se puede verificar un existencial negativo. Los existenciales negativos, las proposiciones con la forma ‘X no existe’, son imposibles de probar lógicamente. Si, por ejemplo, yo digo que Pegaso no existe, entonces para probar lógicamente mi afirmación tendría que rebuscar en todo el universo conocido, lo cual es imposible. Sin embargo, aquellas proposiciones del tipo ‘X existe’ sí pueden ser probadas. Para ello solo tengo que buscar evidencia acerca de una única entidad que cumpla los requisitos que impone la definición de X. No poder negar taxativamente la existencia de algo no es una evidencia a favor de su existencia.
Sin embargo, en la vida diaria empleamos con total tranquilidad los existenciales negativos por medio del empleo de confirmaciones probabilísticas. Por ejemplo, cuando afirmamos que las armas de destrucción masiva de la guerra de Iraq no existían, o que las hadas no existen. Lo que habitualmente entendemos como una evidencia para un existencial negativo es algo así como es extremadamente improbable, dado el cuerpo de conocimientos del que disponemos, que tal entidad exista. - La carga de la prueba no la tiene el que niega la existencia de una entidad, la tiene el que afirma su existencia. Si quieres introducir una nueva entidad en el sistema tiene que venir aparejada de la evidencia que la justifica.
Respuesta: No puedo verificar que no existe al 100%, pero sí puedo afirmar que viola cosas que estamos seguros que existen y que, por ello, es altísimamente improbable. De todos modos, tampoco importa mucho lo que opine, porque el que tiene que probar que existe eres tú.