Primera en la frente - Cuento

La escucho hasta que ella se detuvo para tomar aliento. Entonces dijo: La primera en la frente. Cuenta la historia que vivieron felices para siempre.

ANTHONY DE MELLO

LAS AMENAZAS

La primera en la frente.

Un granjero decidió que le había llegado el momento de casarse, de manera que ensilló su mula, se fue a la ciudad a buscar novia y no tardó en conocer a una mujer que, Según creía él, sería una buena esposa. Y se casaron.

Después de la ceremonia, subieron ambos a la mula e iniciaron el camino de regreso a la granja. Al cabo de un rato, la mula se detuvo y se negó a seguir adelante, de modo que el granjero desmontó y empezó a golpear a la mula con una vara, hasta que el animal se puso de nuevo en movimiento.

  • La primera en la frente, dijo el granjero.

Unos kilómetros más adelante, la mula volvió a detenerse, y una vez más desmontó el granjero y golpeó a la mula hasta que ésta decidió reiniciar la marcha. La segunda en la boca, dijo el granjero.

Pocos kilómetros después, la mula se detuvo por tercera vez. Pero entonces el granjero desmontó, hizo desmontar a su mujer, sacó su pistola y le pegó un tiro en la cabeza a la mula, la cual murió al instante.

¡Qué estúpido y qué cruel eres!, le gritó su mujer. ¡Era un animal fuerte y robusto que podría habernos sido muy útil en la granja, y vas tú y, en un arranque de cólera, acabas con él! ¡Si hubiera sabido que eras tan bruto, jamás me habría casado contigo...!; y siguió increpándole durante casi diez minutos.

El granjero estuvo escuchándola hasta que ella se detuvo para tomar aliento.

  • Entonces le dijo: La primera en la frente.

Cuenta la historia que vivieron felices para siempre.

LA OTRA MEJILLA

En un antiguo monasterio se conservaban, en una vitrina, tres manuscritos muy valiosos. Los monjes vivían de su trabajo rural y de las limosnas que les dejaban los fieles curiosos que se acercaban a conocer los tres rollos, únicos en el mundo. Eran viejos papiros, con fama universal.

En cierta oportunidad un ladrón robó dos rollos. Los monjes avisaron con rapidez al abad. El superior buscó la parte que había quedado y con todas sus fuerzas corrió tras el agresor y lo alcanzó:

  • ¿Que has hecho? Me has dejado con un solo rollo. No me sirve. Nadie va a venir a leer un mensaje que está incompleto.

Tampoco tiene valor lo que me robaste. O me das lo que es del templo o te llevas también este texto. Así tienes la obra completa.

  • Padre, estoy desesperado, necesito urgente hacer dinero con estos escritos santos. - Respondió el ladrón.
  • Bueno, toma el tercer rollo. Si no se va a perder en el mundo algo muy valioso. Véndelo bien. Estamos en paz. Que Dios te ilumine.

Los monjes no llegaron a comprender la actitud del abad. Estimaron que había estado flojo con el ladrón, y que era el monasterio el que había perdido. Pero guardaron silencio, y todos dieron por terminado el episodio.

Cuenta la historia que a la semana, el ladrón regresó. Pidió hablar con el Padre Superior:

  • Aquí están los tres rollos, no son míos. Los devuelvo. Te pido en cambio que me permitas ingresar como monje. Mi vida se ha transformado.

Nunca ese hombre, había sentido la grandeza del perdón, la presencia de la generosidad excelente.

El abad recuperó los tres manuscritos para beneficio del monasterio, ahora mucho más concurrido por la leyenda del robo y del resarcimiento. Y además consiguió un monje trabajador y de una honestidad a toda prueba.