La iluminación espiritual

Poder analfabeta en la dictocracia capitalista

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; Poder analfabeta en la dictocracia capitalista; Patrocinio Navarro

LOS ANALFABETOS

El poder de los políticos.

De todos es conocido que la democracia bajo el capitalismo no es más que una dictadura con otro nombre, pero hasta las dictaduras necesitan apoyo popular a pesar de tener al pueblo bajo el control de los banqueros, los ricos, los empresarios y los obispos,- incluido el de Roma-, dueños en comandita de los tesoros de la Tierra, las armas de destrucción masiva con sus generales y soldaditos, los medios de comunicación, los sistemas educativos, la ciencia mercenaria y muchas cosas más. Y si el Parlamento existe formalmente es para coordinar los intereses de todos ellos y evitar que los pueblos asuman el poder que ya tienen los otros. Y con el fin de asegurarlo, cada pueblo es sometido a un lavado de cerebro colectivo sobre aquello a lo que debe prestar atención y aquello que debe obviar o rechazar, entre lo que se encuentra una rica formación como ciudadanos cultos y críticos que jamás se les concede. Lo mismo ocurre con las manifiestas carencias de una moral colectiva que pretende ser usurpada y monopolizada por el nacionalcatolicismo que viene empujando desde Roma y desde los parapetos del OPUS, que parece haberse hecho invisible pero está tan presente como los demonios en los que se inspiran todos.

Consecuencia de todo lo anterior es una gran pobreza cultural general y una profunda apatía moral y social. Una apatía de la que se saca a los ciudadanos cuando TOCA VOTAR. Y ¿a qué ciudadanos? a los más desinformados, a los más conservadores, a los más ilusos y a los analfabetos en temas sociales y culturales que vienen a ser mayoría. Y por supuesto, a los analfabetos funcionales. El año 1988 se dijo al gobierno español desde Bruselas que en España existían –quédense con el dato- nada menos que 10 millones de analfabetos funcionales. Estos son las principales presas de la propaganda de unos y de otros, que acabarán dando sus votos al partido que mejor les engañe, pues ¿qué sería de todo este tinglado del capitalismo sin cómplices en el seno de los pueblos? Gane quien gane, estamos sometidos a la dictadura que estas mayorías convierten en legales con su voto, y ya que la democracia capitalista es una mezcla de dictadura y democracia podríamos llamarla Dictocracia y no estaríamos lejos de acertar con el nombre. Por eso lo propongo.

Como la complicidad del conjunto de los más desinformados les es muy valiosa, los gobiernos dedican mucho tiempo a la auto propaganda directa o indirecta a través de la falsimedia mundial, para ser populares y ganar votos para que siga el circo. Algo muy dañino para los pueblos, pues la propaganda siempre oculta la verdad y sirve para mantener sus diferentes tipos de analfabetismo y la facilidad para la manipulación colectiva. Así que cada gobierno se preocupa intensamente en tener a sus gobernados alejados de la realidad tanto como de la verdad, y para ello ocultan los datos que sean necesarios, y si es preciso hasta niegan lo que todo el mundo tiene delante de su nariz.

En España, donde el nivel de desempleo roza lo insoportable para cualquier país, los políticos en el poder no cesan de decir por todos lados que ya estamos empezando a salir de la crisis, que la producción industrial sube poco a poco y que los bancos ganaron miles de millones y hasta compran otros bancos extranjeros. Vergüenza debería darles enarbolar estas mentiras si tal sentimiento fuese posible para ellos, pues las cifras se han vuelto subversivas. Uno de tres obreros en paro, como en Canarias; más de un millón que agotaron la miserable ayuda por desempleo y el 40 % de jóvenes que no encuentran trabajo, a los que se van sumando los que entran en edad de trabajar, son cifras para sonrojar ministros. Cáritas – que ya daba el dato de 8 millones de pobres que se vienen arrastrando desde 1988(diario La Verdad de Murcia de 10-2-88), no cesa de decirnos que han visto aumentar de un modo extraordinario la demanda de comida: son los nuevos pobres; los pobres del paro. Algunos se colocan en medio de las vías públicas con un cartel que lo cuenta: Tengo familia y estoy en paro. Puedo trabajar en cualquier cosa ¿Pueden ayudarme? Y no son drogadictos, sino trabajadores.

Los trabajadores arrojados a la mendicidad son una vergüenza de tales dimensiones que resultaría increíble la pasividad del resto ante este verdadero crimen social si no supiéramos las causas. Pasividad que solo puede explicarse por la ignorancia colectiva sobre la realidad en que se vive más allá del propio ombligo y por todas las formas de anestesia psicológica que el sistema inyecta a diario a través de cines, prensa y televisiones.

Se ha hecho público por varios medios que cada día son desalojadas de sus casas por los agentes judiciales 500 familias que no pueden pagar su hipoteca a esos mismos bancos que han sido engordados con dinero público -incluido el de los desalojados- y cuentan en los telediarios los miles de millones que han ganado en los últimos seis meses. En ese mismo periodo han sido expulsados de sus hogares 9.000 familias con sus viejos, sus niños y su carnet de paro.

Y si en 1988 había tres millones de parados ahora hay cerca de cinco. Este dato por sí solo echa por tierra cualquier esperanza sobre el capitalismo como garante del progreso económico y sobre los políticos; pues se llamen como se llamen todos son capataces de los mismos amos.

Ahora, los políticos como artífices del terrorismo social y laboral empiezan a ser considerados en las encuestas un problema más importante que el terrorismo de siempre, pero cuando pierden demasiada credibilidad inician prontamente sus campañas electorales, comen el coco al personal y suben los otros que aguardaban la ocasión hasta que les vuelve a ocurrir lo mismo, que tal es la dinámica política.

Entre tanto, los problemas sociales siguen sin resolverse y los ricos cantan victoria más fuerte que nunca porque se han desacreditado por su práctica las ideologías y los sindicatos que parecían poder amparar a los trabajadores de la voracidad capitalista. Desaparecidas estas resistencias, la presión de los ricos hacia los pobres alcanza cuotas nunca vistas desde el siglo pasado hasta ahora. Así que se habla de retrasar la edad de jubilación hasta los 67 (la más alta de Europa es en España), se tiene aparcada como una bomba de relojería la ampliación salvaje de la jornada laboral, se despide a troche y moche, se cierran negocios a un ritmo diario insostenible por falta de créditos y la bajada del consumo, siguen los contratos basura, y para poner una guinda a este negro pastel, el gobierno propone a los inmigrantes planes de regreso a sus países de origen para quitárselos de encima por cuatro duros y sin derecho a volver hasta nueva orden.

¿Cómo asimilar tantos cambios en tan poco tiempo? ¿Cómo ver impasibles tanta injusticia acumulada en tan pocos meses? Y eso que hay temas sin tocar, como la corrupción, la vergonzosa aplicación de la memoria histórica, el caso Garzón, la guerra afgana, los exorbitantes gastos militares, los 6 mil millones regalados la Iglesia, la derechización del poder judicial y un largo etc. de lo que dan buena cuenta los numerosos trabajos que aparecen en kaos, Público, Le Monde Diplomatique o Attak. Tales calamidades públicas solo son posibles en países donde exista un alto nivel de analfabetismo político-social y cultural, donde la Iglesia campe a sus anchas y donde los políticos sean mediocres.

De lo dicho resulta que España es un país perfecto para una dictocracia capitalista con el voto analfabeto. ¿A qué hora pusieron el despertador?


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