Nuestras oraciones son escuchadas
¿Son nuestras oraciones y plegarias escuchadas? La respuesta es tan sencilla como complicada. Estamos en está vida o encarnación para evolucionar.
OSCAR MARTIN TABUYO
ESCUCHA MI ORACIÓN
¿Qué ocurre con mis oraciones y plegarias?
¿Son realmente escuchadas?
Recuerdo que hará unos quince años, tuve una crisis existencial bastante aguda. Observaba los medios de información, en silencio, los cuales me bombardeaban con numerosas catástrofes: "terremoto en Pakistán... 10.000 muertos"..."lluvias torrenciales en Ecuador... 4.000 muertos y miles de desaparecidos"..."accidente de aviación en Rusia... 250 muertos"..."guerra y genocidio en Etiopía... 20.000 muertos..."
Cada día que veía algo así, mi interior se revolvía, y aquellas noches rezaba, una y otra vez, porque nada similar volviera ocurrir. Lo hacía con pasión y devoción. No pedía para mí, hacía algo supuestamente desinteresado: ahorrar sufrimiento y dolor a millones de personas inocentes en todo el planeta.
Y cada vez que volvía a escuchar alguna noticia similar, volvían de nuevo los temblores, los pesares y las súplicas. Recuerdo que hablaba con el Padre y le decía: "por favor... ¿no te dan pena tus hijos?, ¿no eres consciente del sufrimiento que padecen?, ¿acaso eres insensible no solo a mis súplicas, sino al padecimiento de mis hermanos?"
Pero nada cambiaba, el mundo continuaba con sus desastres, con los asesinatos en masa entre los propios seres humanos. Y llegó un momento en el que me rendí y dejé de pedir.
Comentando esto con algunas personas, muchas me decían lo mismo: "¿Dios? Dios o está muerto, o pasa de nosotros o directamente no existe. ¿Qué clase de Dios permite algo así?" Estas explicaciones, ante el supuesto abandono al que estamos sometidos, nunca me llegaron a convencer. Pensaba que alguna razón debía haber para todo esto; para mí no tenía sentido una vida sin el Padre, que ha creado toda esta maravillosa e inteligente diversidad y Vida en la que nos encontramos. Como tampoco lo tenía uno que ve desesperar y padecer a sus hijos y se cruza de brazos ante éstas horribles escenas que vivimos, como si no le importaran en absoluto.
Con el tiempo no es que me fuera haciendo insensible ante el padecimiento humano: simplemente, aprendí a vivir con los noticieros cargados de desgracias, de muertes, de hambrunas... de terremotos y volcanes, de gente que tiene demasiado y gente que no tiene nada. Acepté que la situación era así porque así debía de ser. Quizá el ser humano tenía gran parte de la culpa.
A día de hoy, todo ha ido tomando forma, y entiendo las cosas de una manera distinta. Y el resultado que saco es el siguiente:
¿Son nuestras oraciones y plegarias escuchadas? Sí.
Entonces... ¿por qué parece que son ignoradas?
La respuesta es tan sencilla como complicada. Podríamos decir que estamos en esta vida, encarnación o como lo queramos llamar, para evolucionar. Para aprender lecciones, para crecer internamente. Esta Vida es como una escuela, un colegio al cual vamos a aprender. Pero no con datos académicos, de memorización, que luego no valen para nada. Sino con experiencias y vivencias, que poco a poco nos van convirtiendo, supuestamente, en personas más sabias.
Teniendo esta creencia, entonces yo me pregunto: ¿dónde está el avance, la evolución, sin en las pruebas de 'fuego' viene una mano divina y nos soluciona todo? Pues no lo hay... no hay avance ni evolución. El aprendizaje real está en repetir un error, una y otra vez, aprender del resultado y, en la próxima ocasión que se presente, aplicar lo vivido para no tropezar, de nuevo, con la misma piedra.
¿Qué está pasando entonces con ese Padre que mira a sus hijos sufrir? Pues simplemente que en su magnífico y total Amor hacia nosotros, nos deja darnos de golpes contra la pared hasta que aprendemos por nuestra propia experiencia. ¿Nos ayuda? ¡Claro! Pone en nuestros caminos las personas y situaciones precisas para aprender, para crecer, para evolucionar. Y todos hemos experimentado alguna vez, en menor o mayor grado, esa ayuda 'sobrenatural' que hace que cosas increíbles pasen.
Pero lo que no podemos hacer es contar con alguien que nos solucione los problemas
y nosotros, a cambio, no aprender nada.
Dada la situación del mundo actual, yo me hago la siguiente pregunta: ¿este años 2012, lleno de supuestos y grandiosos cambios, llevará implícito que aparezca un rayo divino que nos ilumine a todos de golpe y cambie todo nuestro lado oscuro por arte y gracia de Dios? Pues no, no lo habrá; ni habrá un rayo, ni habrá un hermano venido del espacio superior que separe a unos y otros humanos, dándose golpes como cavernícolas, diciéndoles 'haced la paz hermanos... compartid'. Porque creo que lo único que conseguirían es que los hombres, en su barbarie y maldad actual, se aunaran ante el enemigo común que viene a decirles cómo hacer las cosas... y emprendieran los golpes con ellos y sus naves, a pedrada limpia.
El Padre nos mira con ojos amorosos, dispuesto a ayudar, pero es capaz de dejar que nos matemos unos a otros hasta que aprendamos, de una vez por todas, que ese camino no funciona. Que el mirar con odio y envidia a los demás, sus posesiones y sus situaciones, no es el estilo que más nos conviene. Permitirá que hagamos guerras, que nos asesinemos, que casi destruyamos nuestro entorno... Hasta que lleguemos a la conclusión de que lo único que realmente funciona es que vivamos en paz, los unos con los otros, ayudándonos, cuidando del que tienes al lado y, por supuesto, del maravilloso planeta que tenemos a nuestra disposición para vivir.
Un ejemplo podría ser algo que todos seguramente hemos visto en alguna película: dos amigos de toda la vida se entablan en una discusión, la cual llega a la pelea. Comienzan a darse golpes unos a otros, destrozan el mobiliario, se tiran todo tipo de objetos en la cabeza, hasta que ambos, exhaustos, terminan en el suelo, respirando trabajosamente. Entonces se miran, se ríen y dicen: '¿pero qué cojones estamos haciendo?' Y vuelta a la amistad, a cuidarse, a mirar el uno por el otro.
Creo que hasta que no lleguemos hasta ese punto, en el cual nos miremos los unos a nosotros realmente con Amor, sin odio, sin envidia, sin emociones de baja vibración, aquí no va a aparecer nadie a darnos ayuda. Porque NO LA MERECEMOS. No la merecemos mientras que mire lo tuyo con ansias de que sea mío; no la merecemos mientras que crea que eres alguien que desea atacarme, por lo tanto te ataco yo primero. No la merecemos mientras que sigamos manteniéndonos, miedosos y asustadizos, detrás de barreras y muros, viendo al de enfrente como un enemigo al cual no ayudar y, si es posible, dañar.
Dios nos escucha, está con nosotros, pero ante todo y sobre todo quiere una cosa:
que sus hijos aprendan por sí mismo.