La iluminación espiritual

Nuestras perezosas mentes

JIDDU KRISHNAMURTI

Imagen; Nuestras perezosas mentes; Jiddu Krishnamurti

LA LENTA MANERA DE PENSAR

La sencilla austeridad de la mente, y sobre el sufrimiento.

Hemos hablado mucho de afrontar el hecho, observándolo sin condenarlo ni justificarlo, abordándolo sin ninguna opinión. Especialmente en el caso de hechos psicológicos, tendemos a introducir nuestros prejuicios, nuestros deseos, nuestros impulsos, que falsean ‘lo que es’ y suscitan cierto sentimiento de culpa, de contradicción, una negación de lo que es.

Hemos estado hablando también de la importancia de la destrucción completa de todas las cosas que hemos construido como refugio, como defensa. La vida nos parece demasiado vasta, demasiado vertiginosa para nosotros, y nuestras perezosas mentes, nuestra lenta manera de pensar, los hábitos a que nos hemos acostumbrado, crean invariablemente una contradicción dentro de nosotros; y tratamos de dictar condiciones a la vida. Y gradualmente, al continuar y aumentar esta contradicción y conflicto, nuestras mentes se vuelven más y más embotadas. Desearía, pues, esta mañana, si se me permite, hablar sobre la sencilla austeridad de la mente, y sobre el sufrimiento.

Es muy difícil pensar directamente, ver las cosas con claridad y seguir lo que vemos hasta el fin mismo, con lógica, razonadamente, con cordura. Es muy difícil ser claros y por lo tanto sencillos. No me refiero a la sencillez de las vestiduras exteriores, de las pocas posesiones; sino que me refiero a una sencillez interior. Creo que es indispensable el que abordemos con sencillez un problema muy complejo, como el del sufrimiento. De modo que, antes de abordar el dolor, tenemos que ver muy claramente lo que queremos decir con la palabra ‘sencillo’.

La mente, tal como la conocemos ahora, es muy compleja, infinitamente astuta y sutil. Ha tenido muchos mas experiencias, y tiene dentro de sí todas las influencias del pasado, de la raza, el residuo de todo el tiempo. Es muy difícil reducir toda esta vasta complejidad a la sencillez; pero creo que hay que hacerlo, de lo contrario no podremos trascender el conflicto y dolor. Por eso la pregunta es: dada toda esta complejidad del conocimiento, de las experiencias, de la memoria, ¿es acaso posible contemplar el dolor y estar libre de él?

Ante todo, creo que para descubrir por uno mismo la manera de pensar sencilla y directamente, las definiciones y las explicaciones son realmente perjudiciales. La definición en palabras no hace sencilla a la mente, y las explicaciones no producen claridad de percepción. Por eso, me parece que tiene uno que darse cuenta cabalmente de la esclavitud a las palabras, aunque tenga también que darse cuenta de que es necesario utilizar palabras para la comunicación. Pero lo que se comunica no es meramente la palabra; la comunicación está más allá de la palabra; es un sentir, un ver, que no puede ponerse en palabras. Una mente en realidad sencilla no significa una mente ignorante. mente sencilla es la que está libre para seguir todas las sutilezas, los matices, los movimientos de un hecho dado. Y para hacer esto, la mente tiene, por cierto, que estar libre de la esclavitud a las palabras. Semejante libertad produce una austeridad de sencillez. Cuando existe esa sencillez de enfoque, creo que entonces podemos percibir directamente y tratar de comprender lo que es el dolor.

Creo que la sencillez de la mente y el dolor están relacionados. Por cierto, vivir en el dolor a lo largo de nuestros días es, para decirlo con suavidad, la cosa más insensata que se puede hacer. Vivir en conflicto, en frustración, siempre enredados en el temor, en la ambición, presos del afán de realizar, de tener éxito, vivir toda una vida en ese estado me parece inútil e innecesario por completo. Y para estar libres del dolor, creo que debemos abordar muy sencillamente este complejo problema.

Hay varias clases de dolor, físico y psicológico

Hay el dolor físico de la enfermedad un dolor de muelas, la pérdida de un miembro, por tener vista defectuosa, etc.; y está el dolor interno que viene cuando perdéis a alguien a quien amáis, cuando no tenéis capacidad y veis personas que la tienen, cuando carecéis de talento y veis gente que lo tiene y que tiene dinero, posición, prestigio, poder. Existe siempre el afán de realizar; y, en la sombra de la realización, siempre hay frustración, y con ella llega el dolor.

Hay, pues, estas dos clases de dolor: el físico y el psicológico. Puede uno perder un brazo, y entonces viene todo el problema del dolor. La mente vuelve al pasado, recuerda lo que ha hecho, que ya no puede jugar al tenis, que ya no es capaz de hacer muchas cosas; compara, y en ese proceso se engendra el dolor. Estamos familiarizados con esta clase de cosas. El hecho es que he perdido mi brazo, y que, por muchas que sean las teorías, las explicaciones, las comparaciones, por mucha lástima que tenga de mí mismo, no recuperaré ese brazo. Pero la mente se entrega a la compasión de sí misma, retrocede al pasado. Por eso el hecho del presente está en contradicción con lo que ha sido. Esta comparación trae conflicto invariablemente, y de ese conflicto proviene el dolor. Esa es una de las clases de dolor.

Luego tenemos el dolor psicológico

Mi hermano, mi hijo, ha muerto, se ha ido. Ninguna teorización, explicación, creencia o esperanza me lo devolverá jamás. La implacable e inflexible realidad es el hecho de que se ha ido. Y el otro hecho es que yo me siento solo, porque él se ha ido. Éramos amigos, conversábamos, retamos, disfrutábamos juntos, y la compañía ha cesado y he quedado solo. La soledad es un hecho, y la muerte es un hecho. Me veo obligado a aceptar el hecho de su muerte, mas no acepto el hecho de estar solo en el mundo. Empiezo, pues a inventar teorías, esperanzas, explicaciones, como una evasión del hecho, y son las evasiones las que producen dolor, no el hecho de que yo esté solo, no el hecho de que mi hermano haya muerto. El hecho nunca puede traer dolor, y creo que es muy importante comprender esto, si es que la mente ha de quedar real y totalmente, por completo, libre de dolor. Creo que solo es posible estar libre del dolor cuando la mente ya no busca explicaciones y escapes, sino que se enfrenta con el hecho. No sé si alguna vez habréis intentado hacer esto.

Sabemos lo que es la muerte y el miedo extraordinario que ella evoca. Es un hecho que moriremos, cada uno de nosotros, nos guste o no. Por eso racionalizamos la muerte o escapamos hacia las creencias karma, reencarnación, resurrección, etc.- y por lo tanto mantenemos el miedo y huimos del hecho. Y la cuestión es si la mente está de veras interesada en llegar hasta el fin mismo y en descubrir si es posible estar total y completamente libre de dolor, no con el tiempo, sino en el presente, ahora.

Así pues, ¿puede cada uno de nosotros hacer frente al hecho, con inteligencia y sensatez? ¿Puedo hacer frente al hecho de que mi hijo, mi hermano, mi hermana, mi marido o esposa, quien fuere, ha muerto, y que yo estoy solo, sin escapar de esa soledad hacia las explicaciones, las ingeniosas creencias, las teorías, etc.? ¿Puedo yo observar el hecho, sea el que fuere: que carezco de talento, que soy una persona torpe y necia, que estoy solo, que mis creencias, mis estructuras religiosas, mis valores espirituales, son simplemente otras tantas defensas? ¿Puedo ver estos hechos sin buscar modos y medios de escapar? ¿Es ello posible?

Creo que solo es posible cuando a uno no le interesa el tiempo, el mañana. Nuestras mentes son perezosas y por eso siempre estamos pidiendo tiempo tiempo para vencer esto, tiempo para mejorar. El tiempo no disipa el dolor. Puede ser que olvidemos un particular sufrimiento, pero allí está siempre el dolor, en lo profundo. Y creo que es posible eliminar enteramente el dolor en si, no mañana, no en el transcurso del tiempo, sino ver la realidad en el presente, y trascenderla.

Al fin y al cabo, ¿por qué tenemos que sufrir? El sufrimiento es una enfermedad. Acudimos a un médico y nos libramos de la enfermedad. ¿Por qué hemos de aguantar dolor alguno? Mirad, no estoy hablando retóricamente, cosa que sería demasiado tonta. ¿Por qué habríamos de tener, cada uno de nosotros, dolor alguno? Y ¿es posible librarse de él por completo?

Como veis, esa pregunta implica: ¿por qué hemos de estar en conflicto? El dolor es conflicto. Decimos que el conflicto es necesario, que forma parte de la existencia, que en la naturaleza y en todo lo que nos rodea hay conflicto, y que estar sin conflicto es imposible. Aceptamos pues el conflicto como inevitable, en nuestro interior y fuera, en el mundo.

Para mí, el conflicto, de cualquier clase que sea, no es necesario. Podéis decir: ‘Esa es una peculiar idea vuestra y carece de validez. Sois solo, no estáis casado, y ello es fácil para vos; pero nosotros tenemos que estar en conflicto con nuestros vecinos, por nuestros empleos; todo lo que tocamos engendra conflicto’.

Mirad, creo que la acertada educación entra en esto; y nuestra educación no ha sido correcta; se nos ha enseñado a pensar en términos de competencia, en términos de comparación. Me pregunto si uno realmente comprende, si en realidad ve directamente al comparar. ¿O es que uno solo ve claramente, con sencillez, cuando la comparación ha cesado? Por cierto, uno solo puede ver con claridad cuando la mente ya no es ambiciosa, ya no está tratando de ser o de llegar a ser algo lo que no quiere decir que uno haya de estar satisfecho de lo que uno es. Creo que se puede vivir sin comparación, sin compararse uno con otro, sin comparar lo que somos con lo que deberíamos ser. El hacer frente a ‘lo que es’ sin cesar, barre por completo todas las evaluaciones comparativas, y creo que de ese modo puede uno eliminar el dolor. Creo que es muy importante que la mente esté libre del dolor, porque entonces la vida tiene un sentido totalmente diferente.

Como sabéis, otra de las infortunadas cosas que hacemos es buscar bienestar, no solo físico, sino también psicológico. Queremos refugiarnos en una idea, y cuando esa idea falle nos desesperamos, lo que también engendra dolor. La cuestión, pues, es ésta: ¿Puede la mente vivir, funcionar, estar sin ningún amparo, sin ningún refugio? ¿Puede uno vivir de día en día, enfrentando cada hecho como surge y sin jamás buscar un escape, haciendo frente todo el tiempo a lo que es, a cada reputo del día? Porque entonces creo que encontraremos que no solo termina el dolor, sino que la mente se vuelve asombrosamente sencilla y clara; es capaz de percibir directamente, sin palabras, sin el símbolo.

No sé si alguna vez habéis pensado sin palabras. ¿Hay algún pensar sin verbalización? ¿O es que todo pensar consiste en meras palabras, símbolos, descripciones, imaginación? Como veis, todas estas cosas las palabras, los símbolos, las ideas- perjudican la clara visión. Creo que, si uno quiere llegar hasta el fin mismo del dolor para descubrir si es posible estar libre del dolor no eventualmente, sino viviendo libre cada día- tiene uno que entrar muy profundamente en sí mismo y desembarazarse de todas estas explicaciones, palabras, ideas y creencias, de modo que la mente esté de veras depurada y capacitada para ver lo que es.

Interlocutor: Cuando hay dolor, seguramente es inevitable el querer hacer algo al respecto.

Krishnamurti: Señor, como decíamos el otro días queremos vivir con el placer, ¿no es así? No tratamos de cambiar el placer; queremos que continúe todo el día y toda la noche, perpetuamente. No deseamos alterarlo, ni siquiera tocarlo, ni aun rozarlo con el aliento, por temor de que se vaya; queremos aferrarnos a él, ¿verdad? Nos adherimos a lo que nos deleita, que nos da gozo, placer, sensación a cosas como ir a la iglesia, ir a ‘misa’, etc. Estas cosas nos producen mucha excitación, sensación, y no queremos cambiar ese sentimiento; él hace que uno se sienta cerca de la fuente de las cosas, y nosotros queremos esa sensación, ¿no es cierto? ¿Por qué no podemos vivir igualmente con el dolor, con la misma intensidad, sin querer hacer nada con respecto a él? ¿Lo habéis intentado alguna vez? ¿Habéis tratado alguna vez de vivir con un dolor físico? ¿Habéis intentado vivir con el ruido?

Vamos a simplificarlo. Cuando un perro está ladrando por la noche y queréis dormir, y sigue ladrando y ladrando, ¿qué hacéis? Lo resistís, ¿no es así? Le arrojáis objetos, lo maldecís, hacéis lo que podáis contra él. Pero si en lugar de eso estuvierais con el ruido, si escucharais el ladrido sin ninguna resistencia, ¿habría fastidio? No sé si alguna vez lo habréis intentado. Deberíais intentarlo alguna vez: no resistir. Así como no rechazáis el placer, ¿no podéis de la misma manera vivir con el dolor sin resistencia, sin elección, sin tratar nunca de escapar, sin entregaros nunca a la esperanza e invitar por ello la desesperación: simplemente vivir con él?

Mirad, vivir con algo significa amarlo. Cuando amáis a alguien, queréis vivir con esa persona, estar con ella, ¿no es así? De la misma manera puede uno vivir con el dolor, no púdicamente, sino viendo todo su cuadro, sin tratar nunca de eludirlo, sino sintiendo su fuerza, su intensidad, y también su completa superficialidad, lo que significa que no podéis hacer nada con respecto a él. Después de todo, no queréis hacer nada respecto de aquello que os da intenso placer; no queréis cambiarlo, queréis dejarlo fluir. De la misma manera, vivir con el dolor significa, realmente, amar el dolor, y eso requiere mucha energía, mucha comprensión; significa vigilar continuamente para ver si la mente está escapando del hecho. Es terriblemente fácil escapar; puede uno tomar una droga, tomar una bebida, encender la radio, tomar un libro, charlar, etc. Pero vivir con algo enteramente, de manera total, tanto si es placer como si es dolor, requiere una mente que esté intensamente alerta. Y cuando la mente está tan alerta, crea su propia acción; o más bien, la acción viene del hecho y la mente no tiene que hacer nada con respecto a él.

Interlocutor: En el caso del dolor físico, ¿no debemos acudir a un médico?

Krishnamurti: Por supuesto, si tengo un dolor de muelas, voy al dentista. Si tenéis alguna dolencia física, ¿no iréis al médico? ¿No somos bastante superficiales cuando hacemos semejante pregunta? No estamos hablando solo del dolor físico sino también del sufrimiento psicológico, de todas las torturas mentales por las que uno pasa por causa da alguna idea, de alguna creencia, de alguna persona; y nos estamos preguntando si es posible estar totalmente libres del dolor interno. Señor, el organismo físico es una maquina y se desarregla, y tenéis que hacer lo mejor que podáis y seguir adelante con él; pero uno puede cuidar de que el organismo mecánico no interfiera con la mente, que no la pervierta, que no la desvíe, y que permanezca sano a pesar de la enfermedad física. Y nuestra pregunta es si la mente, que es la fuente de toda lucidez, así como de todo conflicto, desdicha y dolor, puede estar libre de éste, no contaminada por nuestras dolencias físicas y todo lo demás.

Al fin y al cabo, vamos envejeciendo cada día, pero seguramente es posible mantener la mente joven, fresca, inocente, no abrumada por la enorme carga de la experiencia, de los conocimientos, de la desdicha. Creo que una mente joven, inocente, es absolutamente necesaria si quiere uno descubrir lo que es verdad, si hay Dios, o como queráis llamarlo. Una mente vieja, una mente torturada, llena de sufrimiento, jamás puede hallarlo. Y es absurdo convertir el dolor en algo necesario, algo que eventualmente os llevará al cielo. En el cristianismo se exalta el sufrimiento como un camino hacia la iluminación. Tiene uno que estar libre del sufrimiento, de la oscuridad; solo entonces puede existir la luz.

Interlocutor: ¿Me es posible estar libre de dolor cuando veo tanto sufrimiento en torno mío?

Krishnamurti: ¿Qué pensáis al respecto? Id al Oriente, a la India, a Asia, y veréis mucho dolor, dolor físico, hambre, degradación, pobreza. Esa es una clase de dolor. Venid al mundo moderno, y todos están ocupados decorando la prisión exterior, enormemente ricos, prósperos, pero también ellos son muy pobres interiormente, muy vacíos; ahí también hay dolor. ¿Qué podéis hacer sobre ello? ¿Qué podéis hacer sobre mi dolor? ¿Podéis ayudarme? Pensadlo, señores.

He estado hablando esta mañana más o menos media hora sobre el dolor y la manera de librarse de él. ¿Os ayudo? ¿Realmente os ayudo en el sentido de que os libráis de él, de no llevarlo con vosotros un día más, de estar totalmente libres de dolor? ¿Es que os ayudo? No lo creo. Por cierto tenéis que hacer todo el trabajo vosotros mismos. Yo solo estoy señalando. El poste indicador no tiene valor, en el sentido de que no sirve de nada el sentarse allí a leer eternamente el letrero. Tenéis que hacer frente a la soledad y llegar hasta el fin mismo de ella, de todo lo implicado en ella. ¿Puedo yo ser de ayuda para el dolor del mundo? No solo conocemos nuestra propia angustia y desesperación, sino que también la vemos en los rostros de otros. Podéis señalar la puerta por la que hay que pasar para estar libres, pero la mayoría de las personas quieren ser llevadas a través de esa puerta. Adoran a aquel de quien creen que los llenará; lo convierten en un salvador, un Maestro, cosas todas que son pura necedad.

Interlocutor: ¿Para qué le sirve a otro una persona libre si ésta no puede ayudarle?

Krishnamurti: Cuán terriblemente utilitarios somos ¿verdad? Queremos utilizarlo todo para nuestro propio beneficio, o para beneficiar a algún otro. ¿De qué utilidad es una flor a la vera del camino? ¿Para qué sirve una nube que está más allá de las montañas? ¿Cuál es la utilidad del amor? ¿Lo podéis utilizar? ¿Sirve de algo la caridad? ¿Sirve de algo la humildad? No ser ambicioso en un mundo lleno de ambición, ¿tiene eso alguna utilidad? Ser bondadoso, ser amable, ser generoso: estas cosas no son de ninguna utilidad para un hombre que carezca de generosidad. Una persona libre es completamente inútil para un hombre que esté dominado por la ambición. Y como la mayor parte de nosotros estamos enredados en la ambición, en el deseo de éxito, esa persona es de muy escasa significación. Puede hablar de libertad, pero lo que nos interesa a nosotros es el éxito. Lo único que os puede decir es que paséis a la otra orilla del río, y que veáis la belleza del cielo, el encanto de ser sencillo, amar, ser bondadoso, ser generoso, carecer de ambición. Muy poca gente quiere venir a la otra orilla; por eso el hombre que se encuentra en ella es de muy poca utilidad. Probablemente lo pondréis en una iglesia y lo adoraréis. Eso es todo, poco más o menos.

Interlocutor: Vivir con el dolor implica su prolongación, y nosotros rehuimos prolongar el dolor.

Krishnamurti: Por cierto, no es eso lo que he expresado. Para vivir con algo, ya sea la fealdad o la belleza, tiene uno que ser muy intenso. Vivir con estas montañas día tras día, si no sois sensibles a ellas, si no las amáis, si no veis sin cesar su belleza, sus cambiantes colores y sombras, sería llegar a ser como los campesinos que se han vuelto indiferentes para todo ello. La belleza corrompe lo mismo que la fealdad, si no sois sensibles para ella. Vivir con el dolor es como vivir con las montañas, porque el dolor embota la mente, la atonta. Vivir con el dolor implica vigilar sin cesar, y eso no prolonga el dolor. En el momento en que lo veis por completo, ya ha desaparecido. Cuando se ve algo totalmente, ha terminado. Cuando vemos toda la construcción del dolor, su anatomía, su intimidad, no teorizando sobre él, sino viendo efectivamente el hecho, su totalidad, entonces él se desprende. La rapidez, la celeridad de la percepción, depende de la mente. Pero si ésta no es sencilla, directa, si está atiborrada de creencias, esperanzas, temores, desesperaciones, queriendo cambiar el hecho, ‘lo que es’, entonces estáis prolongando el dolor.

Interlocutor: Nuestros preconceptos se interponen en el camino, y tenemos que encararnos con ellos, y eso puede llevar tiempo.

Krishnamurti: Señor, percibir que uno se siente solo y también darse cuenta de que quiere escapar de eso, las dos cosas son instantáneas, ¿no es así? El hecho de que me siento solo y el hecho de que quiero escapar, los puedo percibir inmediatamente, ¿verdad? Puedo ver también instantáneamente que cualquier forma de escape es una evasión del hecho de la soledad, que yo tengo que comprender. No puedo deshacerme de ella.

Como veis, nuestra dificultad es, creo, que estamos tan apegados a las cosas en que nos refugiamos, que ellas son muy importantes para nosotros, se han vuelto extraordinariamente respetables. Creemos que si dejásemos de ser respetables, Dios sabe lo que pasaría. Por consiguiente nuestro apego a la respetabilidad se convierte en lo importante, y no el hecho de querer comprender la soledad, o cualquier otra cosa, totalmente.

Interlocutor: Si no tenemos la intensidad, ¿qué podemos hacer al respecto?

Krishnamurti: Dudo que queramos esa intensidad. Ser intenso implica destrucción, ¿no es así? Significa destruir todas las cosas que hemos considerado tan importantes en la vida. Por eso, quizá, el miedo nos impide ser intensos.

Como sabéis, todos queremos ser terriblemente respetables, ¿no es así?, los jóvenes tanto como los viejos. La respetabilidad significa reconocimiento por parte de la sociedad; y la sociedad solo reconoce a los que tienen éxito, a los que son importantes, a los famosos, e ignora a los demás. Adoramos, pues, el éxito y la respetabilidad. Y cuando no os preocupa que la sociedad os crea o no respetables, cuando no buscáis éxito, no queréis llegar a ser alguien, entonces hay intensidad lo que significa que no hay miedo y que no hay conflicto, ni interna contradicción y consiguiente tenéis abundante energía para seguir el hecho hasta el fin mismo.


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