Los libros sagrados
El hombre ha cumplido ya mayormente su misión y, o evoluciona radicalmente o no tendrá más remedio que dar paso a otras maneras de enfocar la verdad.
SALVADOR FREIXEDO
LIBRO SAGRADO
No hay mas palabra de Dios que la naturaleza y la inteligencia del hombre.
El hombre ha cumplido ya mayormente su misión y, o evoluciona radicalmente o no tendrá más remedio que dar paso a otras maneras de enfocar lo trascendente: todo lo que tiene que ver con el fin y el destino del hombre sobre la tierra; el origen y el fin del universo, la idea de Dios, etc.
Debemos dejar de seguir predicando pecados originales, redenciones, salvaciones, infiernos, cielos inmediatos para unos pocos; tiene que dejar de sublimar el dolor y la cruz y tiene que hacer mucho más hincapié en la justicia, en el verdadero amor y en el respeto a la naturaleza; porque la naturaleza es la verdadera biblia de Dios. No hay mas palabra de Dios que la naturaleza y la inteligencia del hombre, que es parte de esa naturaleza.
Hay que dejarse ya de la infantilidad de acudir tembloroso a buscar la solución para sus problemas o la inspiración para sus acciones a ningún "libro sagrado". En los "libros sagrados", al igual que en las comunicaciones de los "extraterrestres", en las visiones y en los sueños, las verdades están entrelazadas con los disparates, siendo el resumen total una gran aberración que en definitiva solo lleva al fracaso y al error.
La historia actual del mundo, dividido en cinco o seis grandes escuelas de pensamiento (léase religiones) totalmente divorciadas y prácticamente antagónicas entre sí, nos dice a donde llevan en fin de cuentas todos los "libros sagrados". Estos, para ser entendidos e interpretados, tienen necesariamente que pasar por el tapiz de la inteligencia humana: ella será la que les dará o no les dará el visto bueno. Pues bien, a poco que la inteligencia humana se dedique a su estudio, descubrirá que todos los "libros sagrados" de todas las religiones no son mas que incubaciones de otros hombres y que de ninguna manera fueron dictados por Dios. (Aparte del problema de las infinitas correcciones y contradicciones).
No hay mas palabra de Dios que la naturaleza y la inteligencia del hombre,
que es parte de esa naturaleza.
El hombre, dando un paso mas en su lenta evolución milenaria, abandonará las andaderas (que hoy son ya muletas) de los "libros sagrados" y se decidirá a usar mas su propia inteligencia en lo que se refiere a lo trascendental, lo mismo que la ha usado en lo que se refiere a las ciencias materiales.
Mientras éstas estuvieron amarradas a la biblia durante siglos, el hombre apenas si prosperó materialmente; pero cuando hace como unos dos siglos, mediante diversos actos de rebelión, las ciencias naturales se liberaron del control eclesiástico, los avances técnicos han sido espectaculares. Ellos son los que más resienten en la actualidad el atraso de nuestras "ideas religiosas" aferradas todavía a los "libros sagrados".
(Por siglos el hombre no podría volar "Porque era contra la naturaleza"; no se podían hacer operaciones quirúrgicas, por la misma razón; la Tierra era el centro del universo; ciertos días no se podía trabajar porque así era la manifiesta voluntad de Dios; la hipnosis era pecado; la química y la física —la alquimia— estaban muy ligadas a lo diabólico; el número de hijos estaba fuera del control de sus padres, etc., etc.).
Debemos renunciar a la idea infantil de creer que posee un libro en el que está encerrada la voluntad de Dios. Hoy ya no podemos admitir que venga. nadie y nos diga que a él Dios "le dictó". A lo largo de este libro hemos visto que lo que en realidad paso fue que o el creyó que le dictaban o de hecho le dictaron pero el que le dictaba no era Dios.
Los hombres tenemos que dejar nuestra infantilidad de seguirle imponiendo a Dios su conducta y sus obligaciones hacia nosotros. (Tiene que tenernos un cielo preparado inmediatamente después de esta vida y tiene obligatoriamente que dárnoslo si hemos hecho los nueve primeros viernes; y tiene que tener un infierno eterno para nuestros enemigos o para los que no hayan creído en nuestro "libro sagrado").
Las reglas de Dios y su voluntad no pueden estar en ningún libro cuyas palabras se quedan indefectiblemente viejas cada cierto tiempo, hasta que muy pronto se hacen ininteligibles o sencillamente se pierden, tal como nos ha ocurrido con todos los ciento y pico de libros que componen nuestra biblia de los que hoy no queda ni un solo original.
Las reglas y la voluntad de Dios tienen que estar impresas en la misma naturaleza y no pueden ser impuestas por nadie al margen de ésta, y peor aún contra ella, tal como ha pasado con muchos preceptos bíblicos.