Hui-Neng y el máximo precepto Zen
El Sexto Patriarca Hui-Neng dejo a sus discípulos antes de su muerte el máximo precepto Zen que hoy día es valorado como grandioso por el Budismo Zen.
HUI NENG
HUI-NENG (638 - 713)
Considerado unánimemente como el verdadero padre del Zen.
Tras serle otorgada por su maestro la legítima sucesión y tener que huir a escondidas del monasterio (perseguido por sus rivales), Hui-Neng pasó más de 15 años recluido en las montañas viviendo como ermitaño. Un día, juzgó que ya era momento de salir al mundo y fue a visitar el templo de Fa-Hsing, donde aconteció lo siguiente:
Hui-Neng llegó al monasterio de la provincia de Kuang y se encontró con cuatro monjes que discutían acaloradamente sobre el Dharma a propósito de una bandera que ondeaba sobre sus cabezas. Uno de ellos decía: Esa bandera es un objeto inanimado y es el viento quien la hace ondear, a lo que otro monje respondía: Tanto el viento como la bandera son inanimados, por lo que el ondear es un imposible. Otro añadió: El ondear se debe sin duda a una condición de causa y efecto, a lo que el cuarto monje replicó: En el fondo, no hay bandera ondeando sino es el viento lo que ondea de por sí.
Viendo esto, Hui-Neng se acercó y les dijo:
Señores, ni viento ni bandera; en realidad, lo que yo veo ondeando aquí sin cesar son vuestras mentes
El sacerdote abad del monasterio pidió entonces a Hui-Neng que los aceptara como discípulos (a pesar de no tener éste ningún rango y ser un desconocido) y, para poder ser oficialmente su maestro, Hui-Neng hubo primero de ordenarse a su vez como monje budista, cosa que hasta entonces aún no había hecho (recordemos que era un Laico Iletrado que trabajaba moliendo arroz en el monasterio de su maestro Hung-Jen). Se dice que, a partir de entonces, Hui-Neng llegó a tener miles de discípulos, aunque nunca anduvo predicando ni buscando seguidores. Tal fue su fama que el mismísimo Emperador envió a un funcionario para invitarle a enseñar en la Corte Imperial, invitación que Hui-Neng rechazó prefiriendo quedarse en las montañas del sur, no sin antes aleccionar al susodicho emisario para que transmitiese su doctrina al Emperador Kao-Tsung:
DOCTRINA NO-DUAL
En el Zen no existe dualismo, es la doctrina de la verdad ultima.
Es un error pensar que sentarse silenciosamente en contemplación sea esencial para la liberación. La verdad del Zen se abre por sí desde dentro y nada tiene que ver con la práctica de la meditación. En el Zen, no hay nada que ganar, no hay nada que entender; ¿Que hacéis pasando el tiempo con las piernas cruzadas? Algunos hablan de iluminar la oscuridad de la ignorancia, pero en el Zen no existe dualismo, no existen Iluminación e Ignorancia por separado, no hay sabiduría ni pasiones. En el Mahayana toda forma posible de dualismo es condenada pues no expresa la verdad última. La Naturaleza Búdica no puede ser manchada por pasiones ni purificada por la iluminación. Está por encima de todas las categorías.
A lo largo de su vida, Hui-Neng insistió en estos aspectos una y otra vez:
Un discípulo de la escuela del Norte creada por el antiguo rival de Hui-Neng, el derrotado monje Shen-Hsiu acudió a ver al Sexto Patriarca en busca de consejo; éste le preguntó por la doctrina de aquella escuela, a lo que el susodicho discípulo respondió: Nuestro maestro, Shen-Hsiu, nos enseña a detener la actividad de nuestras mentes y sentarnos en silencio, meditando, durante largo tiempo, de un tirón, sin acostarnos ni descansar
Ante esto, el Sexto Patriarca dijo: Detener la actividad de la mente, sentarse en silencio a meditar... ¡todo eso es una enfermedad, eso no es Zen! Poner el cuerpo bajo control, obligándose a estar sentado durante varias horas... ¿que tiene eso que ver con el Dharma?
También Hui-Neng dijo, en otro momento:
Dejar la mente en blanco, no pensando en nada, forzando el cese de los pensamientos... esto es una estupidez (...) Los pensamientos vienen y se van por su cuenta, pues a través del buen uso de la sabiduría no bloquemos nada, y este es el verdadero método de concentración a través de la sabiduría intuitiva, que es la liberación natural y espontánea. Así es como se lleva a cabo la práctica del no-pensamiento.
Anteriormente Hui-Neng había resumido así el significado del Zen:
No se trata en absoluto de practicar la meditación o de buscar la Iluminación; se trata de mirar dentro de uno mismo, de ver dentro de nuestra propia Naturaleza. Cuando se entiende la Doctrina Zen se comprende que no hay necesidad de disciplinarse en las cosas externas, tal es la certeza de quienes ven o se conocen por sí mismos.
En otra ocasión, Hui-Neng tuvo de nuevo la oportunidad de corregir una mala interpretación del Camino rescribiendo los versos de un poema, tal y como hiciera antes de convertirse en Patriarca; así lo narra el siguiente mondo:
Un monje dijo a Hui-Neng:
Maestro, he escuchado el siguiente canto de un tal Wuo-Lan:
Yo, Wuo-Lan, conozco un recurso
mediante el cual suprimo todos mis pensamientos
Las cosas del mundo no agitan más mi mente
y así, mi Iluminación madura día a día
Ante esto, Hui-Neng dijo:
Eso no lleva a iluminación alguna, sino a un estado de esclavitud, y recitó:
Yo, Hui-Neng, no tengo recurso alguno
y mis pensamientos no son nunca reprimidos
Las cosas del mundo agitan la mente siempre, y
¿De que sirve una Iluminación
que madura con el paso del tiempo?
EL MÁXIMO PRECEPTO ZEN
Las instrucciones finales a sus discípulos son de las más célebres.
Cuando alguien os pregunte sobre el Ser, contestadle con el No-ser; si os preguntan sobre el No-ser, contestad con el Ser. Si eres preguntado acerca del hombre corriente, responde en términos del sabio, y si te preguntan por el sabio, habla en términos del hombre corriente. A cada pregunta, responded siempre en términos de su opuesto, pues a través de este método de opuestos complementarios surge la comprensión del Camino Medio.
Hui-Neng falleció en 713, cuando la dinastía T'ang disfrutaba tiempos apacibles y la cultura china alcanzaba el punto más excelso de su historia. Murió sin dejar ningún sucesor oficial, siendo él el último Patriarca del Zen. Sin embargo, de entre todos sus discípulos se destacaron cinco que fueron los encargados de proseguir la andadura iniciada por su maestro, y a través de ellos surgieron todas las escuelas de lo que hoy se conoce como Budismo Zen.