Ateísmo, GOD IS NOW HERE

Ciegos están los teístas y los ateos, ambos creyentes. Quien está en lo cierto es el agnóstico, que no es teísta ni ateo; simplemente busca la verdad.

OSHO

EL ATEÍSMO

En el centro del ateo y el creyente está DIOS

Un gran ateo escribió con letras mayúsculas en la pared de la sala:

GOD IS NOWHERE (DIOS NO ESTÁ EN NINGUNA PARTE)

Tuvo su primer hijo y, un día estaba jugando con él. El niño estaba aprendiendo a leer despacito, de modo que se puso a leer la frase de la pared. Tenia que leer God is Nowhere, pero Nowhere era una palabra muy larga y el niño no conseguía leerla de un tirón. Así que la partió en dos y leyó:

GOD IS NOW HERE (DIOS ESTÁ AQUÍ AHORA)

La palabra Nowhere dividida en dos partes.

Por vez primera, el padre miro la frase y exclamo ¡Dios mío! Este niño me ha despertado la conciencia. Ya no podré leer nunca la frase de un tirón; siempre recordare -aquí ahora-

Fue un momento de transformación para el ateo. Por primera vez, pensó: ¿Sé a ciencia cierta que Dios no está en ninguna parte? ¿Acaso he explorado la totalidad del universo? ¿He explorado mi ser interior?. Tan ciegos están los teístas como los ateos: Ambos son creyentes. El único que esta en lo cierto es el agnóstico, que no es teísta ni ateo; simplemente busca la verdad. No tiene sistema de creencias ni prejuicios, ni ideología preestablecida.

Yo no veo mucha diferencia entre el ateísmo de un comunista y el teísmo del vaticano. El teísmo del Vaticano se basa en la fe. Y como Karl Marx afirma que Dios no existe, eso se convierte en dogma para cualquier niño de un país comunista. En la India, todos los niños creen en la existencia de Dios. Ambas son creencias: una es positiva y la otra negativa; pero creencias al fin y al cabo. Ni los comunistas saben ni el Vaticano tampoco.

Los que saben afirman que es imposible decir nada acerca de la realidad última; no puede traducirse en palabras. Sigue siendo un misterio que puedes penetrar, pero del que no puedes decir nada. Puedes disfrutarlo, recrearte con él e incluso bailarlo; pero el lenguaje es demasiado limitado. Ésa es la verdadera carencia de la filosofía: no puede expresar la experiencia suprema de los meditadores.

Solo el agnóstico puede ser un meditador. Renuncia a cualquier programación sin importarle si proviene de los teístas o los ateos. Hay que dejar a un lado toda programación, la totalidad de la mente, y penetrar en el espacio de la no-mente. En la no-mente no existe el tiempo, solo el momento presente y un profundo silencio, y una gran claridad.

Si nunca has sido realmente ateo, no podrás ser espiritual; es imposible.

He llegado a la conclusión de que si nunca has sido terrenal, nunca has sido llano, nunca has sido verdaderamente materialista, absolutamente prosaico, si nunca has sido realmente ateo, no podrás ser espiritual; es imposible. El materialismo tiene que ser la base; tus cimientos deben tener los pies en la tierra. Y sobre ellos podrás construir el templo, el altar de la espiritualidad.

Primero deberías ser Charvaka, Epicúreo, Zorba el griego; solo así podrás llegar a ser Gautama Buda, Jesucristo, Bahauddin, Nanak o Kabir. Si no hay unos cimientos, tu espiritualidad será falsa; serán meras palabras... Primero hay que aceptar el cuerpo, y no solo aceptarlo, sino respetarlo también. Si no has explorado tu cuerpo, no podrás explorar tu alma... Empieza por la periferia para ir adentrándote en el centro.

En el mundo hay millones de personas que viven de las palabras, repitiendo la Biblia, el Corán, la Gita, el Dhammapada. Son como loros, repiten mecánicamente, pero no saben nada. El conocimiento necesita enraizarse en la tierra, al igual que un árbol. Las ramas subirán hacia el cielo, intentando llegar a las estrellas. Pero las raíces, al mismo tiempo, van profundizando en la tierra. Recuerda que hay un equilibrio: cuanto más crece el árbol, más profundas son sus raíces; está en completo equilibrio. No encontrarás un árbol grande con las raíces pequeñas porque no se mantendría de pie.

Lo fundamental es desarrollar las raíces. Pero éstas no pueden desarrollarse en el cielo. Tienen que crecer en la tierra, en el cuerpo, en la materia. Y así las ramas podrán subir al cielo, al mundo de lo espiritual. Así podrás alcanzar la divinidad. Podemos crear un ser humano completo, multidimensional, inmensamente rico y arraigado en la tierra, que aún así anhela alcanzar las estrellas.