Alma atormentada
El alma del profeta es preparada largamente para la misión venidera en cuerpo humano, con frecuencia durante encarnaciones. Denominado llamamiento.
JESUS DE NAZARET
LOS PROFETAS
El camino del profeta de Dios es un camino de sufrimiento.
El alma del profeta es preparada largamente para la misión venidera en cuerpo humano, con frecuencia durante encarnaciones. Finalmente, en un determinado momento temporal, Dios hace acordarse al ser humano de la misión que hay en su alma; esto es el denominado llamamiento.
El camino del profeta de Dios es un camino de sufrimiento. El ha contraído una obligación absoluta para con Dios y tiene que pronunciar lo que Dios le inspira. Las palabras serias y exhortadoras de Dios que llaman a dar la vuelta, son siempre desagradables a los hombres de este mundo, por lo que los profetas tuvieron que padecer por regla general escarnio, burla, calumnia, persecución y, con frecuencia, la muerte.
Hay dos categorías de profetas: los profetas anunciadores -llamados de forma general profetas- y los profetas instructores. A través de los profetas anunciadores Dios ha dado y da a la humanidad el saber espiritual y las legitimidades espirituales básicas que los hombres necesitan para orientar su vida a lo divino y llegar paso a paso a una vida legítima. El ha exhortado y exhorta a los hombres a realizar lo que es la voluntad de Dios. Los profetas anunciadores hacen que los hombres recuerden que son hijos de Dios, les explican acerca de Su amor y Su sabiduría y enseñan el camino de regreso al Hogar, a El.
A través de profetas instructores que aparecen en los grandes cambios de era, el Espíritu eterno no solo ancla en la consciencia de los hombres los bienes espirituales que ya habían sido manifestados, sino que da también, de la ley sagrada absoluta, legitimidades y aspectos más elevados y que conducen más lejos. El profeta instructor por tanto trae las leyes de Dios en detalle y también las explica. A través de él, el Espíritu de Dios enseña a los hombres el Camino Interno de regreso al Hogar eterno, de donde cada alma partió antaño. A través del profeta instructor Dios enseña siempre bienes espirituales que van más allá de lo que hasta entonces era conocido.