La iluminación espiritual

Afinidades electivas

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; Afinidades electivas; Patrocinio Navarro

Afinidad

Afinidad es proximidad espiritual, parentesco sutil en diferentes grados, aspectos y matices en cuanto al modo de pensar, sentir y actuar, que facilita la comunicación espontánea y el tomar acuerdos, el interés por compartir situaciones, pensamientos, sentimientos, contrastar criterios, cooperar, mantener el contacto.

Almas afines no quieren decir iguales pues cada una tiene su propio karma,(o cuentas pendientes con la vida) su propio grado de elevación espiritual y cualidades propias que la identifican como única. También cada alma tiene su dual, su alma gemela, complementaria, en alguna parte del universo, y el encuentro es tan inevitable en algún momento del futuro como ya lo fue antes, en un pasado que hemos olvidado al encarnar. Se cumple la ley universal de que lo semejante atrae a lo semejante.

La afinidad es el punto de partida imprescindible para la existencia de una verdadera amistad,- lo que significa una verdadera relación- y que pueda darse una relación duradera entre personas o entre grupos. Los grupos son muy diversos, pero si existe esa sutil aproximación interna llamada afinidad se produce entre sus miembros una fácil comprensión y complicidad en las situaciones que se viven en común, lo que sirve de gran alivio y ayuda en los momentos difíciles y retroalimenta a la vez la relación entre quienes lo forman, haciéndola más firme y saludable. Por lo tanto, este tipo de grupos tiende a crecer, atrayendo hacia sí a personas con diferentes grados evolutivos pero compatibles, con facetas que se comparten. Quien por error ingresa en uno de estos grupos sin reunir esos requisitos de afinidad, antes o después acaba por marcharse en busca de otro grupo más próximo a su modo de pensar, sentir y actuar. De nuevo nos encontramos ante la ley de atracción de lo semejante.

Afinidades emocionales

Exceptuando las relaciones obligadas, determinadas por las necesidades sociales ligadas a la supervivencia (como los grupos de trabajo, y semejantes), las elecciones personales basadas en afinidades emocionales y en el altruismo son las más duraderas, las más saludables y las que más contribuyen al crecimiento personal de sus miembros. Suelen darse entre grupos espiritualistas, místicos, artistas, profesionales vocacionales y en general entre personas de elevada moral, donde priva la búsqueda del sentido trascendente de la vida. Cuando no se dan esas condiciones en un grupo las motivaciones de sus miembros son egocéntricas y, por tanto, conflictivas.

No conviene confundir, por tanto, afinidad con el acuerdo fácil entre individuos que buscan alcanzar intereses personales egocéntricos a través de esos acuerdos. Sucede cuando se establecen relaciones comerciales, de pareja, laborales, o de cualquier género donde cada uno busca beneficiarse con el concurso de los otros. Por tanto, lo que conduce a la relación es el interés del ego que busca recibir, y da en cuanto espera recibir y solo en ese caso. Cuando sucede esto, los grupos- al igual que los individuos que los forman- viven instalados en un vaivén de zozobras y encontronazos de intereses particularistas que convierten al conjunto en telarañas de energía negativa, en cruces de mil trenes que chocan. Este tipo de grupos tiende a ser muy poco estable y poco cohesionado. Ejemplos muy comunes: el mundo político, el empresarial, el mundo de las religiones y cualquier otro donde reine la competividad, el tener, el destacar, ser admirado y cosas de ese estilo. Por desgracia, todo eso también está presente entre vecinos, compañeros de trabajo, parejas, círculos de (supuestos) amigos. Igualmente preside las relaciones con el tendero, el banquero, el agente de seguros y cualquier otra persona o asociación que tenga intereses particulares que espera ver satisfechos por otros.

Sociedad contemporánea

La mayor parte de la humanidad tiene este planteamiento relacional: dar si espera recibir, y solo da por esta razón. De lo contrario, cierra la mano y el corazón. Así no existe relación, sino componendas. Nuestra sociedad contemporánea se compone de una inmensa red de estructuras de componendas todo tipo interconectadas por los lazos del ego individual de miles de millones de personas que tienen intereses particulares a los que intentan dar satisfacción de un modo que nunca pierdan sus energías y ganen las de otros. Estas energías son de muchos tipos: dinero, esfuerzos, emociones, atención, tiempo ajeno…

Liberar la energía de cada uno para hacerla rentable es la máxima aspiración de casi todo el mundo en esta sociedad mercantilizada. Unos pretenden rentabilizar su dinero, otros su puesto de trabajo, su gestión social, su ascendiente personal, su capacidad intelectual, y así cada cual. Pero si pudiéramos penetrar la motivación de sus esfuerzos veríamos que casi siempre suele ser la misma: yo, yo, yo. Mostrarse generosos con quienes pueden compensarle esa energía, y solo con ellos, es la pauta casi universal de las conductas humanas del yoismo hasta el punto que aquellos que no parecen seguirla son mirados con desconfianza, (¿Este tipo raro, qué pretenderá en el fondo?) o se adoptan con ellos actitudes como: Aprovechémonos de éste que parece... (Blando, tonto, ingenuo, idiota, novato, etc.).Existen numerosos adjetivos descalificadores para cada ocasión.

Mundo de locos

A tal grado de ausencia de una verdadera relación y desconfianza en las relaciones humanas han llegado bondad y altruismo que pocos admiten la posibilidad de que existan personas que no practiquen esas virtudes en beneficio propio y perjuicio de terceros. Casi nadie cree en nadie por más que existan todas esas normas sociales y buenos modos que nos diferencian externamente del mundo de locos de Marat Sade. Por todo eso hemos inventado una civilización de escépticos.

Hemos creado un mundo a imagen y semejanza de cada uno de nosotros (y el que esté libre de pecado… ya sabe), donde se vive a menudo inmersos en laberintos personales donde apenas si se sabe lo que se busca, y aún menos qué camino elegir para liberar el alma de sus limitaciones. Por eso creo tan importante el descubrimiento de quiénes somos en lugar de vivir creyendo lo que no somos y fabulando nuestra vida. Ese descubrimiento es el revelador fotográfico que nos permitirá descubrir a la vez a personas afines con las que podamos establecer puentes que alcancen finalmente a construir una inmensa red planetaria donde reine el altruismo, la bondad y la justicia que tanto necesitamos en nuestro Planeta provisional. Para ese fin, lo mismo que nos hemos habituado a actualizar nuestros programas informáticos, deberíamos aprender a actualizar nuestra alma para tenerla a punto y desear servir en lugar de desear ser servida.


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