Vivencias y perdón
Las personas me han perdonado cosas sin merecerlo. Simplemente porque me aman o porque no valía la pena el tenerme en cuenta para amargarse la vida.
MAURICIO AMAYA
EL ROMPIMIENTO
SOBRE CUÁNDO NO PERDONAR
Hermano
Uno de los temas de nuestras reuniones era el perdón. Y que difícil para mí hablar de perdón.
Toda mi vida he utilizado este verbo en primera persona. Nunca guardé resentimientos y así, la vida, en muchos aspectos, ha sido más agradable.
Además, muchas personas me han perdonado muchas, muchísimas cosas. Sin merecerlo. Simplemente porque me aman o porque no valía la pena el tenerme en cuenta para amargarse la vida.
No hay que perdonar cuando no se ama; no se puede perdonar cuando se ama.
Existen las personas que pasan por nuestra vida y se van. No tiene ningún sentido odiarlas para recordarlas. Así como pasaron, así se fueron. Y, si acaso, merecen tan solo el recuerdo anecdótico, merecen la experiencia del momento y lo que nos enseñaron. Si acaso, la sonrisa de lo divertido de la ocasión o de la compinchería. Si acaso, la fugacidad de lo no agradable para cerrar el pensamiento, el recuerdo. No hay nada que perdonar.
Hay otras que no pasan tan ligero. Permanecen por más tiempo y recurren con más insistencia en nuestro recuerdo. Los ratos pasajeros, a veces muchos ratos, de intensidad e intimidad, son parte de nuestro patrimonio vivencial, de sensaciones y sentimientos. Pero no hay pasión. Hubo querencia, no amor. Y sin pasión, ni amor, no hay odio, ni perdón.
Los amigos, las amigas y los amagos de amor. Con ellos se comparte una buena copa de vino, el alma, las musas y, fácilmente, el perdón. Las experiencias amargas, se van con el querer o con el aroma de un buen vino. Si se quiso con ternura y con pasión, siempre se seguirá queriendo, y hasta amando. Sin importar el tiempo, sin importar la distancia.
A veces, uno se equivoca. Cree que a esta categoría pertenecen algunas personas que resultan frívolas, egoístas y poco humanas. Pero ellas mismas se desvanecen. Se pasan al grupo de las personas que se van.
También existen las que se aman por convicción. Siempre acompañadas de profundos sentimientos, de entrega, de lealtades, de principios sublimes que solo se aplican a esa relación. Creo sinceramente en ello. Es un sentimiento inmenso y enriquecedor. Con pasión y amor se choca la copa de champán, se recita la poesía de Neruda, o propia, sin temor; además se ríe y se llora. La intimidad no tiene límites.
Dice, esa misma convicción, que siempre se debe amar. Una y otra vez, siempre, hasta morir. Y hasta morir por él.
Pero a esta categoría también pertenecen las únicas personas a las que no se puede perdonar. El que no sabe amar, no sabe aborrecer.
Y se odia porque se ama. La esperanza está en que ese amor destruya la pasión contraria, la mate. Y ambos se esfuman, el odio, y el amor. Luego tampoco hay perdón. Y el amor se va.
¿Qué puede causar ese sentimiento tan contradictorio como es el amor y el odio?: la traición. La renuncia a morir por él, o la pérdida de la disposición a este acto sublime. No se puede, si se ama, si se pertenece a la categoría del amor, dejar morir al hermano, frente a sus ojos, con frivolidad, sin sentimientos.
Larga lista de acontecimientos desafortunados
………Y lloré amargamente.
Te odio, porque aún te amo. Y, creo, no te puedo perdonar.
BUSCANDO EL AMOR A TRAVÉS DEL PERDÓN
Después de una absurda separación entre hermanos, decidí escribirle a mi única hermana una carta de amor y de perdón.
Un año y medio después...
Amada hermana,
Cuánto tiempo desperdiciado. Tiempo sin historia, tiempo del silencio sin ayer. Es que, por Dios, ¿cuántas hermanas tengo?. ¿Se podrá dejar, así, indefinidamente, el intento por lograrla de nuevo? ¿Será este silencio vacío lo que nos enseñaron nuestros padres? ¿En dónde estás? ¿En dónde estoy? ¿En dónde estamos, todos?
Me resisto a creer que elementos fuera de nuestra voluntad estén manejando situaciones tan inverosímiles. Me resisto a creer que esté viviendo un sueño - pesadilla en el que nuestra voluntad no cuenta y los hechos se suceden fuera del alcance de nuestro control. ¿Cuándo despertaremos Dios mío?
Porque estoy convencido de que SÍ hemos heredado la capacidad de amar, esa que ahora nos reclama con insistencia el cruzar este río tenebroso del silencio indefinido, para abrazarnos de nuevo, para reconocer nuestros hijos, que hemos alejado en nuestra egoísta lejanía, y sobre lo cual no tenemos derecho.
Sin embargo, aún nos reconocemos y, sé, nos amamos. Quiero verte de nuevo para rescatar tiempos perdidos que olvidaremos y, con afecto y las caricias que nos hemos negado, rompiendo esa infinita timidez expresiva, decirnos con palabras, con gestos, con sonrisas, con lágrimas, lo que sentimos y queremos.
Si miras para atrás, encontrarás los más maravillosos motivos de identificación que harán fácilmente superables aquellas pequeñas ambigüedades que nos quisieron hacer creer que nosotros, los hermanos, éramos seres admirables en los cuales no podían existir imperfecciones. Pero la vida nos ha enseñado que todos los humanos cometemos errores y, estos, entre hermanos, no son para perdonar, sino para comprender y ofrecer nuevos espacios de unión, más diáfanos.
Abro, pues, mi corazón y todo mi ser, lo mismo que el de toda mi familia, que es la de ustedes, y ofrezco humildemente el calor de un hogar y la súplica porque esta pequeña misiva sirva de introito al reencuentro de almas gemelas que, en algún lugar de este país violento pero hermoso, encontrarán espacios para amarse, comprenderse y apoyarse.
Iniciemos, pues, el reencuentro... (Detalles de nuestra vida familiar)
Dicen que los verdaderos amigos son los que en la prosperidad acuden al ser llamados y, en la adversidad, llegan sin necesidad de invocarlos. Y lo importante no es que hayan hecho o no colaboraciones materiales, sino que llaman, invitan, preguntan. Además, si ayudan, no sabemos quién lo hizo. Y nunca reclaman gratitud o reconocimiento.
Pues ahora te digo que te amo y que te quiero amar más. Así, lo grito con verraquera. Te quiero. Quiero ser tu amigo. Quiero ser tu hermano. Quiero abrazar a tus hijos, a mis sobrinos, a todos mis hermanos. Quiero romper este hielo idiota y sin sentido. Y si crees identificar signos de locura, pues sí, es cierto, es la locura de querer sentir la esperanza del reencuentro. O del encuentro. Pero te digo que solo es de verdaderos locos aguantar tanta separación.
Vamos, llora conmigo. Quiero ser feliz. Quiero que seas feliz. Quiero que todos seamos felices.
Escríbeme, por favor, una carta de amor.
Pronto nos reconciliamos.
El tiempo ha pasado con inmensa alegría.
Nos amamos, como siempre, solo que no lo sabíamos.