La monja Hildegarda hablo de la mujer sexual
Sin tapujos, Sor Hildegarda hablo de la mujer sexual. La abadesa fue un fenómeno irrepetible, de las casi inexistentes que no terminaron en la hoguera.
HILDEGARDA DE BINGEN
HILDEGARDA DE BINGEN
Hildegarda de Bingen, es la primera monja que habló de la mujer sexual.
Fue una monja benedictina alemana que a lo largo de sus 81 años de vida desplegó una intensa actividad como poeta, naturalista, fundadora de conventos, teóloga, predicadora, taumaturga y exorcista.
Esta monja fue poetisa, compositora de música, pintora, científica, filósofa, filóloga, médica y posiblemente la primera monja que habló de la mujer sexual a pesar de ser monja y ostentar el título de abadesa. También está considerada como precursora de la ópera, de la ecología e inventó un idioma que podría ser la primera lengua artificial de la historia.
LA LIBERACIÓN DE LA MUJER SEXUAL
La monja Hildegarda, habló de la liberación sexual femenina.
Durante el siglo XII el pensamiento dominante de la época medieval se arrodilló ante las revolucionarias ideas de la abadesa Hildegarda de Bingen. Una de las grandes heroínas de la Historia, cuyo legado iniciaría la expresión feminista más prematura. Y que a pesar de ser monja y virgen desgarró la censura y la opresión sexual a la que estaban sometidas las de su género. Sí, las mujeres también sienten y disfrutan; sellando así los labios de la ignorancia que imperaba en aquel oscurantismo.
La abadesa fue un fenómeno irrepetible, de los casi inexistentes que no terminaron en la hoguera. Esta gran visionaria del protofeminismo fue cuasi bruja, médico, poetisa, sexóloga, compositora, consejera política y un gran ser humano que antepuso la justicia frente a su propia vida. Se convirtió en una de las personas más influyentes entre reyes y papas.
EL GÉNISIS Y LA MUJER
Desempolvo el Génesis para devolverle la dignidad a la mujer.
A pesar de que Hildegarda tomó los hábitos y nunca tuvo experiencias de carácter sexual, fue la primera persona que abogó por la liberación sexual femenina. Para ello se abrazó a sus investigaciones médicas y científicas, en las que afirmó que las mujeres sienten placer al igual que el hombre.
Llama la atención primeramente el hecho de que Hildegarda hable de la belleza del acto sexual, y luego que logre hacerlo de una manera tan natural y sin temor de llamar a las cosas por su nombre; de hecho, no deja de ser llamativo ver que en una época como la medieval, tan religiosa y conservadora, por decir lo menos, una monja escriba de sexo como lo hace Hildegarda, y que rescate asimismo la fuerza del sentimiento amoroso entre los dos sexos.
Hildegarda abordó la cuestión sexual en dos libros Cause et cure y Physica; aportando grandes conocimientos sobre ciencias naturales y medicina. En el primero de ellos trataría el orgasmo sin tapujos: Cuando la mujer se une al varón, el calor del cerebro de ésta, que tiene en sí el placer, le hace saborear a aquél el placer en la unión y eyacular su semen. Y cuando el semen ha caído en su lugar este fortísimo calor del cerebro lo atrae y lo retiene consigo, e inmediatamente se contrae la riñonada de la mujer, y se cierran todos los miembros que durante la menstruación están listos para abrirse, del mismo modo que un hombre fuerte sostiene una cosa dentro de la mano.
La abadesa desempolvaría el Génesis para devolverle la dignidad a la mujer, injustamente tratada por los intereses masculinos.
Es importante resaltar que Hildegarda tuvo que preparar el terreno para semejante declaración, que sentaría como una bomba durante aquella época. Y para ello comenzaría por lo básico desempolvando el Génesis; devolviéndole la dignidad a la mujer, tan injustamente tratada a causa de los intereses masculinos.
La abadesa concluyó que Eva no tenía la culpa de que Adán mordiese la manzana, pues todo había sido maléficamente premeditado por el demonio; que preso de los celos quería torturar a Eva. Pues solo ella -la mujer- tenía el único poder que él no poseía, poder dar la vida. Siendo así, el diablo sopló en el fruto envenenándolo de tentación; y como el ser humano que era no pudo abstenerse.
ADÁN Y EVA
Hildegarda decía sin tapujos: Él hombre y la mujer, creados a imagen de Dios y sentados como señores sobre el trono de la tierra, dominadores de todas las criaturas que han sido hechas por él, es la plenitud de la obra divina en la cual Dios se complace. Cada uno de los dos sexos ha sido hecho para que viniera en ayuda y fuera consuelo del otro, el hombre tiene la forma de la divinidad de Cristo y la mujer, de su humanidad.
LAS VISIONES DE LA MONJA
Las visiones y los secretos celestes de Hildegarda de Bingen.
En ninguna de sus obras, Hildegarda se atribuye a sí misma ningún mérito. Antes bien, se define como pobre criatura falta de fuerzas. Todo lo que sabe y hace es obra de Dios. Sus visiones, revelaciones y las curaciones que realizó, fueron sobrenaturales. Ella misma lo describió minuciosamente:
Todas las cosas que escribí desde el principio de mis visiones, o que vine aprendiendo sucesivamente, las he visto con los ojos interiores del espíritu y las he escuchado con los oídos interiores, mientras, absorta en los misterios celestes, velaba con la mente y con el cuerpo, no en sueños ni en éxtasis, como he dicho en mis visiones anteriores. No he expuesto nada aprendido con el sentido humano, sino solo lo que he percibido en los secretos celestes.
Se puede considerar que Hildegarda de Bingen continuó el trabajo de los profetas del Antiguo Testamento, en la proclamación de las verdades que Dios deseó poner en conocimiento de la humanidad. En su prólogo del Libro de las obras divinas, Hildegarda explica la misión que recibió del mismo Dios:
Escribe pues estas cosas, no según tu corazón, sino como lo quiere mi testimonio, de mí, que soy vida sin principio ni fin, ya que no son cosas imaginadas por ti, ni ningún otro hombre lo ha imaginado, sino son como Yo las he establecido antes del principio del mundo.
No sería hasta la edad de 38 años cuando Hildegarda publica su primera obra Scivias, poniendo de manifiesto las visiones sufridas, que hasta entonces únicamente las había compartido con Condesa de Spanheim.
Rápidamente su fama traspasaría las fronteras germanas, convirtiéndose en la sibila del Rin a la que acudían reyes de todas partes para buscar respuestas en sus artes adivinatorias.
HILDEGARDA Y LA ECOLOGÍA
Hildegarda de Bingen estableció los principios de armonía entre el universo y el ser humano, y advertía sobre las consecuencias de no respetarlos.
El cuerpo, alma y espíritu, distintos, forman un todo indivisible. Esto tiene implicaciones en la medicina, la bioética, la psicología, etc. Hildegarda le devuelve al hombre su dignidad. El hombre llena el universo, porque es el único ser con conciencia: solo él puede modificar el curso del mundo.
Hildegarda describe los principios de armonía entre el universo y el ser humano, advirtiendo de las consecuencias de no respetarlos. A nivel individual, propone un régimen de vida, una alimentación, un conjunto de cuidados cuyo objetivo es restablecer la salud en el organismo debilitado. En su comunidad pone en marcha, a través de la música y las artes, medios terapéuticos para fortalecer la armonía y el cuidado del hombre en su totalidad.
Hildegarda ofrece así una visión de la sociedad que respeta a la persona, valoriza esa visión del hombre y del universo y recuerda que la causa profunda del desequilibrio actual se encuentra en el corazón del hombre y es, en última instancia, el pecado de egoísmo, la búsqueda del beneficio económico, la injusticia social, que destruyen la tierra y contaminan todo el cosmos. El destino del planeta pasa por una conversión profunda, no solo de nuestros comportamientos, sino de nuestro corazón.
Aunque a Hildegarda de Bingen no se le conoce un patronaje específico (su día se celebra cada 17 de septiembre), algunas personas la reconocen como la patrona de la ecología, la medicina, la música, el arte y hasta de la cerveza, pues esta sabia visionaria, consciente que beber agua en la época medieval, debido a las pésimas condiciones sanitarias de la época, era peligroso, le aconsejaba a las monjas de su orden que tomaran cerveza para mantener las mejillas rosadas y las enfermedades alejadas.
HILDEGARDA LA ELEGIDA
Las posibilidades estaban reducidas a tres lugares: esposa, monja, o sirvienta.
En aquella época una niña de 12 años ya era considerada mujer; y las posibilidades de destino estaban reducidas a tres lugares: esposa, monja, o sirvienta -en las clases populares se las enviaba a lugares remotos a trabajar-.
Sin embargo, Hildegarda fue afortunada, –si tenemos en cuenta el contexto histórico- y viviría bajo el amparo de la Condesa de Spanheim; con la que permaneció durante más de una década en su castillo. Con absolutas comodidades, la futura eminencia sería instruida en el estudio del latín, de los salmos, de las sagradas escrituras y de los cantos gregorianos; hasta cumplir 14 años, cuando pupila y maestra ingresan finalmente al convento de Disibodenberg.
Desde pequeña Hildegarda tuvo complicaciones con su salud; y aunque murió de 81 años –algo insólito en la Edad Media- su vida siempre estuvo marcada por fuertes dolores de cabeza, un hecho que algunos estudiosos contemporáneos relacionan con sus célebres visiones.
Al igual que otras muchas mujeres a lo largo de la historia, disimuló su talento y su sabiduría detrás de un discurso aplacador de las posibles iras masculinas.
De Hildegarda expresaría mucho tiempo después que a la edad de tres años había sufrido su primera visión. No obstante para ese momento se guardaría semejante revelación, pues la pequeña desconocía el impacto y el peligro que podría provocar si se exponía con su confesión. Sin embargo, lo que hizo este caso sorprendente fue la reacción del clero ante las teofanías de Hildegarda. Bien podían atribuirle una presencia demoníaca -muy común, y además tratándose de una monja- pero como quizás estaban profundamente asustados, optaron inteligentemente por ponerse a su servicio.
ANÉCDOTA DE LA MONJA
El día que los envidiosos quisieron fastidiar a la monja Hildegarda.
La necesidad muchas veces ha obligado a la humanidad a desarrollar su ingenio. En el caso de Hildegarda se vio motivado por un incidente en el cementerio de la abadía de Disibodenberg, cuando decidió darle sepultura a un caballero que había sido excomulgado.
Varios religiosos pidieron la exhumación de los restos del hombre, exigiendo el traslado del cuerpo a otro suelo que no fuese santo. La monja, muy abatida por la memoria del muerto, se negó rotundamente a profanar el cadáver. Obviamente, su postura despertó la ira de unos cuantos –especialmente de aquellos envidiosos que la aborrecían por la posición política que gozaba aún siendo monja-, de esta manera, le prohibirían realizar ciertas actividades litúrgicas como tener misa y cantar salterio.
Y sin ánimo de declarar una guerra a sus correligionarios aceptó con humildad el castigo, el cual, realmente sirvió más bien como una bendición para la abadesa y para el cenobio. Pues como les habían prohibido cantar aquellos textos sagrados, decidió componer otros; y al final, resultaron ser al menos 78 obras musicales de gran valor para la comunidad religiosa.
ÉXITOS HILDEGARDA
Multitudes atraídas
Olvida la imagen tradicional de los religiosos de clausura. Las giras públicas de predicación de Hildegarda reunieron a cientos de fieles.
LA MUJER SEXUAL
La palabra ni siquiera existía, pero la monja era feminista. Las relaciones sexuales y el orgasmo descritos desde el punto de vista de las mujeres.
LLAMADO A LAS REFORMAS
Siglos antes de que Martín Lutero comenzara la Reforma Protestante en 1517, ya se quejaba de los abusos de los líderes de la Iglesia.
FRACASOS HILDEGARDA
FUE ELITISTA
Con el argumento de que quería evitar conflictos sociales entre sus monjas, no aceptaba a los religiosos que no provenía de la alta nobleza. Con esto, solo trató con las hijas de las personas más poderosas e influyentes, lo que le trajo prestigio.
FE Y CIENCIAS MIXTAS
En un momento en que la medicina en Europa ya tenía cierta autonomía en relación con la religión, todavía argumentaba que las enfermedades eran culpa de Adán, el primer hombre según la Biblia, y que las mujeres llevaban el pecado original y merecían sufrir los dolores del parto.
Oh, pequeñita forma, encomienda estas cosas que ves con los ojos interiores y que percibes con los oídos interiores del alma, a la escritura firme para utilidad de los hombres.
Hildegarda de Bingen