Pobreza en el mundo - Conciencia

Cada día 40.000 niños mueren de hambre en el mundo. Alimentamos con cereales los animales para hacer carne, estamos comiendo la carne de estos niños.

JBN LIE

Hambre y pobreza en el mundo

Según el informe de un comité de expertos en administración de recursos de la UNEP (Programa de Medio Ambiente de la ONU), una transición hacia una dieta vegana es necesaria para salvar al mundo del hambre, de la escasez energética y de los peores efectos del cambio climático.

El informe, elaborado afirma que la única forma de reducir el impacto de la industria ganadera es con un cambio sustancial de la dieta a nivel mundial, lejos de productos de origen animal. Los problemas medioambientales causados por la industria ganadera han empezado a recibir por fin mucha atención. Pero ¿cómo afecta el consumo de proteína animal al hambre y a la pobreza en el mundo?

La producción de carne, pescado, lácteos y huevos requiere una enorme cantidad de recursos. 1.000 litros de agua son necesarios para producir un litro de leche; de 5 a 16 kilos de cereales para conseguir un kilo de carne. La cantidad de energía que se invierte en reproducir a una gallina, criarla, alimentarla, darle calor, transportarla y matarla es tan grande que al comer pollo, se recupera solamente el 14% de esa energía. A título comparativo, al comer soja conseguimos 6 veces más energía de la que invertimos en su producción; con el maíz, 7 veces más.

Ninguna empresa se permitiría semejante derroche de nutrientes en la producción de carne, lácteos y huevos si fuera ella la que paga la factura. Pero al tratarse de los cuerpos de los animales y de los recursos naturales, todos hacen la vista gorda.

En una unidad determinada de terreno, se consigue 10-20 veces más proteína con cultivos vegetales que a través de la producción de carne. Con la leche y los huevos, la pérdida no es tan grande y se preservan más las proteínas vegetales con que se alimenta a los animales. Aun así, los cultivos vegetales proporcionan 4 o 5 veces más proteína que la leche o los huevos.

Todos estos datos apuntan a una sola dirección. La producción de productos animales tiene un precio tan alto que constituye uno de los mayores factores de hambre y pobreza en el mundo. En muchos países del tercer mundo, más y más recursos agrícolas son engullidos para producir carne y otros productos que serán consumidos en los países ricos. Pequeños agricultores deben abandonar sus terrenos para dar paso a gigantescas instalaciones ganaderas que satisfagan la gula de los ciudadanos occidentales.

En los países ricos, la gente come en exceso, busca obsesivamente nuevos métodos para adelgazar y lucha para combatir graves enfermedades relacionadas con el consumo de proteína animal. Mientras tanto, en los países pobres, millones de niños y adultos sufren de malnutrición. Sin embargo, cada día salen de esos países barcos repletos de animales con la barriga llena.

Según el Dr. Richard A. Oppenlander, El 82% de los niños que mueren de hambre viven en países donde se alimenta a animales, y los animales son comidos en países occidentales.

El problema del hambre se podría solucionar quizás de varias manera. Pero la forma más clara es redefinir el uso que la humanidad hace de sus cultivos agrícolas. En los EE. UU. el 70% de los cereales se destina a alimentar a los animales explotados por la industria. En otros países hay niños que no tienen bastante cereales en su plato.

Thich Nhat Hanh, monje vietnamita y activista por la paz, afirma: Cada día 40 000 niños mueren en el mundo por falta de comida. Nosotros en Occidente, que comemos en exceso, que estamos alimentando con cereales a los animales para hacer carne, estamos comiendo la carne de estos niños.