Déjate arrastrar silenciosamente por la extraña atracción de lo que realmente amas. No te llevará a una acción que no sea para el bien y la felicidad.
Si haces cosas desde tu alma, sientes un río moviéndose dentro de ti, una alegría. Cuando la acción viene de otra sección, el sentimiento desaparece.
No hay alivio en ningún lugar, porque el verdadero alivio está en el no-lugar. Mientras haya un lugar, habrá alguien.
Sea la que sea la dirección en que huyas te espera el “jaque y mate”, porque llevas contigo a tu enemigo.
No huyas de un lugar para encontrar alivio en otro lugar. En ningún lugar de las seis direcciones encontrarás alivio.
Desde ese “no-lugar” y ese “nadie” verás las cosas ya no con tus ojos externos, dependientes de tu sentimiento de ego, sino con tus ojos internos, que residen en el absoluto.
Te crees alguien en un lugar. Para quien es nadie, no hay lugar. Traslada tu residencia al no-lugar, porque ese es el lugar adecuado para “nadie”.
Traslada tu tienda del lugar al no-lugar. Si trasladas tu tienda, tu ojo externo no seducirá a tu ojo interno.
Te tomas como si fueras de un lugar y te vives como siendo un lugar, pero tu origen es el no-lugar.
Das por real lo que tu ojo externo te dice que es real.
Si te identificas con tu cuerpo, das por real lo que percibe tu ojo externo. José era una bestia de carga para sus hermanos y era como un ángel para los ojos de Jacob.
El ojo interno se inclina a dar como real lo que da por real tu ojo externo, porque toma como real lo que le transmite el ojo externo.
Tienes un ojo interno y un ojo externo. El ojo interno es lo que tu mente y tu corazón dan por real. El ojo externo es el ojo de tu percepción.
Todo depende del cuadro de deseos, temores, recuerdos y expectativas desde donde miras.
Las realidades pueden tener diversas interpretaciones; lo que para uno es un pez, para otro es un anzuelo.
Tus ojos ven lo que tu mente y tu corazón interpreta. Un hombre puede ver una serpiente peligrosa en lo que para otro es un cuadro de belleza.
A quien es paciente y recio, un día le llega la dulce brisa y la luz.
La brisa tenue sobre la que cabalga la luz hay que esperarla pacientemente en medio de las tormentas de este mundo.
Se necesita sólida paciencia y entereza, para buscar y esperar la luz. La entereza es la certeza en la paciencia. No hay luz para los impacientes.
El que no tiene entereza no puede llegar a la luz a la que se refiere el texto cuando habla de fe.
La pura creencia no llega a ser nunca consuelo para el corazón, aunque se lo proponga, sólo es capaz de endulzar la paciencia. Mas la paciencia abre a la luz.
Esa es la poderosa razón por la que la fe es el consuelo del corazón. Si la fe se debilita, hay desesperación y tormento.
La fe es más que una ilusión agradable, porque no es representación, es un rayo de pura luz.
La creencia, para quienes puedan creer, puede ser una ilusión agradable que endulce la paciencia.
La imaginación agradable endulza la paciencia, porque la ilusión del alivio llega antes que el alivio.
Pero también la fantasía puede transmutar tu cobre en oro. Puedes utilizar tu fantasía para caminar.
Todo son sólo fantasías; goza o se aterra ante las creaciones de su mente.
En esa cárcel, el preso engorda con sus ilusiones, si son bellas, y se aterra si son desagradables.
El mundo visto desde el egoísmo es una cárcel, es como una ratonera, llena de cargas y siempre expuesta a las zarpas del gato.
No hay alivio y descanso salvo en el lugar donde estés sólo con “Eso que es”.