Todos somos necesarios
Imaginen que sentirían si se enteraran, por las noticias en la TV que se ha descubierto que la forma como vivimos ha sido artificialmente fabricada.
JBN LIE
SOMOS VITALES
Imaginen ustedes lo que sentirían si de repente se enteraran, digamos por las noticias en la televisión y los periódicos, que se ha descubierto que la forma como vivimos ha sido artificialmente fabricada. Ahora bien, imaginen ustedes lo que sentirían si poco después se enteraran que la razón por la que alguien pudo haber concebido tal fabricación fue nada menos que por banales razones económicas.
Bueno pues algo así, de ese tamaño,
es lo que está sucediendo delante de nuestras narices.
Parece increíble, ¿no?
A mi también me lo pareció durante muchos años. Viví mi vida como todo ser humano normal -bueno, casi normal- trabajando y estudiando como se supone que todos debemos hacerlo. También tuve mi familia y mi casa como también se supone que debemos hacerlo. Aún cuando veía ocasionalmente aquí y allá, en portadas de revistas color rojo llamativo o en amarillo chingarretina, desplegados en primera plana anunciando cosas como que alguien había descubierto cómo producir energía eléctrica de la nada, o que alguien había encontrado cómo hacer que un carro normal funcionara con agua, o -agárrense!- que alguien había construido una nave antigravitatorio que replicaba la forma como funcionaban los ovnis.
Nunca lo creí
Quizá fue debido a los colores por demás llamativos de las revistas en las que estaban anunciados. Revistas tipificadas de alarmistas, amarillistas -por no decir que al menos un par de ellas realmente eran amarillas-, sensacionalistas, o ya de a tiro, falsas y dadas a lo absurdo. Así que, ¿cómo había de creer tal cosa?>
Por otra parte, mientras me dedicaba a vivir mi vida, tratando constante y por lo general inútilmente de aparentar ser una persona normal -¡que cansado era eso!-, frecuentemente había algo que me hacía preguntarme si acaso lo que había en mi vida era realmente todo lo que iba a haber hasta que me muriera. Lo que me rodeaba y lo que veía me decía claramente que sí, pero algo en mi interior se rehusaba a aceptarlo. No tenía ninguna base para pensar que los automóviles tuvieran que andar sobre ruedas en lugar de andar volando, ni para suponer que no podíamos viajar al otro lado del mundo en menos de un segundo, ni tampoco para creer que podíamos aprovechar el calor del sol para producir frío en lugar de tostarnos el cerebro cada verano -sobre todo aquí en Mexicali, ¡la ciudad que capturó al sol!, como si eso fuera motivo de orgullo. A pesar de lo concluyentemente convincentes que me parecían los hechos a mi alrededor algo me seguía martillando la cabeza de tanto en tanto. ¿Qué acaso no había más?
La respuesta fue siempre, ¡sí!. Sí hay más. ¡Mucho más!. ¡Mucho más de lo que vemos! Mucho más de lo que nos han enseñado a creer que existe. Más aún, ¡mucho más de lo que nos han enseñado a creer que es posible!
Pero -supondrán ustedes igual que yo- que esas tecnologías seguramente estaban siendo estudiadas y desarrolladas por avanzados institutos de investigación, con millonarios presupuestos y equipo sofisticado, con personal donde el mas tonto era doctor; lugares avanzadísimos donde se estudiaban cosas que nuestra imaginación no podría llegar a comprender ni siquiera en un par de vidas mas; lugares seguramente ocultos de intrusos y curiosos tipo "area 51" o, para los que conocen de videojuegos, tipo "Black Mesa", en el juego Half-Life; laboratorios quizá escondidos a muchos cientos de metros bajo la tierra o en apartadísimos lugares como en el polo sur -al cabo que poseían la tecnología para que el frío les viniera guango; lugares donde estaban reclutadas -en algunos casos contra su voluntad- las mentes más brillantes sobre la Tierra. ¿O no? ¿Qué ingeniero que se precie de serlo no se ha imaginado algo parecido?
No dudo que haya laboratorios así. Pero si los hay estoy seguro que lo que están haciendo no es para el amplio beneficio de la humanidad. Quizá estén investigando cómo es que podemos llegar a Marte y criar pollos marcianos. ¿Pero para qué investigar eso si hay muchas otras cosas que pudieran ayudar de forma mas inmediata a mucha mas gente y que no requieren de tanta inversión como lo es el hacer que un gallo se monte a una gallina en suelo marciano? O díganme, ¿a alguno de ustedes le sirve saber cual es el origen del universo?; ¿alguno ocupa saber si hay agua en Marte?
La verdad. ¿Ocupamos saber eso en este momento? Creo que son datos curiosos que pueden ampliar nuestro conocimiento del universo y seguramente para algo práctico han de servir en el futuro, pero ¿que no es más importante encontrar una forma de cómo hacer que nuestros suelos produzcan mas toneladas de producto por hectárea? ¿Qué no es mas urgente encontrar la forma de poder transportar nuestras cosas y a nosotros mismos sin que por ello tengamos que pagar el precio económico que estamos pagando, ni tampoco el precio ecológico? ¿Qué no es más urgente encontrar una forma de generar energía eléctrica de una manera más amplia y libre para hacerla más asequible para todos? ¿Qué no es más urgente encontrar una forma de poder comunicarnos unos con otros sin tener que pagar un alto precio por ello? Quizá a algunos de nosotros no nos parezca excesivo lo que pagamos por todos estos "satisfactores" que tenemos, pero eso es solo porque la mayoría de las veces nos alcanza para ello. Pero si tomamos una muestra aleatoria de personas en el mundo encontraremos que la gran mayoría de ellas, casi la totalidad, no tienen acceso a ninguna de las cosas que acabo de mencionar. ¡¡Ninguna!!
La gran mayoría de la gente no tiene forma de comunicarse libremente con la persona que deseen sin tener que caminar largos trechos para poder hacerlo. Se nos ha inculcado que la comunicación es un privilegio y no un derecho. ¿Por qué? Porque es costosa. Y ¿por qué es costosa? ¡¡Porque la tecnología disponible actualmente así lo es!!>
La gran mayoría de la gente tiene que pagar mas de la mitad, si bien le va, de lo que gana en un día para poder comprar ¡¡¡un kilo de tomates!!! Se nos ha hecho creer que la comida vale lo que cuesta en el mercado, cuando en realidad ¡¡la comida vale lo mismo que vale la vida del ser humano!! ¿Cuanto vale la vida de un ser humano? ¿Tiene precio? ¡No! ¡No tiene precio! ¡No lo tiene! ¿Entiendes lo que digo? ¡La vida de un ser humano no tiene precio! Permíteme explicarme: algo que no tiene precio, no necesariamente significa que cueste mucho... que algo no tenga precio significa que no está relacionado con ningún valor económico, capich?. Pero se nos ha inculcado tantas veces el hecho de que todo tiene que tener un valor económico que se nos olvida que la esencia misma de nuestra vida es la vida de los demás. Fuimos nosotros mismos, como seres humanos que somos, quienes inventamos el concepto de "valor económico" y ahora resulta que ese concepto ¡¡nos lo aplicamos a nosotros mismos!! ¿Te das cuenta de lo absurdo de eso? Actualmente la tecnología de la que disponemos, solo que esta vez en contubernio con las prácticas más inmorales del "libre mercado", son las que impiden a la gran mayoría de la gente comerse un tomate. Por increíble que eso pudiera parecer.
La gran mayoría de la gente tiene que abstenerse de transportarse a una distancia mayor de la que puede hacerlo por sus propios pies. Y una parte todavía más grande de personas tiene que pagar un precio enorme por transportarse a sí misma, o a las cosas que ocupa transportar. Pero estamos acostumbrados a ello, y por eso no nos damos cuenta de lo excesivamente costoso que nos resulta. ¿Por qué tiene que ser así? Porque la tecnología de la que disponemos no nos deja otra opción.>
Pero eso de "la tecnología disponible" no debe sonar como "la única tecnología que hay". Por tecnología disponible me refiero a la tecnología que se nos permite usar. Y es que las tecnologías para producir tomates baratos, y mover vehículos con agua, y transportar cosas por el aire como lo hacen los "ovnis", y otras muchas cosas mas, ya existen. Y existen desde hace varios años. ¿Y donde está todo eso?, se preguntarán ustedes. La respuesta es simple: guardado. Encarpetado y llenándose de polvo en algún lugar olvidado. Pasando convenientemente desapercibido a favor de un puñado de personas que por diferentes razones, todas ellas ajenas a los intereses de aquellos a quienes esas tecnologías beneficiarían, los mantienen en ese estado.
Esas tecnologías de las que hablo, por el contrario a lo que suponemos, se están desarrollando simultáneamente en talleres particulares, en patios traseros, en cocheras llenas de aceite, por hombres normales y comunes como ustedes y como yo -bueno, yo no soy muy común ni mucho menos normal, así que no me me cuenten. Esas tecnologías se están desarrollando por personas que trabajan ocho horas diarias o mas y que luego de llegar cansados a su casa todavía tienen el tesón de ponerse a estudiar, a soldar, a conectar una cosa con otra, a ver qué sucede. Esas tecnologías están gestándose con presupuestos diminutos, y de dinero que nunca sobra, como los de ustedes o el mío -sobre todo el mío-, con refacciones que sobran de algún vehículo viejo para el que ya no hubo dinero para arreglar o refacciones que se encuentran en la basura, con partes que se consiguen en la tienda de la esquina, con herramientas usadas y desgastadas. Esas nuevas y tan necesarias tecnologías, que están desafiando en conjunto al status quo de la ciencia y la ingeniería establecidas, están descubriendo nuevos principios físicos porque los que existen son insuficientes, caducos, incompletos, erróneos. Si no, solo échenle una ojeada al artículo de este mes. En ese artículo se alcanza a ver que la historia está hecha por hombres normales. Como ustedes -ahora sí no me incluí. Las notas bibliográficas les van a ilustrar ese punto.
Muy bien. Pero, ¿qué podemos hacer nosotros?, humildemente se preguntarán. Mucho. Pueden hacer mucho. Es cosa que se resuelvan a hacerlo. Todas las personas que han leído esta revista son personas inteligentes. Todas las personas que han leído esta revista son capaces de hacer mucho por cambiar nuestra realidad y hacerla mejor, ya no para nuestros hijos, sino para nosotros mismos. Si no se nos á el investigar y crear algo, de perdida podemos pasar la voz con la esperanza de que llegue hasta los oídos de alguien quien sí hará algo palpable al respecto. Pero todo cuenta. Todos somos importantes. ¡Todos!. Yo mismo tengo que agradecerle a muchas personas que de alguna forma u otra han contribuido, con o sin saberlo, a que pueda yo estar haciendo lo que estoy haciendo, y aparte de eso estar aquí compartiendo este mensaje con la esperanza de que seamos cada vez mas los que nos dediquemos a desarrollar esas nuevas tecnologías y llevarlas a la gente que lo necesita.
Considerémonos pues, cada uno de nosotros, indispensablemente importante en el todo del que formamos parte, y sepamos que los grandes cambios devienen de la voluntad de muchos, pero solo cuando las múltiples voluntades de esos muchos se unen para formar una sola y armoniosa voluntad, en favor de los demás.