La iluminación espiritual

Revolución interior contra el dolor del mundo

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; Revolución interior contra el dolor del mundo; Patrocinio Navarro

EL DOLOR DEL PLANETA

Desengaños emocionales, fobias, depresiones, problemas de ansiedad, miedo, problemas laborales, desempleo y pobreza creciente, conflictos familiares y sociales, emigración a vida o muerte, enfermedades, guerras incesantes y muchas cosas más, vienen a expresar graves enfermedades espirituales, mentales y sociales de la humanidad en general y de quienes la dirigen al abismo en particular, y muestran finalmente la enorme falta de felicidad del colectivo humano que en la Europa actual –y debido a la presión social ejercida por el capitalismo- ha hecho aumentar el número de suicidios y enfermedades psicosomáticas junto a la pobreza y a la falta de horizontes laborales y hasta de simple supervivencia en que nos hallamos sumidos como sucede desde hace mucho en gran parte del mundo, bien sea por dictaduras de nuevo cuño controladas por los poderes financieros y las grandes transnacionales, ya sea por las guerras de rapiña que afectan a diario a los países del margen de los grandes o por las grandes tramas de corrupción, drogas y violencia de todo orden que dan forma al desorden y a la infelicidad mundial.

Los más débiles no encuentran la salida y no pueden soportar la presión. En España, por ejemplo, aun a falta de estadísticas oficiales, se sabe por diversos medios que el número de suicidios es la primera causa de muerte violenta, por encima de los accidentes de tráfico. Muchos caen en estrés y acuden al siquiatra, se tornan violentos, asesinan a sus parejas o ex parejas etc. Estas son noticias diarias. Se puede afirmar que la felicidad se halla prácticamente ausente en la mayor parte de la humanidad.

Como sucede con los curas, tampoco los siquiatras tienen la pastilla mágica de la felicidad, pues a fin de cuentas la felicidad, que es el deseo principal de cada uno en todas las culturas y clases sociales, no se encuentra precisamente en una fórmula química: es el resultado de un trabajo personal, la consecuencia de una revolución espiritual interior que debería movilizar a la mayoría silenciosa que tanto abunda si es capaz de escuchar la voz interior de la conciencia y vivir según sus leyes, que son divinas. Escuchar y practicar, por ejemplo, la sencilla regla de oro del verdadero cristianismo: Lo que quieras que te hagan a ti hazlo tú primero y no hagas a nadie lo que no quieras que te hagan. Este es el programa de la verdadera revolución. De no llevarlo a cabo las mayorías hoy silenciosas, acomodadas en sus miserias, engañadas y sumisas seguirán como hasta hoy: como lastres para el resto.

Pero ¿en qué sustentar tal revolución interior?

La mayoría de hoy, esa mayoría silenciosa con su Silencio de los corderos, la forman quienes a su mucha comodidad y a su oscuro miedo a enfrentarse a la vida, unen sus miedos concretos y cotidianos a enfrentarse consigo mismos por diversas razones. Una de ellas, tal vez la más importante, es que no han encontrado aún las pistas suficientes como para revolucionar su existencia abriendo la caja de Pandora que se oculta tras la máscara o las máscaras que cubren su subconsciente y que con el tiempo confunden con su verdadero ser, con su yo real. Entonces su vida personal y su relación con el mundo pueden llegar a convertirse en un problema de salud mental y de convivencia. El resultado final es esta sociedad que se basa en la dominación y explotación de unos por otros; una sociedad que se ha convertido en un problema de dimensiones planetarias, en una enfermedad con múltiples síntomas que se extiende como una mancha sucia y sangrienta por todo el globo terráqueo.

Si uno percibe este mundo tal como es y no como nos lo presentan, debe empezar por saber que la revolución de la propia vida comienza por la revolución de la conciencia, y no hay otra posible. La revolución de la conciencia precisa de la mirada interior que conduce al reconocimiento de uno mismo, de nuestros defectos y cualidades con objeto de eliminar aquellos y potenciar estos. Para ello se necesitan conocimientos, experiencias y herramientas de trabajo. Y, sobre todo, perseverancia, método y huida de los fanatismos y supercherías de los abundantes mercaderes en estos asuntos.

El afirmarse a sí mismo como un ser libre, el enfrentarse contra los valores y máscaras que le han sido introyectados desde niño, arrojará por tierra muchos de los clichés incrustados en la mente por una educación estúpida y por todo tipo de adoctrinamientos religiosos, políticos y sociales ideados para que sus promotores dominen sobre gentes dormidas.

Ya hemos hecho revoluciones políticas y sociales que no han conseguido afianzar sus objetivos y siempre se retrocede a estados de dominación parecidos, y la causa fundamental es la ausencia de un proceso revolucionario que nos lleve a superar el famoso Mío, mi y para mí con que la gente corriente funciona mientras posibilita que los que gobiernan sus vidas vivan según esos mismos principios. Este revolución de la conciencia espiritual debe basarse en algo tan sencillo como el altruismo y el amor a los semejantes para poder llevar a la práctica al fin los maravillosos principios universales de libertad, igualdad, fraternidad, unidad y justicia, que constituyen el alimento espiritual de toda verdadera revolución. Sin estas cualidades, solo se cambia una forma de dominación por otra, como hemos aprendido con dolor.


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