La iluminación espiritual

Las puertas de la navidad

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; Las puertas de la navidad; Patrocinio Navarro

EL SIMBOLISMO NAVIDEÑO

Otra vez estamos en la puerta de entrada a la Navidad, una puerta que sin embargo conduce a diversos lugares y salidas. La justificación de existencia de esa puerta es bien conocida desde hace miles de años: Jesús nació en Belén de Judá. Y esa fue la primera y única Navidad. Las que siguieron luego fueron otra cosa.

Hoy Belén es un lugar de sufrimiento para sus habitantes. Mucho peor que cuando Jesús encarnó. Así que la puerta que lleva a Belén es peligrosa para los que quieran acercarse al lugar de nacimiento de Cristo. Allí había otras puertas cuando María y José, una humilde familia de carpinteros pacíficos y bondadosos, con María embarazada y a punto de dar a luz, llegaron con su asno y pocos pertrechos, para empadronarse. Para ellos ya fueron hostiles aquellas puertas que se les cerraron del mismo modo que hoy se les cierran a los que quieren llevar la paz en ese mismo lugar. Y tuvo que ser en un establo maloliente e insano, tal vez sin puerta alguna, entre animales y su estiércol, donde aquella pareja de carpinteros tuvo que afrontar en solitario y sin experiencia el nacimiento de Jesús. ¿Pueden imaginarse sus apuros? ¿Pueden situarse en ese escenario oscuro y sucio donde una mujer se pone de parto? Cuánta soledad. No hay sitios mucho peores, pues ¿qué mujer de hoy no acude a un hospital, o da a luz en su casa asistida por alguna comadrona? ¿Cuántos niños nacen hoy en Belén entre animales?

Como no hay casualidades, vemos cuánto simbolismo encierra toda esa escena.

Cristo, el primer Hijo visualizado por Dios, el Príncipe del Reino de los Siete Cielos, el Ser más puro que jamás visitó este Planeta y que asumió la ingente tarea de encarnar en un cuerpo físico para indicarnos el modo de abrir la puerta de salida de este mundo hacia el Reino de la Paz. Y ya tuvo que hacerlo lejos de los hombres pero en compañía de los más bondadosos y puros seres de la Tierra en ese momento: sus padres y los animales. Sin embargo en ese conjunto de seres puros, y a pesar de la extrema dureza del ambiente, todo es paz, armonía y bondad compartida. No hay resquicio para la maldad, ni el desánimo, ni el temor, pues Dios vive en todos ellos y ellos son conscientes de Su presencia y fuerza. También ese Niño especial que acaba de nacer de un parto feliz.

Muchos nos preguntamos qué tiene que ver todo eso con las puertas de la Navidad que se abren en nuestras casas para dejar pasar un árbol cortado en plena savia, un cordero, un pavo, un lechón o cualquier otro animal navideño que ha sido degollado para que nuestro paladar se sacie hasta no poder tragar un bocado más. Muchos nos preguntamos qué tiene que ver el nacimiento de Jesús el Cristo de Dios, con Papá Noel, los Reyes Magos, con el niño Jesús de los belenes, los juguetes y regalos miles que los comerciantes ponen en sus escaparates y las calles iluminadas con bonitas combinaciones de luces. ¿Es ese, acaso, el modo de recordar el mayor acontecimiento de la humanidad? ¿Comiendo, bebiendo, consumiendo, distraídos de la verdadera razón de esa fiesta que debería ser la Fiesta de todas las Fiestas? Pero he aquí que se ha convertido para desgracia de su significado en la fiesta cumbre de todos los consumos y la gran matanza de nuestros hermanos los animales. Para ellos la Navidad es la puerta de salida de sus establos hacia el matadero: algo terrible. También un símbolo cruel, porque también, treinta y tres años después de que aquel Niño saliera del establo recién nacido, sería asesinado igual que cualquier animal, pero con odio, desprecio, incomprensión, indiferencia, y muchas cosas más entre gentes que no entendieron nadao que no quisieron entender –igual que pasa ahora- y por los que en el suplicio de la cruz, aún Aquel desconocido rogó a Su Padre que les perdonara porque no sabían lo que hacían. ¿Lo han aprendido los vendedores y festejadores de esta pobre navidad? ¿Saben lo que hacen?

Tal vez después de dos mil años hemos tenido tiempo para averiguar que lo que Cristo encarnado en Jesús vino a decirnos es que para abrir la puerta de salida al Reino de los Cielos, del que una vez partimos en la Caída, por la puerta falsa, es preciso cumplir con la Ley de los Cielos, que es harto sencilla de entender: Amaos los unos a los otros como Yo os he amado. Esta es la puerta que Cristo vino a abrir dándonos la llave del amor para que la usáramos con su fuerza redentora como energía en cada uno desde el Todo está consumado del Gólgota.

Abrir esa puerta, que conduce al corazón de Cristo y nos remite al Cielo, conduce a la vez en este mundo a la paz, a la justicia, a la igualdad, a la unidad, a la hermandad, y a la libertad que tanto nos cuesta alcanzar por negarnos a coger la llave redentora.

Entre tanto, erre que erre, se siguen repitiendo navidades como en el día de la marmota, y con cada Navidad, los mismos ritos y el mismo derramamiento de la sangre de los mismos inocentes animales que vieron nacer al Príncipe de la Vida y le dieron el calor y compañía que los hombres- una premonición- tantas veces Le negamos desde entonces.


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