Entendamos el verdadero propósito de la mente para no tener el tropezón del ciego. La mente no es el problema. No sabes cómo manejarla, ese es el problema.
La desaparición del ego revitaliza, rejuvenece. Con la desaparición del ego, aun en profunda inconsciencia, tienes una experiencia de conciencia de Dios.
El egoísmo es la ausencia de los demás en mi vida. Pero si yo hago lo que tú no puedes, y tú haces lo que yo no puedo. Juntos podemos hacer grandes cosas.
El cuento Zen «Los seis ciegos y el elefante», dice que es de tontos creer que en un mundo relativo se puede ver la verdad con lo limitada que es la mente.
El ego pone en marcha tu mente, necesita un pedaleo firme y agotador, es lo más ilusorio, y parece sólido y real. La gente estúpida vive y muere por él.
La lámpara es un símbolo, es la luz de tu consciencia de tu ser encendido en tu interior, como el sol, para ver que si queda algo o si todo es hipocresía.
Este inusitado cuento es para mostrar lo dañoso que un insignificante apego puede resultar para quienes han llegado a ser ricos en dones espirituales.
En el juego de naipes que llamamos vida cada uno juega lo que sabe de las cartas que le han tocado, además tenemos que jugar. La opción es: ¿cómo jugarlo?
El santo hindú se debió sentir poderoso al destruir sus ojos: Soy capaz de hacerlo. Su ego debió de sentirse sutilmente alimentado, más fuerte que nunca.
Desapego, ese es el secreto, es un arte. Todo lo que se guarda se estropea. La razón es que todo lo que es importante, vivo y en movimiento, es momentáneo.
El egoísta crea situaciones como la de la zanahoria; esa es la única forma en que el ego puede existir, mantenerse. El ego siempre está en dificultades.
Un meditador vive en el mundo de negocios, pero no vive poseído por él; es trascendental, permaneciendo en el mundo y a la vez un poco por encima de él.
El egocéntrico se obsesiona consigo mismo. El egoísta solo instrumentaliza su vida para el reforzamiento de su ego apartándose cada vez más de su esencia.
Desapego, ese es el secreto. Todo lo que se guarda acaba estropeándose. La razón es que todo lo que es importante, vivo y en movimiento, es momentáneo.
Hay algo decisivo: si proteges tu ego, perderás a Dios. Si estás preparado para abandonar tu ego, le encontrarás. En ese abandonar se produce el hallazgo.
La pereza es simplemente como el resfriado; no hay mucho de qué preocuparse. El egoísmo es como el cáncer, pero es mejor no tener ninguno de los dos.
Un maestro dice: Está contento tal como eres, no se necesita nada más, y entonces, de pronto todo sucede. En profunda aceptación, el ego se trasciende.
Si debe practicarse el suicidio que sea el del ego, no el tuyo. Deja que muera el ego y entonces observa que con ello todos los problemas desaparecen.
El apego obligan a las personas que se relacionan a convertirse en objetos y el amor ayuda a las personas a ser libres, independientes y más sinceros.
Cierto país fue anunciado de una gran inundación. Cuando un cojo se lo comunicó a un ciego, este se cargó al cojo a sus espaldas y escaparon juntos…