Apuesta arriesgada

Cuento zen con moraleja

No lo juegues todo en lo externo. Al precipitarte, al lanzarte a la carrera hacia la dimensión del tener, solamente sucede una cosa: pierdes tu ser.

Imagen del cuento: Apuesta arriesgada

Cuento zen sobre el valor del ser

Un hombre y su esposa estando en las Vegas empezaron a jugar fuerte en los casinos y al cabo de pocos días solamente les quedaban dos dólares entre los dos. Pero él era un hombre difícil de derrotar y convenció a su esposa de que todo iría bien si ella le permitía que fuera a los casinos solo.

Un amigo le acompañó. En la primera ruleta las apuestas estaban cuarenta a uno y él decidió apostar. Su número ganó.

En cada ruleta el hombre siguió apostando y en cada giro ganó. Al llegar a la última apuesta había ganado más de diez mil dólares, y entonces decidió exprimir su buena suerte, De regreso al hotel se paró en un pequeño club de apuestas y llego a ganar hasta cuarenta mil dólares en la ruleta de este pequeño club. Para quedar totalmente satisfecho, decidió jugar una sola vez más y luego irse. Se lo jugó todo, los cuarenta mil, al negro.

La rueda giró. El croupier anunció, número 14, rojo.

El hombre regresó al hotel. Su esposa le llamó desde el balcón.

¿Cómo te fue? Le preguntó impaciente.

El esposo se encogió de hombros, perdí los dos dólares.

MORALEJA

Al final, cuando la muerte llega, todo el juego de miles de invisibles dólares, de alcanzar esto, de obtener eso, de llegar a ser esto otro, de llegar a ser eso, del prestigio, del poder, del dinero, de la respetabilidad, nada cuenta. Finalmente, has de decir, he perdido mi ser.

Al precipitarte, al lanzarte a la carrera hacia la dimensión del tener, solamente sucede una cosa: pierdes tu ser. La vida es una gran oportunidad, una gran oportunidad. En ella surgen millones de oportunidades para llegar a ti mismo, para saber quién eres. Pero eso se alcanza a través del esfuerzo. Has de trabajar para ello.

No trates de obtener nada prestado. En ese mundo interior nada puede ganarse de prestado. Y no trates de llegar a ser un erudito. Alcanza la claridad, alcanza una visión donde no existan pensamientos en tu mente. Esta es la tarea más dura que hay en el mundo, el reto mayor. Todos los otros retos son muy pequeños. Esta es la mayor aventura que puedes emprender y aquellos que son valientes aceptan el reto y se sumerge en ello.

El mayor reto es cómo abandonar la mente porque solamente cuando la mente desaparece, puede existir Dios. Solamente cuando lo conocido desaparece, surge lo desconocido. Solamente cuando no hay mente, cuando no estás tú, cuando no queda nada de ti, de improviso te encuentras con eso que has estado buscando desde siempre. Dios se presenta cuando tú desapareces. Esta es la tarea más difícil.

Eso es todo lo que puedo decirte. Deberías probar el estado de no-mente, el estado de «ser». Es mejor que todos los mundos puestos juntos.

El mundo del «ser» es el único mundo real, el mundo de la Verdad. Y a menos que lo alcances, seguirás perdido en tierras extrañas. Nunca llegarás a casa. Llegas a casa solamente cuando alcanzas el centro más profundo de tu ser; lo cual es posible. Es difícil, pero no imposible. Arduo, pero no imposible. Es verdaderamente difícil, pero ha sucedido. Me ha sucedido a mí, puede sucederte a ti.

Pero no hay que atenerse a remedios baratos. No trates de encontrar atajos, químicos o de los que sean. No trates de adquirir conocimiento prestado. No sigas acumulando.

«Eso» ya está ahí, el acumular solamente lo esconde. «Eso» está ahí una vez que dejas de acumular y que te deshaces de toda la basura que has acumulado dentro de ti; eso es lo que es tu mente, basura. Si te deshaces de esa basura, de repente Eso está ahí en su absoluta pureza, en su absoluta belleza, en su absoluta dicha.