Bienaventuranza # 2
Bienaventurados los que sufren, porque ellos serán consolados. Quien reconozca en el sufrimiento faltas y debilidades, recibirá misericordia de Dios.
JBN LIE
LOS QUE SUFREN
Bienaventurados los que sufren, porque ellos serán consolados.
El sufrimiento del hombre no proviene de Dios, sino que, el que sufre, o lo ha causado él mismo, o su alma ha asumido en el reino de las almas una parte de la culpa del alma de un hermano o de una hermana, para expiar por ella en la existencia terrenal, a fin de que el alma del hermano o de la hermana pueda entrar en ámbitos de vida interna más elevados.
Quien cargue con su sufrimiento sin inculpar a su prójimo y reconozca en el sufrimiento sus faltas y debilidades, se arrepienta, pida perdón y perdone, recibirá la misericordia de Dios; pues Dios, el Eterno, quiere consolar a Sus hijos y quitarles lo que no sea bueno ni saludable para su alma, ya que cuando el sufrimiento abandona al alma, es decir cuando han sido saldadas las causas que se habían hecho activas en el alma, el hombre se acerca más a Dios.
Carga con tu sufrimiento, quiere decir: no te quejes de ello; no acuses a Dios ni tampoco a tu prójimo. Encuentra en tu sufrimiento tu comportamiento pecaminoso que ha llevado a este sufrimiento.
Arrepiéntete, perdona y pide perdón, y no vuelvas a hacer lo que hayas reconocido como pecado. Entonces la culpa del alma puede ser anulada por Dios, y recibirás incrementalmente de El fuerza, amor y sabiduría.
Cuando te encuentres con un hombre afligido y puesto a prueba por el sufrimiento y te pida ayuda, socórrele y ayúdale hasta donde te sea posible y sea bueno para su alma. Y cuando veas que tu prójimo acepta la ayuda agradecido y con ella se reconstituye, dale más aún, si te es posible.
Sin embargo tú, que traes la ayuda, hazlo desinteresadamente. Si solo lo haces por obligación externa, no recibirás por ello recompensa espiritual alguna -y además no harás servicio alguno al alma del afligido y puesto a prueba por el sufrimiento, sino solamente al cuerpo, al vehículo del alma.
Nunca matéis a un animal para vuestro uso particular. Ved que la naturaleza, la vida de la Creación, os provee. Los frutos del campo, de los huertos y de los bosques os deben bastar. Y nunca piséis vida intencionalmente, ni la de los animales ni la de las plantas. Quien pisa intencionalmente la vida, está creando causas. Estará pisando en cierto modo su propia vida, y sufrirá bajo ello.
Había un hombre, con una mano seca, que se acercó a Jesús y dijo: Señor, yo era albañil y ganaba mi sustento con mis manos. Te suplico que me devuelvas la salud a fin de que no haya de pedir limosna vergonzosamente para obtener mi pan. Y Jesús le sanó y le dijo: hay una casa que no ha sido construida con las manos; procura habitar también tú en ella.
Yo, Cristo, explico, rectifico y profundizo la palabra:
El hombre cuya mano estaba enferma con acuerdo a la ley de causa y efecto, recibió de nuevo la vida en su mano para poder volver a ganar su sustento. Pero Yo le di la siguiente enseñanza para el camino de su vida: hospédate en la casa que no ha sido construida por mano humana -en tu interior, pues es el templo de Dios-. Si el hombre realiza esto, sigue obrando en él la fuerza recibida de Mí. Si no lo hace, solo le es dado pasajeramente lo que le regalé, la vida en su mano. Quien a pesar de este don de la vida siga pecando, volverá a recuperar lo que Yo suspendí, pues en ese caso esto solo se habría aplazado.
¡Dios da! Lo que el hombre haga con ello, dependerá únicamente del parecer del alma y del hombre. El hombre recibió la indicación procedente de la ley eterna de no pecar más y de entrar en el templo de su interior. Con ello dejó de ser ignorante. El que sabe contrae la responsabilidad de lo que sabe.